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El seriéfilo: agosto de 2016

Como habréis podido observar, tengo cierta propensión a quejarme de y por todo, ¿qué le voy a hacer? Es como si tuviese un Woody Allen minúsculo (no es redundante, me refiero a uno más minúsculo que el de verdad) susurrándome al oído constantemente la visión más pesimista de la vida. Este mes de Agosto, sin embargo, me ha parecido un mes genial; podría pensar que se debe a que el pequeño Woody se ha ido de vacaciones pero prefiero creer que realmente todo se ha desarrollado por los cauces establecidos. Y es que, sin que sirva de precedente, parece que la industria televisiva por fin ha planificado un verano como es debido, me explico, mezcla de estrenos y nuevas temporadas durante los meses de mayo y junio, que disminuyen en julio y que definitivamente acaban en agosto; brindándonos un ocaso de verano con las cantidades de calidad justas para poder tomárnoslo con calma, poner al día alguna serie que se nos haya escapado y relajarnos para afrontar con fuerzas el chaparrón de estrenos que nos espera en septiembre.

A pesar de ese desierto seriéfilo que es Agosto, hay unas cuantas series que se han hecho un nombre en esta época estival. A destacar la más veterana, Ray Donovan (Showtime) que cada año se reinventa para seguir ofreciendo material de mucha calidad. En esta cuarta temporada Ray intenta cambiar, volcarse más en su familia y abandonar esa fachada fría que le estaba separando cada vez más de su mujer e hijos. También veremos un acercamiento a su padre Mickey, algo impensable en temporadas anteriores; por cierto, soberbio Jon Voigh en su papel de Mickey Donovan, cada vez más cómodo en el personaje y menos sobreactuado.

Otra serie que también se ha hecho fuerte en verano ha sido Power (Starz) que ya va por su tercera temporada y que aún consigue mantener el interés por las andanzas del traficante de drogas James St. Patrick, alias Ghost, en su intento por dejar ese mundillo atrás y vivir feliz con su novia, fiscal del distrito, y sus clubes nocturnos.

Además, la ciencia ficción ha vuelto con Killjoys y Dark Matter (ambas de SyFy), dos de las mejores series del género que han logrado cumplir con lo que se le pide a las segundas temporadas: darnos más y mejor. Ambas enriquecen el mundo que nos presentaron el año pasado, profundizando en las motivaciones de los protagonistas y ampliando el universo con nuevos personajes, retos y fuerzas desconocidas.

Otro género muy veraniego es la comedia ligera, en el que vuelve a la carga Angie Tribeca (TBS) y su humor disparatado al más estilo Agárralo como puedas (1988, David Zucker), una película que, por cierto, fue la continuación de una pequeña serie de solo seis capítulos, producida en 1982 y llamada Police Squad (ABC). Vista a día de hoy, sorprende lo bien que funcionan sus gags con más de treinta años a las espaldas; destaca sobre los demás el final de cada episodio, en el que los personajes se quedan quietos a modo de fotografía (algo muy típico en las series de los ochenta) que nunca acaba bien. Es una buena forma de cerrar los capítulos que, al fin y al cabo, siempre arrancan con una voz en off que nunca atina con el título del capítulo.

La misma cadena que realiza Angie Tribeca, TBS, ha lanzado una parodia de la serie Perdidos (ABC) llamada Wrecked, apoyada en un tipo humor absurdo muy parecido al comentado anteriormente; lamentablemente, esta serie funciona mucho peor y, una vez superada la sorpresa inicial y la revisión del accidente del vuelo 815 de Oceanic Airlines, resulta incluso aburrida.

HBO también se anima con las comedias y estrena Vice Principals, una serie con un humor más áspero y centrada en la lucha entre dos subdirectores por hacerse con el cargo de su superior en un instituto. El tono me recuerda mucho a la cancelada The Brink, serie estrenada el año pasado por esta misma cadena.

Un humor distinto (y más exitoso por lo que parece, porque podremos disfrutarlo una tercera temporada) es el que presenta Ballers (HBO) que, sin ser una comedia al uso, se nutre de personajes y situaciones similares a los que nos ofrecía la mítica El séquito (HBO), aunque cambiando en esta ocasión el mundo del cine por el del fútbol americano (NFL).

Más agridulce ha sido el regreso de la esperada Mr. Robot (USA Network), que a pesar de mejorar en los últimos capítulos, ve como su calidad cae en picado con respecto a la primera temporada. Si bien es cierto que su primera temporada, que alternaba capítulos soberbios con coñazos infumables, dio como resultado un producto que destacó en el panorama seriéfilo, esta segunda entrega encadena capítulos planos, sin interés, que provocan que el visionado de la serie esté más motivado por lo que fue en el pasado que por su presente. En cualquier caso, como os decía hay una notable mejoría en los últimos capítulos que maquillan una temporada mediocre y nos dan alguna esperanza de que la serie remonte el vuelo, porque, efectivamente, ya está renovada.

