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Ladridos en la oscuridad – 13 de abril

Una de las cosas que hemos aprendido en Ucrania es que cada ciudad hace la guerra a su manera. Es decir, cada una pone los checkpoints donde cree que serán más eficaces. Y tiene libertad para establecer los horarios del toque de queda. Y puede exigir o no que la gente apague las luces.

En Kiev, por ejemplo, durante algunos días de la primera semana de guerra era casi imposible atravesar la ciudad sin toparte con un checkpoint. Y a veces con calles bloqueadas de tránsito imposible. Ya apenas ocurre. En Odesa, sin embargo, no se puede acceder en coche al centro, donde se encuentran sus monumentos más famosos y las escaleras de El acorazado Potemkim, de Eisenstein.

Curiosamente, en Dnipro, que está mucho más cerca del frente, se puede circular libremente por toda la ciudad. El cambio aquí está en la luz: no se puede encender por la noche. Así que esta gran ciudad de un millón de habitantes se transforma en una inmensa mole oscura cuando cae el Sol. Ni gente, ni coches, ni cuartos iluminados. Nada. Solo la luna y las estrellas, algo imposible de ver con la luz habitual de las metrópolis.

Como no hay nadie por la calle, tampoco se oye nada. O, mejor dicho, se oye lo que de otra manera quedaría oculto por los ruidos humanos y sus máquinas. En mi caso, oigo todas las noches el ladrido de los perros. No sé dónde están, pero son muchos. Imagino que algunos se han quedado solos porque sus dueños han huido y se pasan la noche ladrando en la oscuridad y a esa luna que les ha traído la guerra.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.

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Víctor García Guerrero
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