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Radio, héroes y mitos de guerra – 6 de mayo

Durante las largas horas de carretera de Ucrania escuchamos la radio. Le emisora que sintonizaba Oleg, el conductor, ex policía que asumió la furgoneta de su padre para hacerse un oficio sin pistola. Los primeros días sonaban músicas globales. Pero enseguida pasaron a emitir exclusivamente canciones patrióticas en formato electrónico, lírico o heavy. Cada poco sonaba con ritmo nuevo un Slava Ucraina: Gloria a Ucrania. La frase no nació con la música sino con el nacionalismo ucraniano de principios del siglo XX y que esos mismos nacionalistas cantaron junto a los nazis. Hoy es un emblema identitario, un salvoconducto pop frente a Rusia: gloria a Ucrania y a sus héroes.

El nacionalismo cultiva el mito y la guerra lo alimenta. Una canción electrónica, De dónde vienes, fue el éxito de los primeros días de la invasión. Su compositor es Anton Slepakov, que escribía en ruso hasta 2014, con la rebelión y golpe del Maidán, la anexión rusa de Crimea y la escisión del Dombas. Slepakov le ha dicho a la radio pública de Estados Unidos que trata de construir un alma nacional, un alma separada de Rusia, un país que no quiere pisar. Su canción pregunta por los orígenes de los ucranianos. En Youtube la tienen etiquetada como inadecuada u ofensiva. El mito de la cultura, decía el filósofo, la hace pasar por la Gracia, cuando en realidad puede disparar como los fusiles.

El arte es un arma, tuiteaba estos días uno de los jefes de un think tank angloeuropeo. Y publicaba un dibujo donde unos templarios ucranianos masacran a orcos rusos. La deshumanización del enemigo es tan antigua como la propia guerra. Del frente ruso, sin embargo, apenas se sabe en esta trinchera que usan la Z y la V para distinguir sus vehículos. Pero también tienen canciones y murales. Como el de la abuela ucro-rusa a la que unos soldados ucranianos engañan y le hacen creer que son rusos: le piden que les dé su bandera de la URSS a cambio de unas latas de comida. Luego le pisotean la bandera. La babushka, enfadada, les devuelve la comida y les dice: por esa bandera murieron mis padres. Ahora, es un símbolo.

La bandera del Capitán América distinguía a este superhéroe: con barras y estrellas contra la Alemania de Hitler. Estados Unidos generó personajes de tebeo para captar la atención de niños y adolescentes a los que había que sintonizar con el esfuerzo bélico. Pero también había héroes humanos. El siglo XX los fue devorando y desde Irak, definitivamente, el cine ha preferido los hombres y mujeres en leotardos a la desagradable realidad: por eso a la abuela de la bandera soviética se la desprecia. Demasiado humana. Y antigua y decrépita. Al enemigo no hay que comprenderlo. El riesgo es que ocurra como en Vietnam, donde, recuerda Tim O’Brien, los estadounidenses no distinguían las sonrisas verdaderas de las falsas. Se fueron de Saigón sin saber en quién confiar y sin haber entendido nada.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.

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Víctor García Guerrero
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