Pero si alguna cadena se ha aprovechado del desierto veraniego, esta ha sido, cómo no, Netflix. Convirtiendo debilidad en oportunidad, la plataforma online ha dado la vuelta a la tortilla y traducido la falta de estrenos en ausencia de competencia, aprovechando para lanzar a bombo y platillo series, que, como hizo el mes pasado Stranger things, arrasan. Este mes, sin tanto eco mediático, le tocó el turno a The Get Down. Y tiene su lógica, ya que a pesar de ser una serie sobresaliente, su temática no es tan universal como la nostalgia ochentera. En este caso, Netflix nos lleva al Bronx, a finales de los años setenta para vivir, a través de los ojos de un grupo de adolescentes, el nacimiento del último fenómeno musical que ha surgido más allá del alcance de la industria: el rap. La originalidad de la serie radica en la forma de contar la historia, sin ceñirse totalmente a una narración realista. The Get Down se permite algunos momentos comiqueros y escenas peliculeras, que podemos entender como la visión fantasiosa que tuvieron aquellos chavales que vivieron la eclosión del mundo del hip-hop. Una serie imprescindible para aquellos que disfruten con la música y muy recomendable para todo aquel que busque buenas series. Desde luego, menos popular que Stranger Things, pero de una calidad parecida.

Siguiendo con la música y acercándonos al final del verano, uno de los estrenos veraniegos más interesantes (sí, en verano también se estrenan series. Pocas, pero haberlas, haylas) ha sido Roadies (Sowtime), creada por el director, guionista y productor de películas Cameron Crowe (Jerry Maguire, Casi famosos). La serie nos transporta a la gira de una gran banda de rock, pero desde la perspectiva de los operarios. Esos que montan los escenarios, controlan el sonido, afinan los instrumentos… pero que nunca recibirán los aplausos del público. La serie muestra la pasión que este grupo tan heterogéneo siente por la música, pero peca de un tono demasiado empalagoso y buenrollista que provoca que, si no eres muy fan de la música en general y de lo que se mueve alrededor de ella en particular, cueste engancharse.

Como todo buen mes de agosto, siempre hay tiempo para ponerse al día con alguna serie perdida. En mi caso, he aprovechado para ver la segunda temporada de otra tapada de Netflix, Bloodline, que mantiene todo lo bueno de la primera temporada (esa genial intriga entre los hermanos), pero también lo menos bueno: un ritmo un tanto parsimonioso que puede llegar a desesperar. Además, me he zampado las dos temporadas de American Crime (ABC), serie muy laureada y con un planteamiento muy original: comienza con la denuncia de un crimen y, a partir de entonces, nos muestra los distintos comportamientos tanto de las víctimas y sus familiares, como de los supuestos criminales y sus familias. Y digo supuestos porque la serie nos mantiene en vilo sobre la autoría del crimen hasta el final (e incluso entonces se muestra ambigua). De hecho, el propósito de la serie no es la resolución del crimen, sino reflejar los comportamientos de todas las partes ante un hecho que cambia sus vidas, aprovechando para reflexionar sobre problemas sociales vigentes como el racismo, la homosexualidad, la drogadicción o el clasismo. Si bien la primera temporada es interesante, la serie rompe moldes con la segunda (se trata de temporadas independientes, con la particularidad de que algunos actores aparecen en las dos, aunque interpretando papeles distintos). En su segunda entrega American Crime habla sin tapujos del tabú de la homosexualidad y su repercusión en los adolescentes; del bullying, el odio racial, el uso de armas en los colegios… Es una serie demoledora e imprescindible.

Y todavía me dejo lo mejor para el final, como si de un exquisito postre de chocolate se tratase: The Night Of (HBO), una serie alejada de todos los focos y de todas las modas, pero que destila cine policiaco de calidad. Otra joya en forma miniserie que nos regala esta gran cadena; atemporal, como lo fue Show Me a Hero (HBO) el año pasado: cine clásico, sin zombis, ni movimientos de cámara vertiginosos, ni dragones, ni efectos especiales. No los necesita, porque tiene a John Turturro encabezando un elenco de actores impresionantes que llenan la escena y cuando tienes eso, no se necesita más. Bueno, sí, una buena historia; pero de eso también va sobrada. Es por series como esta por las que no echo de menos el cine. De visionado obligatorio. No se arrepentirán.

Y ya sin más me despido, porque al contrario de la mayoría de los mortales, deprimidos porque se ha terminado el verano, yo, veo todo lo que se me viene encima y salgo a la calle y grito con satisfacción: ¡por fin es Septiembre!

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