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Cinefórum CCLXXXVI: «La casa de las sombras del pasado»

La casa de las sombras del pasado (1983) no es una gran película. Tiene un gran título (House of the long shadows en el original), eso sí, y también un gran reparto (Vincent Price, Christopher Lee, Peter Cushing y John Carradine), pero por más que ambos elementos puedan hacer las delicias del pobre niño gótico que todos llevamos dentro, la cinta de Pete Walker, como los muñequitos de plastilina de Tim Burton, enseguida se destapa como un artefacto hueco por dentro. Quizá el hecho de que el proyecto viniese argamasado por la Cannon, quinta esencia del cutrerío cinematográfico, debería habernos servido de advertencia. Pero si algo nos va a enseñar esta película es que, precisamente, las advertencias no sirven de nada cuando uno no quiere tenerlas en cuenta.

La conexión con nuestra anterior invitada, más allá de la presencia en la trama de un ominoso caserón y los inevitables sitios comunes en historias de este tipo, es que el protagonista se propone escribir una novela mejor que Cumbres borrascosas. Ahí es nada. Además, va a pretender hacerlo en veinticuatro horas. Porque es norteamericano. Concretamente, una especie de Stephen King de Hacendado con un mullet tan alegre como su ego. La apuesta la hace con su editor, british gentleman que, convenientemente, tiene dispuesta para el asunto una mansión familiar perdida en el culo de Gales.

Sí: el argumento, adaptación de una novela de Earl Derr Biggers, es tan absurdo como irresistible.

E irresistible es también el entusiasmo del protagonista (un luminoso Desi Arnaz Jr.) para meterse en la boca del lobo. Porque el tío será tan listo como para escribir una novela de éxito en tiempo récord, pero no lo suficiente como para discernir las incontables advertencias que el destino le irá mandando. Como esa climatología fantasmagórica que se encuentra por el camino; o la especie de bruja malrollera que entra y sale (¿volando?) de una estación de tren en la que se para, perdido; o la fantasmal pareja de criados que parecen salidos de Otra vuelta de tuerca y que, a la primera de cambio, aparecen en una supuesta casa vacía que en realidad acoge a más gente que la 13 Rue del Percebe.

Cierto es que sobrevuela por toda la película una ligereza que no debería hacernos juzgar con severidad una historia que no pretende tomarse en serio a sí misma. Todo en La casa de las sombras del pasado rezuma veneración en clave cómica al cine de terror de serie b del que fueron rostros célebres los actores de su reparto. El problema es que la irregular dirección de Walker y la inconsistencia de la producción bajan a ese cine varios escalones alfabéticos, desactivando una cinta que, con otras hechuras, podría haber brillado como un divertido y juguetón homenaje. Eso sí, al menos te ríes. Un poco.

Marcos García Guerrero
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