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Entrevistas

Jorge Pla-García: «Tardaremos siglos, si no milenios, en transformar Marte en una nueva Tierra»

A sus 40 años, Jorge Pla-García ya ha formado parte del equipo de trabajo de cuatro misiones a Marte: tres misiones de la NASA, desarrollando diverso instrumental meteorológico para el estudio de la atmósfera marciana, y otra de la ESA, la Agencia Espacial Europea. De alguna manera, entre su jornada de trabajo y los ejercicios con los que se prepara para optar a convertirse en astronauta, encuentra tiempo para la divulgación científica: cuando no le toca guardia vigilando el trabajo de los ingenios más complejos jamás creados por el hombre, nos responde amablemente todo lo que queremos preguntar sobre Marte. Está convencido de que el planeta rojo forma parte del futuro del ser humano.

Pospusimos unos días la entrevista por la ventana de lanzamiento de la misión Mars 2020, a la que le queda medio año de viaje espacial para aterrizar en Marte. Poco después estará operativo el rover Perseverance, que incluye la segunda generación de una serie de instrumentos meteorológicos desarrollados en España. ¿Qué datos esperáis obtener con ellos?

El instrumento nos va a dar datos de temperaturas del aire y del suelo; nos va a dar información sobre el viento, su velocidad y dirección; y luego, además, tiene unos sensores para medir la humedad relativa del aire y la presión atmosférica. Por último, también un sensor para detectar la radiación ultravioleta visible e infrarroja que incorpora una serie de cámaras y va a ser capaz, por primera vez en la historia, de estudiar exhaustivamente el polvo atmosférico, que es el protagonista principal de la atmósfera de Marte. El polvo tiene en Marte la misma importancia que el vapor de agua en la Tierra. Ya se ha estudiado en el pasado, pero nos faltan muchas claves y MEDA, la estación meteorológica española, va a ser la primera que lo estudie en profundidad.

Solemos prestar mucha atención a sus temperaturas extremas de Marte, pero los investigadores siempre advertís sobre la hostilidad de la atmósfera del planeta. ¿Qué la distingue de la de la Tierra?

La principal diferencia entre ambas atmósferas, además de la composición, ya que la de Marte está compuesta en un 96% por CO2, es que la de allí es muy delgadita: es cien veces menos densa que la terrestre y eso hace que los fenómenos metereológicos sean similares, pero tengan cien veces menos fuerza de la que tendrían en la Tierra. Por eso novelas como The Martian y la película homónima, desde el punto de vista técnico son perfectas, pero comienzan con una pequeña licencia del autor porque a Mark Watney, el astronauta, le golpea un instrumento y eso sería imposible. Aunque los vientos pueden alcanzar velocidades considerables, no tienen la fuerza suficiente como para mover objetos de este tipo en la superficie del planeta.

En realidad, en Marte hay muchas cosas de las que tenemos aquí. El problema es la dificultad de trabajar con los recursos presentes en el planeta.

Sí. No podemos respirar directamente su atmósfera por el CO2. Hay oxígeno, pero muy poco. Se le considera gas traza, porque no llega al 1% de la atmósfera del planeta. Pero sí sabemos que podremos generarlo a través de un proceso que se llama electrólisis: podemos coger CO2, romperlo y generar oxígeno. Y eso es lo que va a intentar demostrar un instrumento de Perseverance que se llama MOXIE y que tiene una tarea primordial: demostrar que el ser humano es capaz de generar oxígeno a partir del CO2 de la atmósfera de Marte.

Como dices, hay muchos recursos de los que nos podemos nutrir: por ejemplo, el agua que necesitaremos para beber y regar plantas. Marte tiene mucha agua, pero el problema es que casi toda está en fase hielo y muy poca en fase gaseosa. Hay muy poca concentración de vapor de agua en la atmósfera y agua líquida no hay, eso ya lo hemos comprobado. Así que lo que queremos es usar un radar de Perseverance para tratar de detectar a qué profundidad está el hielo de agua porque va a ser el que utilicen las futuras bases tripuladas para poder subsistir.

