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El seriéfilo: enero de 2017

Que la vida no es perfecta es algo que el mes de Enero se encarga de recordarme año tras año con el fin de las fiestas navideñas: feliz por terminar con los absurdos, agobiantes y, por qué no decirlo, aburridos compromisos sociales que no me dejan ver series a un ritmo acorde a mis necesidades, y triste porque se acaban las vacaciones y no voy a poder ver series, precisamente, a un ritmo acorde a mis necesidades. Por lo que todo sigue igual. Sin embargo, si algo he aprendido este mes es que «there’s no lemon so sour that you can’t make something resembling lemonade», o lo que viene siendo el equivalente yankee a nuestro «si la vida te da limones, haz limonada». Una frase medio positiva en el vocabulario del seriéfilo… algo está cambiando.

Y es que el refrán anterior hace referencia a una de los mejores estrenos de 2016, el cual no pude ver hasta los primeros días de este año nuevo y que a fecha de hoy sigo disfrutando como un enano (esta primera temporada contará con dieciocho capítulos y se acaba de emitir el decimotercero): This is Us de NBC. Aunque todavía me sigo flagelando por no haber podido incluirla entre las mejores series del año pasado, me consuela pensar que tenemos disfrute para rato, ya que ha sido renovada por dos temporadas más, así, de golpe. Y no es para menos, porque es el ejemplo perfecto de cómo un canal en abierto debe hacer una serie: unos personajes entrañables, una historia muy bien construida y un montaje exquisito que multiplica las bondades del guión. Mención especial para el montaje del episodio piloto que convierte los cuarenta minutos que dura el capítulo en algo mágico. La serie nos cuenta la historia de cuatro personas que cumplen los años el mismo día y…hasta ahí puedo leer. A pesar de tratar temas controvertidos, This is Us lo hace siempre desde una perspectiva positiva y edulcorada, lo que la convierte en una serie recomendable para todos los públicos.

Otro aperitivo que se nos presentó a finales del pasado año fue el episodio especial de Navidad de Sense8 (Netflix), el cual sirve como preludio de la segunda temporada que comenzará en mayo. Este especial de dos horas muestra la maestría de las hermanas Wachowski en la realización, con un apartado visual sobresaliente que, sin embargo, no logra enmascarar las carencias argumentales del capítulo. Lo poco que se ahonda en los personajes y en la historia, podría haberse condensado en un episodio de duración estándar (rondando la hora), pero parece que en esta ocasión estaban más interesadas en provocar un espectáculo visual impactante que en desarrollar la trama. Espero que esta decisión se deba a que se quiere dejar toda la historia para la temporada regular. Aún así, sigo teniendo la sensación de que me han hecho malgastar una hora de mi vida con fuegos de artificio.

Inaugurando el 2017, nos esperaba uno de los platos fuertes del mes, del año, del milenio… ¡Una nueva temporada de Sherlock (BBC One)! Había ganas, después de tener que aguantar dos interminables años (desde enero de 2014) con un solo capítulo emitido la pasada Navidad. Lamentablemente, el resultado no ha sido el esperado. Quizá, como ya he comentado en otras ocasiones en referencia al retorno de series muy queridas, las altas expectativas depositadas jueguen en contra. En esta ocasión, al igual que lo comentado con Sense8, no hay queja alguna en el apartado visual. La cuarta temporada de Sherlock vuelve a lucir una potente fotografía que muestra que se han invertido muchos recursos en sus tres capítulos, pero no viene acompañada de unas historias a la altura, así que el castillo de naipes se nos viene abajo. Argumentalmente, encuentro las tramas muy rebuscadas, rizando el rizo más de la cuenta, tratando de sorprender al espectador con una resolución de los casos tan espectacular que cae en el efectismo inverosímil, a la vez que el personaje de Sherlock se exagera hasta tal punto que se convierte en una caricatura de lo que fue, en una parodia involuntariamente cómica de sí mismo. Y no me malinterpreten, la nueva temporada es entretenida, pero como serie supone una sombra de lo que fue. De momento, no se sabe aún nada del futuro del sabueso holmesiano de la BBC, y puede que sea mejor así: quedémonos con el buen recuerdo de sus primeras entregas.

