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Seriéfilo: mayo de 2019

Mayo ha sido un mes convulso para la comunidad seriéfila. Era algo que se veía venir: la temporada final del fenómeno de masas Juego de tronos (HBO) no iba a dejar indiferente a nadie y los ecos de las guerras dialécticas entre los detractores y los simpatizantes de su cierre aún resuenan por las esquinas más oscuras de la red. Para evitar que Juego de Tronos fagocitase el resumen del mes, he volcado mis impresiones aquí. Así podremos proseguir nuestro camino sin que la humeante sombra de Desembarco del Rey  oculte otras joyas del mes,  porque son muchas.

Prescindiendo de la gran noticia del mes, quizás lo más esperado fuese el final de la segunda temporada de American Gods (Starz) con su estética caprichosa y su bombardeo continuo de mitología, religión e historia, como si de un pasaje de El péndulo de Foucault de Umberto Eco se tratase. No se puede negar que consigue su propósito: abrumar al espectador, conseguir que se sienta diminuto ante la grandeza de los dioses, incapaz de comprender su complejidad milenaria.  Ambos rasgos dominan la serie y pueden considerarse su seña de identidad, consiguiendo momentos rompedores y capítulos sorprendentes. Por desgracia, el episodio final acaba con el in crescendo de la temporada y deja un regusto algo amargo que convierte la segunda entrega en una temporada de transición. Es cierto que la producción sigue siendo muy sólida, pero deberemos esperar a la próxima para saber si nos conduce a alguna parte.

Mas mundana y menos etérea ha sido la cuarta temporada de Gomorra (Sky Atlantic), una serie que año a año se reinventa a sí misma y, con mucho mérito, consigue mantener vivo nuestro interés. Parecía que el arco argumental principal se terminaba con la segunda temporada y, sin embargo, los guionistas consiguieron levantar una tercera temporada magistral. Cuando parecía que la producción ya no podía dar más de sí, mantuvieron el tipo con esta cuarta entrega, que, sin estar al nivel de las anteriores, brilla de forma notable. Y no es fácil cuando te enfrentas a una serie que, en cierto modo, es cainita consigo misma: devora personajes a un ritmo vertiginoso. Algo lógico si tenemos en cuenta su esencia violenta, con historias plagadas de muerte.

Por otra parte, Killing Eve (BBC America) y Barry (HBO) han seguido su curso, y creo que merece la pena comentar su evolución de forma conjunta. Para mí, forman un pack indivisible: se emiten casi al mismo tiempo y ambas es apoyan en un tono humorístico muy parecido. A veces creo que me gusta más una que la otra, pero, al ver el siguiente episodio de la que corresponde, vuelvo a preferirla. Es como elegir entre papá y mamá, no se puede. En ambos casos, las temporadas has sido notables: en Killing Eve, gracias a la relación entre la propia Eve y la asesina Villenelle, que comparten en pantalla cada vez más tiempo juntas; en Barry, ahondando en las inseguridades internas del protagonista.

Aunque la historia de Killing Eve es más sólida y tiene mayor recorrido, el surrealismo de Barry es más bestia y, lo que es mejor, se expande por los capítulos de forma orgánica, sin resultar forzado o impostado. El personaje estrella de la primera es, sin duda alguna,Villenelle: compleja, violenta, caprichosa… A pesar de ello, las apariciones de NoHo en Barry son todavía más hilarantes. Dos series con un tono similar, pero que explotan sus singularidades de forma magistral introduciendo un soplo de aire fresco en la parrilla de series del momento. Se agradece.

Hace unos años, Banshee (Cinemax) sorprendió por su honesta sencillez. Tipos duros, violencia, sexo y sangre. No había más, pero era terriblemente divertida. La historia no tenía sentido, los personajes eran estereotipos andantes y el casting… En realidad, nada tenía sentido a poco que uno se parase a pensar. A cambio, todo era frenético y el horrible envoltorio de la serie era suficiente para disfrutar de unas buenas peleas. Un guilty pleasure en toda regla.

Este año ha aparecido lo que podríamos denominar el Banshee 2.0: se llama Warrior (Cinemax) y mantiene todo lo bueno que nos mantenía pegados a la pantalla hace unos años, pero mejora el patético envoltorio de aquel entonces. La ambientación en el San Francisco de finales del siglo XIX, durante las guerras Tong que enfrentaron a distintas bandas de la mafia china, le sienta a la producción como anillo al dedo. La historia del emigrante oriental que viaja a EEUU en busca de su hermana tiene mucho más sentido que la de Banshee y, con las tortas repartidas entre miembros de las bandas, policías y trabajadores irlandeses de los puertos, la acción resulta mucho más coherente que el desaguisado de Amish pegándose con aquellos abogados. Warrior es una serie de acción, pero, gracias a un guion equilibrado, se permite tratar temas como el racismo, el caciquismo, la ambición, la lealtad… Temas universales que enriquecen la serie.