2020 iba a ser el año de Marte hasta que algo se cruzó en el camino.. ¿Qué hacía de este año algo tan importante para la exploración del planeta rojo?

En 2020, ante la democratización del espacio y la intención de muchas naciones de lanzar misiones espaciales, las agencias espaciales quieren aprovechar lo que llamamos la ventana de lanzamiento: una vez cada dos años, aproximadamente, la Tierra y Marte están en una situación orbital óptima para ahorrar combustible. Eso se aprovecha para mandar las misiones. Nunca antes había coincidido que cuatro agencias espaciales diferentes quisieran lanzar el mismo año.

Por desgracia, una de ellas, la de la Agencia Espacial Europea, ExoMars2020, ha sufrido un retraso y ahora se va a llamar ExoMars2022. Tiene que esperar a la siguiente ventana de lanzamiento. Pero tres de ellas sí que se han lanzado: la China, la emiratí y la americana, Perseverance.

Más allá del año de Marte, ¿cuál será su década? Porque ya llevamos mucho tiempo tratando de dejar una primera huella en otro planeta.

Alguna vez me han preguntado sobre la mala fe en los plazos que solemos dar y no creo que la haya. Realmente, se hace un trabajo fortísimo para intentar estimar cuándo podrá aterrizar en Marte una misión tripulada. El problema es que estas son empresas tan complejas que llegar a los plazos fijados es muy difícil.

Siempre se están pasando la patata caliente las administraciones americanas. Se habla siempre del horizonte de veinte años: en los años 90 se decía que íbamos a mandar humanos a Marte en el año 2010; en el año 2000 se hablaba de 2020; en el año 2010, de 2030… Y ahora lo último que se piensa en la Nasa es en el año 2038. Yo soy un poco escéptico. Yo creo que no lo vamos a ver hasta bien entrada la década de los 40, así que tenemos que mantenernos en buena forma y salud para verlo. Pero creo que, verlo, lo vamos a ver.

Con esos plazos, la primera persona que pise Marte ya estaría viva. Qué le dirías si pudieses hablar con ella.

¡Uf! Le diría muchísimas cosas… Lo primero, que tiene que tener mucho cuidado porque Marte, como te decía, es un entorno muy, muy hostil. Creo que tanto los medios de comunicación como, a veces, los divulgadores y los científicos, fallamos a la hora de transmitir a la sociedad lo dificilísimo que va a ser viajar a Marte. Lo extraordinariamente complejo que es el aterrizaje y, luego, lo muy, muy, muy complicado que será vivir allí. Apenas hay atmósfera, se recibe mucha radiación solar; la radiación cósmica que llega al planeta, procedente de la muerte de otras estrellas, está muy cargada, es muy dañina para nuestro organismo… Hay tormentas de arena fortísimas, tormentas globales de polvo, hay pocos recursos… A día de hoy, no sabemos ni cómo podremos hacer crecer plantas en Marte y esto va a ser algo que tengamos que hacer para alimentar a los astronautas.

Son muchos condicionantes físicos sobre los que tendríamos que hablar, por no mencionar cuestiones individuales como el aislamiento, temas psicológicos, los problemas de la masa ósea y la masa muscular, los problemas para la vista… Es decir, hay muchísimas cosas que tenemos que tener en cuenta y que todavía estamos empezando a entrenar.

Hay muchas obras de ciencia ficción que han tratado de imaginar, precisamente, la vida en Marte. Antes mencionabas El marciano, que apostaba por las cúpulas y la vida en superficie. ¿Qué te parece Marte, de Netflix, en la que a partir de los módulos se explora el subsuelo del planeta?

A mí me gusta más esa ficción, me parece más factible. Todas las empresas y estudios de arquitectura que proponen estas cúpulas tan fascinantes… Creo que es algo que se hará, pero es muy complicado para las primeras misiones porque necesitamos la tecnología, la maquinaria necesaria para poder nutrirnos de los recursos de marte, de su geología. Necesitamos establecernos antes de construir las cúpulas en medio del polvo y el regolito marciano. Yo eso lo veo muy complejo para las primeras misiones.