Algo similar ocurre con Vikings (History Channel), renovada por una quinta temporada de veinte episodios y que está a punto de acabar su cuarta temporada de otros tantos. Remarco el tema de los de los episodios, porque las tres primeras constaban cada una de diez capítulos (nueve la primera), por lo que estas dos últimas serían como cuatro de las anteriores… Parece que quieren seguir hasta que el pueblo de Kattegat aguante. El problema es que «No Ragnar, no party», y la renovación de personajes no augura el mismo tirón que tenían los primigenios. De los hijos de Ragnar, ninguno tiene el carisma del padre y el que podría tomar el relevo, Bjorn «Brazo de hierro», presenta unas lagunas importantes a nivel interpretativo (flojísimo Alexander Ludwig) que hacen que su mayor protagonismo esta temporada haga resentirse a muchas de las escenas. En comparación, no cabe duda de que Travis Fimmel (Ragnar Lothbrock) es un actor mucho más solvente.

Ahora pasemos al tema Amazon. A pesar del buen recibimiento cosechado por sus últimas producciones, me parece que el canal de Jeff Bezos todavía no ha alcanzado la madurez para enfrentarse de tú a tú a los grandes del medio como pueden ser Netflix o HBO. Sus series son entretenidas y están bien hechas, pero quizá pecan de ser algo livianas, y les falta profundidad para ir más de allá de un simple divertimento. Por ejemplo, la tercera temporada de Mozart in the Jungle es correcta y no defrauda, incluso sorprende con la inclusión de Monica Belluci en el reparto, pero ni atrapa ni da el salto de calidad que parecía intuirse en su gran segunda temporada; se estanca sin terminar de dar ese paso al frente para convertirse en una comedia de referencia. Lo mismo ocurre con Transparent, serie alabada por la crítica pero que no acaba de cuajar debido a que parece estar dando vueltas en círculo sin avanzar; la historia de Maura es genial e interesante (ese viaje hacia la realización personal de una persona transexual tras jubilarse), pero parece quedar en un segundo plano sirviendo únicamente como pegamento de las cansinas aventuras de sus tres hijos adultos, empalagosos, malcriados y odiosos a partes iguales. Su excesiva trivialidad convierte la serie en pedantería hípster, pese a redimirse en parte gracias a Mort/Maura y su entorno.

Por su parte, la sorpresa agradable del mes ha sido la miniserie inglesa Taboo (BBC One), que aunque en el momento de escribir estas líneas solo haya podido ver de ella la mitad (cuatro capítulos de un total de ocho) apunta a algo muy grande. Espero poder comentarla con más profundidad el próximo mes, porque no es solo que Tom Hardy se coma la pantalla, es que además el elenco de actores que le acompañan (Jonathan Pryce, Oona Chaplin, Stephen Graham, Franka Potente…) podría componer el reparto de una superproducción de Hollywood. La historia nos lleva al Londres de principios del s. XIX, con un misterioso personaje que, coincidiendo con la muerte de su padre, vuelve al hogar después de pasar doce años en África. El contexto histórico es el de una Compañía Británica de las Indias Orientales que, dado su dominio naval, rivaliza en poder con el monarca regente Jorge IV, y una guerra anglo-americana (1812) en la que los Estados Unidos quieren invadir los territorios canadienses que en aquellos tiempos pertenecían al Imperio Británico. Taboo es una producción muy cuidada, de desarrollo narrativo lento pero continuo pero que en ningún momento llega a aburrir. Por ahora, muy recomendable. Ya veremos cómo queda el resultado final.

Y así llegamos al final de nuestro recorrido mensual. Puede que en esta ocasión me haya mostrado un poco negativo con la mayoría de las series comentadas, pero no hay de qué preocuparse: el año solo acaba de empezar, así que recordad: «there’s no lemon so sour that you can’t make something resembling lemonade». Y cuidado con los carnavales, que nada es lo que parece. A seguir disfrutando con las series.

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