Por lo demás, no recuerdo un mes con tantos estrenos y de tanta calidad en lo que a miniseries se refiere. Mientras coleaba el final de Juego de Tronos, HBO estrenó la que va camino de ser la mejor del año: Chernobyl es la impactante recreación del accidente nuclear de 1986, contado con brutal naturalidad y sencillez. Es increíble cómo se recrea una certeza que nos persigue: el mayor horror es el nosotros mismos, la humanidad, creamos. Impacta la sobriedad y crudeza con la que nos describen los hechos acaecidos durante los días y meses posteriores al accidente, las terribles consecuencias para la población. En todo momento se tiene la sensación de estar bajo esa capa letal de radiación que lo contamina todo; en todo momento se sufren las decisiones, tanto personales como colectivas, que acarrean la muerte en diferido.  A pesar del mal cuerpo que deja, es obligatoria para todo el mundo.

Con un tono más amable, Catch 22 (Hulu) nos habla del sinsentido de la guerra. Seguimos al soldado de las fuerzas aéreas de los Estados Unidos Yossarian, destinado al frente italiano durante la Segunda Guerra Mundial. Asistimos a sus vanos intentos por dejar el frente y volver a casa. Con una fina capa de humor negro, diálogos chispeantes y una banda sonora consecuente con todo ello, esta serie antibelicista recuerda en ocasiones a la gran serie de los 70 y 80 M*A*S*H (CBS), ya que mezcla ese registro con sucesos más amargos que nos recuerdan lo que suponen las guerras. Por cierto, cabe destacar la gran implicación de George Clooney en el proyecto, ya que ejerce de productor, director y actor.

De la mano de Amazon llega Good Omens, comedia basada en la novela del mismo título escrita por el malogrado Terry Pratchett y Neil Gaiman, y que este último se encargaría de adaptar a la pequeña pantalla. Michael Sheen y David Tennant interpretan a un ángel y un demonio que deberán aunar fuerzas para evitar el Apocalipsis. Con un tono de comedia irónica y una producción muy cuidada, esta historia nunca se toma en serio a sí misma, lo que por una parte es bueno, ya que encaja perfectamente con la idea de comedia desenfadada y el tono de las novelas de Pratchett; pero, por otra parte, le hace perder fuelle y epicidad en algunos momentos. Aun así, es una historia sólida, muy divertida y muy bien narrada, que merece ser disfrutada. Está años luz por delante de la comedia simplona e irrelevante que resultó ser Miracle Workers (CBS).

Hulu, por su parte, vuelve a dar en la tecla con otra miniserie, The Act, basada en una historia real. Una de esas que superan la ficción, con crimen incluido: en este caso conoceremos a una niña que trata de separarse de su sobreprotectora madre. Aunque está basada en un caso real, prefiero no comentar más sobre el mismo para evitar spoilers: cada capítulo nos descubre aspectos de la relación madre-hija que nos hace ver que nada es lo que parece. Cabe destacar sobre todo, las magnífica interpretación de Joey King en el papel de hija abnegada; y de Patricia Arquette como madre recelosa que. La actriz, tan solo unos meses después de su gran interpretación en Fuga de Dannemora (Showtime), vuelve a realizar una actuación sobresaliente.

Por último, no se puede escribir sobre miniseries de calidad sin citar a la BBC, así que, para terminar, debo recomendar The Victim: es otra serie de investigación en la que un complejo caso saca a la luz el nombre de una persona que, supuestamente, asesinó a un niño cuando era menor. La serie nos mantiene en la duda hasta el último momento, aprovechando para tratar temas como la redención, la justicia, el odio, la estigmatización, la venganza… Hará reflexionar al espectador gracias a una historia muy bien construida, con muchos giros que provocan un vaivén de emociones. Muy recomendable.

Y ahora sí, tras la ensalada de minirrecomendaciones seriéfilas, me despido hasta el próximo mes, que viene caliente: no ya porque estemos en junio, que también, sino por la cantidad de novedades que nos esperan. Vamos preparándonos para disfrutar de un verano seriéfilo.

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