Creo que en ellas lo ideal sería utilizar lo que ya está allí construido, lo que podemos utilizar, que son las cuevas. En Marte hay tubos de lava, galerías que han quedado excavadas en el subsuelo tras el colapso de la actividad volcánica. Sabemos que hay bastantes por ejemplo en la cuenca de impacto Hellas y en una región volcánica que se llama Tarsis, en el volcán Pavonis. Ya están extintos, pero desde órbita hemos visto que en su interior hay tubos, cuevas, y yo creo que lo ideal sería que las primeras misiones las utilizaran para refugiarse de la radiación ultravioleta y la radiación cósmica.

¿Seremos entonces marcianos de las cavernas antes de salir de nuevo hacia las grandes llanuras?

Efectivamente, quizá nos tocará volver a los orígenes.

En un medio quizá menos conocido para el gran público, la ficción sobre Marte ha llegado incluso a los juegos de mesa a través de un título muy prestigioso como Terraforming Mars. El juego trata, como su nombre indica, de transformar Marte en una nueva Tierra a través de una serie de técnicas complejas. ¿Llegaremos realmente a completar ese proceso?

Lo más importante en este sentido es tener la conciencia de que será algo escalable. Es decir, habrá que hacerlo por pasos, poco a poco. No podemos pensar que de un día para otro vamos a convertir Marte en una Tierra como la nuestra. Es algo que haremos muy poquito a poco, que tardará siglos, si no milenios.

Pero es algo que se va a hacer. Hay gente que es reticente, que dice que es imposible y no. Lo vamos a hacer. El primer paso es el rover Perseverance que, con sus instrumentos, va a generar oxígeno a partir del CO2 de la atmósfera. Es solo un demostrador tecnológico, porque va a hacer creo que unos veinte gramos de oxígeno por hora, que es poquísimo. Para una ciudad como las que se están proponiendo para Marte va a haber que generar toneladas de oxígeno por hora. Pero, aunque muy poco a poco, es algo que vamos a hacer.

Las locuras que propone Musk cuando dice: «Vamos y detonamos bombas atómicas en los casquetes polares y así los derretimos y, como tienen hielo de CO2, se derrite, pasa a la atmósfera y así engorda». Será mucho más complejo y tardará mucho en hacerse, porque si creas una atmósfera de ese modo volvería a perderse en el espacio como ocurrió originalmente. En Marte, mientras se genera la atmósfera habrá que protegerla y todavía no sabemos muy bien cómo hacerlo.

Luego habrá que volver sobre el impacto de Elon Musk en todo lo que tiene que ver con Marte, pero, a día de hoy, ¿qué sabemos sobre lo que puede suponer nacer y crecer en el planeta rojo?

Es algo que todavía es ciencia ficción. Solo podemos elucubrar sobre ello porque, por ejemplo, un embarazo en el espacio conlleva riesgos. No se sabe cómo se formará el embrión, cómo será dar a luz en Marte o en otros lugares del espacio. Es por esto que resulta tan importante la Estación Espacial Internacional. Cuando la gente pregunta: ¿Pero qué sentido tiene tener ahí una nave orbitando la Tierra? Es importante porque necesitamos hacer todos estos ensayos en ingravidez con plantas, con gusanos, con microorganismos, con todo tipo de seres vivos, porque no sabemos cómo nuestros cuerpos pueden reaccionar al espacio, a la ingravidez y a los periodos prolongados en un entorno hostil.

Así que, si soy escéptico con respecto a poner un pie en Marte en la década de los 30, imagínate sobre la posibilidad de dar a luz allí. No digo que no lo veamos, pero es algo que hay que estudiar muchísimo y sobre lo que estamos muy en pañales. No tenemos ni idea de cómo podría ser y creo que es algo que veremos muy a largo plazo.

