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Cinefórum CCCXVIII: «I Am Not a Witch»

El cine independiente, considerado como aquel que está fuera de los principales circuitos comerciales y alejado de las principales productoras y sindicatos (aunque todo esto habría que discutirlo), constituye un cajón desastre en el que poder meter películas tan dispares como sorprendentes. Si bien la semana pasada introducíamos la mano en ese cajón, encontrando una maravilla llamada Columbus, esta vez volvemos a rebuscar entre el mejor cine independiente premiado recientemente para dar con otra pequeña joya: I am not a witch. Literalmente, No soy una bruja.

Rungano Nyoni escribe y dirige esta historia ambientada en la Zambia rural, donde creencias populares, superstición y explotación se mezclan en un esperpento dramático con tintes mágicos e incluso un poco berlanguianos.

Shula (Maggie Mulubwa) es el nombre de nuestra protagonista: una pequeña niña que creemos muda, a la que sus vecinos, acusan de ser una bruja y de traer desgracias al poblado. A partir de aquí, Shula se ve atrapada una espiral de desdicha donde las pequeñas bocanadas de esperanza que respira vienen seguidas de un revés tras otro. Nyoni aporta algunas dosis de un particular sentido del humor y realismo mágico que suavizan el drama creciente, haciendo la película más llevadera y entretenida.

I Am Not a Witch
BFI Film Fund, Clandestine films, Film4 Productions, Soda Pictures, unafilm

I am not a witch refleja parte del fenómeno real de la brujería, que aún pervive en numerosas áreas rurales de Zambia; un fenómeno basado en una compleja idiosincrasia antropológica en la que grupos de mujeres son apartados en pequeñas congregaciones y, privadas de libertad y espacio, son obligadas a trabajar para el gobierno local de diferentes formas, ya sea como recolectoras agrícolas, juezas de paz, o atractivo turístico.

I am not a witch es una curiosa película que atrae, sorprende e incomoda, ya sea por el devenir de su protagonista como por lo alejadas de las coordenadas respecto al mundo occidental. Aunque, si nos paramos a pensar en supersticiones y creencias que obligan a grupos de mujeres a vestir unos hábitos concretos, enclaustrarse en unos espacios cerrados donde realizan diferentes tareas y están supeditadas a las órdenes y decisiones de unos hechiceros superiores que a su vez actúan en connivencia con las institutiones políticas locales, quizá la Zambia rural no nos resulte tan ajena… Habrá que darle una vuelta.

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