¿No crees que, en cuanto salgamos al espacio exterior, se sucederán los acontecimientos y tendremos que empezar a improvisar en términos que ahora mismo ni siquiera sospechamos?

Sí, probablemente. Cada generación tendrá que rectificar los errores de la generación anterior. Siempre se dice que, como la distancia entre las estrellas es tan grande, a escala espacial y temporal humanas, si queremos explorar la vecindad solar con misiones tripuladas será imprescindible, al menos a día hoy y hasta que no se invente otra tecnología para viajar más rápido, que se vaya haciendo a través de diferentes generaciones. Es decir, se ha propuesto que en la nave espacial vayan naciendo personas: si una misión dura, por ejemplo, 800 años, serán los tatara, tataranietos de los primeros tripulantes que salgan de la tierra los que lleguen a otra estrella. Eso, a día de hoy, es ciencia ficción y para ello habría que solventar escollos como la alimentación en el espacio, temas psicológicos, el propio embarazo… Es muy, muy complejo.

¿Con cuántas misiones a Marte has colaborado ya?

Misiones espaciales, en cuatro: estuve tres años en ExoMars, trabajando en el espectrómetro Raman, un láser que va a intentar identificar biomarcadores en Marte; luego, en el rover Curiosity, trabajando en la estación meteorológica REMS y colaborando con SAM, que es otro instrumento que estudia la composición atmosférica del planeta; también en InSight, en la estación meteorológica TWINS, que también es española como REMS; y en Mars 2020, en dos proyectos diferentes: en la estación meteorológica MEDA, que también es marca España, y en el Consejo de Atmósferas NASA para el día del aterrizaje, ofreciendo simulaciones atmosféricas para evitar cualquier tipo de riesgo durante el aterrizaje. Aunque es bastante complejo…

A parte, estoy colaborando con The Mars Society, la Sociedad Marciana aquí en España, para temas de terraformación y propuestas de futuras ciudades marcianas: cómo serían, cómo habría que organizarlas tanto políticamente como social y económicamente… En fin, es todo un reto. Estamos metidos en muchos fregaos al mismo tiempo (risas).

¿Te da tiempo a llevar una vida medianamente normal?

Te tengo que ser sincero: como me apasiona tanto, tengo que… que fingir un poquito. Es una vida muy estresante, pero apasionante. Por supuesto, hay que dejar tiempo para la parcela familiar: tengo una niña preciosa y hay que dedicarle muchísimo tiempo; también a mi mujer, tiempo de ocio… Además, si quiero seguir aplicando para astronauta, porque me presenté a la ESA a la última convocatoria de 2008 ó 2009, me tengo que mantener un poco en forma. Así que tengo que hacer también ejercicio si quiero tener alguna posibilidad para la siguiente convocatoria…

Leí que, en realidad, empezaste en la informática. Desde ahí fuiste acercándote a la Física y la exploración teórica del espacio pero, por lo que dices, también te gustaría ser uno de esos pioneros que se acercan a la última frontera…

Sí, claro. Yo creo que mis conocimientos en meteorología marciana podrían ser útiles en una misión. Así que yo me apunto (risas). Es necesario predecir el comportamiento del polvo atmosférico, cuándo puede acontecer una tormenta local o regional, estudiar la temperatura, la humedad relativa… Vamos, que me propongo absolutamente como candidato.

Hace poco vimos en nuestro cinefórum Próxima, una película sobre una astronauta que se prepara para viajar a Marte y tiene que compaginar el entrenamiento con su maternidad. No sé cuántos meses o años pasarán los primeros astronautas que vayan a Marte fuera de la Tierra, pero ¿qué le dirías a tu hija si fueras uno de los elegidos?

Dados los plazos y que mi hija tiene dos años, creo que ella tiene más probabilidades de ir que yo. Sí que es cierto que la NASA ha investigado que, cuantos más más años se tengan, menos probabilidad se tiene de desarrollar un cáncer en el espacio, así que la edad es un grado. En ese sentido, es mejor un astronauta de cincuenta o sesenta años que uno de veinte o treinta, porque tiene menos probabilidades de contraer esa enfermedad. Aun así, ella sigue teniendo más probabilidades.

De todas formas, si yo tuviera la oportunidad de ir lo que le diría es: «me voy a trabajar». Porque tenemos que normalizar los viajes espaciales. Esto es lo que va a pasar durante las próximas décadas, va a ser algo relativamente normal. Así que eso es lo que hay que responder: «me voy a trabajar, es algo normal, voy a tener mucho cuidado y va a ser en beneficio de la humanidad. Para tener un avance tecnológico y de conocimientos valiosísimo para el progreso de la humanidad».

En todos estos proyectos han aparecido de repente la iniciativa privada y más concretamente la figura de SpaceX y Elon Musk, al que antes te referías. Parece difícil encontrar grises entre las luces y las sombras de su impacto en la carrera espacial. ¿Cuál es tu opinión personal sobre su papel en ella?

De entrada, tengo que decir que yo soy pro-Musk. Lo dejo claro (risas). Me tiene ganado y creo que, a día de hoy, la iniciativa privada es fundamental para la carrera espacial. Hay una simbiosis clarísima con las agencias: SpaceX y NASA colaboran mutuamente. Todos los envíos que se hacen a la Estación espacial internacional se han hecho con los Falcon, con esa cápsula Dragon de SpaceX. Creo que es fundamental porque ahora las empresas privadas están recogiendo todos los conocimientos que han ido adquiriendo las agencias espaciales durante los últimos cincuenta o sesenta años y le están pegando un impulso fortísimo económicamente y, sobre todo, a nivel de plazos. Están acelerando muchísimo todo lo relativo a la exploración espacial porque no tienen la misma burocracia ni los plazos tan largos que se marca la administración americana, por ejemplo, a través de NASA.

De hecho, se habla mucho de SpaceX, pero son muchas las iniciativas privadas que participan. Por ejemplo, también en EEUU está Boeing, ULA (United Launch Alliance), también Blue Origin de Jeff Bezos; Virgin Galactic, que va a empezar con los primeros vuelos espaciales para turistas… En fin, creo que toda esta inversión de las empresas privadas será fundamental para hacer de chispa, de catalizador para la exploración espacial. Siempre me gusta pensar en una alianza internacional de agencias nacionales y privadas para la exploración de Marte, porque es algo costosísimo y sin la inversión privada va a ser imposible realizarlo.

Para llegar a la Luna hubo una carrera entre naciones que pugnaban en el contexto de la Guerra Fría. ¿Marte será un esfuerzo internacional o puede convertirse en un frente de batalla entre China y EEUU?

Yo, por desgracia, soy un idealista y a mí me encantaría que fuera una alianza internacional la que capitaneara el esfuerzo. Que el ser humano fuera a Marte con una bandera de la humanidad, que representara a todo el planeta y su esfuerzo colectivo. Pero la realidad es que ya estamos viendo los comienzos de una nueva carrera espacial entre China y EEUU, similar a la que vimos durante la Guerra Fría entre la URSS y EEUU.

A veces me preguntan: ¿Cómo podríamos acelerar los plazos para poner un hombre en Marte? Y siempre digo: el día en que China tenga a un ser humano volando hacia Marte, al día siguiente tenemos a EEUU detrás. Es el acicate que le falta a América. Es así de triste, pero China está creciendo tan rapidísimamente… Ya es el primer país del mundo en lanzamientos espaciales, creo que por tercer año consecutivo. ¡Tiene una misión a Marte en la que quieren aterrizar un rover a la primera! Y es algo complejísimo: la NASA necesitó décadas hasta que aterrizó los primeros rovers y China lo quiere hacer a la primera, cuando el primer lanzamiento creo que fue todavía en 2003. Es la leche como ha crecido China en los últimos años y yo creo que NASA está tomando buena nota y quiere contrarrestar esa inversión que están haciendo para evitar que se lleven el gato al agua.

Hablando del contexto político, ¿cómo percibís los investigadores el momento que vivimos, en el que todo tipo de ideas irracionales y contracientíficas salpican los discursos de muchos candidatos en las grandes democracias del mundo?

A nivel colectivo, preocupa. Luego, a nivel personal, a mí me preocupa especialmente nuestra dificultad para transmitirle a la sociedad la enorme importancia de la exploración espacial. Para explicar cómo revierte en todo tipo de beneficios para la sociedad. Podríamos hacerlo mucho mejor desde la base: desde los colegios y las escuelas, educando a nuestra sociedad en ciencia para que sea consciente de lo importante que es la inversión en investigación y educación. No solo para prevenir pandemias y encontrar vacunas, sino también para generar nuevas tecnologías.

El ciudadano de a pie no sabe que de cada euro que se invierte en el espacio obtenemos cinco de beneficios directos gracias a las tecnologías que se desarrollan. Gracias a la inversión en el espacio tú y yo podemos tener esta conversación: Internet se desarrolló gracias a la inversión en el espacio; también la telefonía móvil, la televisión por satélite, el microondas, los pañales, la vitrocerámica; materiales como la fibra de vidrio, el kevlar, el teflón, el goretex… Todos estos materiales han sido creados en el espacio.

Y ya no es solo la inversión directa en beneficio tecnológico, sino que podemos prevenir desastres naturales con gran precisión gracias a la investigación espacial. A mitad del siglo XX hubo cuatro millones de muertos en China por inundaciones. Se repitieron dos años después y hubo otro medio millón de muertes. A día de hoy, eso sería impensable gracias a nuestros satélites meteorológicos. Podemos prever desastres naturales como los huracanes, podemos mejorar nuestras cosechas…

Todo esto la sociedad no lo entiende y tampoco entiende que estamos generando muchísimos desechos en la Tierra que ya no se pueden almacenar aquí. Necesitamos explorar nuestro entorno, la minería espacial, los asteroides, porque por muy limpias que lleguen a ser las energías en la Tierra, siempre van a generar desechos por las leyes de la termodinámica. Y la Tierra ha dicho basta. Necesitamos el espacio, no solo para deshacernos de estos desechos sino para buscar nuevas fuentes de energía, recursos para la minería, nuevos combustibles como el que hemos encontrado en la superficie de la Luna, el Helio-3… Es algo fundamental, necesitamos un plan B para cuando ya no podamos vivir en la Tierra.

Y, sobre todo, necesitamos explorar nuestro entorno porque es lo que siempre hemos hecho. Ya hemos explorado nuestro planeta, hemos ido a la Luna y el siguiente hito natural es ir a Marte. Nos guste o no nos guste. Es lo que hay: hay que invertir en espacio para conseguirlo y con ello mejoraremos nuestra sociedad.

A veces tengo la impresión de que, especialmente en España, los divulgadores científicos realizáis un sobreesfuerzo para paliar una educación un tanto pobre, especialmente en ciencia…

Absolutamente. Los divulgadores podemos hacer un trabajo formidable, pero, aun así, no vamos a cubrir el vacío tan grande que hay en nuestra sociedad en cuanto a conocimiento científico. Es por eso que es fundamental invertir muchísimo más en educación. Para mí, la profesión más importante que existe es la de profesor. Me cuesta mucho encontrar una profesión que sea más importante: los niños de hoy serán los políticos, los médicos, los panaderos, los bomberos, los científicos del futuro. Si no los formas bien hoy, vas a tener el día de mañana una sociedad ignorante. Por eso es tan importante.

Carl Sagan solía decir que, si te comes el grano de arroz hoy porque tienes hambre, el día de mañana no vas a tener nada que sembrar para darle de comer a tus hijos. Eso es lo que pasa con los políticos: son tan cortoplacistas que recortan en educación, investigación y sanidad, que es lo que te va a matar de hambre en el futuro. Si un partido quiere que España sea un país puntero y próspero en el futuro, hay que invertir en investigación y educación, aunque haya que pasarlo mal hoy. Pero los políticos no parecen entenderlo.

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