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Un plan sangriento: la crónica de un crimen inventado según Graeme Macrae Burnet

Si existe un premio realmente importante en el panorama literario británico ese debe ser el Man Booker Prize. Como buen premio de las islas capitalistas ya ha cambiado en varias ocasiones de nombre: primero fue el Booker–McConnell Prize, luego el Man Booker Prize y a partir de este mismo 2019 será conocido, simplemente, como el Booker Prize for Fiction. Todo por culpa de los patrocinios, claro. Su concesión se basa en la decisión de un grupo reducido de personas que se pasan un año leyendo los libros publicados en Reino Unido para votar y decidir el mejor. No pueden leerlos todos, claro está, y la política, las relaciones personales y las afrentas del pasado enturbian la decisión. Estar en la primera y larga lista de candidatos ya es un éxito. Sobrevivir para entrar en la siguiente lista corta es todo un honor. Los candidatos suelen pertenecer a la nobleza literaria o los grandes conglomerados editoriales. Por eso resulta curioso que, de vez en cuando, se cuele entre ellos una obra inesperada como Un plan sangriento. El caso Roderick Macrae.

Un plan sangriento (cuyo título original es His Bloody Project: Documents relating to the case of Roderick Macrae) es la segunda obra del escocés Graeme Macrae Burnet, que se maneja en el mundo de la novela de género negro. Fue publicada originalmente por el sello Contraband de la editorial escocesa Saraband. Desde los márgenes del mercado, lejos de las grandes casas londinenses, fue vendiendo ejemplares y colándose en los premios más importantes, hasta llegar a esa mítica lista corta del Man Booker y alcanzar la fama. Para muchos fue la historia de la lucha entre David y Goliat, la obra de género de una editorial independiente luchando contra los grandes nombres de la literatura en lengua inglesa. No ganó, pero consiguió una merecida popularidad.

Publicada originalmente en 2015, en España hemos tenido que esperar hasta este 2019 para que sea publicada por Impedimenta. Es un soplo de aire fresco que obras que logran alcanzar fama en el exterior lleguen a España antes de que toda su importancia desaparezca. En el caso del Man Booker, afortunadamente, podemos disfrutar de casi todas las obras destacadas de la cosecha del 2016, año en el que se falló el premio al que aspiró Un plan sangriento. A día de hoy, solamente falta por publicar en nuestro país, All That Man Is de David Szalay. Lo primero que debemos hacer, por tanto, es alegrarnos por poder tener por fin la traducción de una obra como Un plan sangriento; lo siguiente, es pararse a pensar si merecía la pena la espera. Y la respuesta es que sí.

La obra literaria: el estilo como narrativa

Un plan sangriento se sitúa en torno a 1869 en la pequeña población de Culduie, en Ross-Shire, en las tierras altas escocesas. La isla de Skye, que a día de hoy sigue siendo muy parecida a lo que fue en el pasado, alberga una pequeña aldea de apenas siete casas a un lado del camino entre Applecross y Toscaig. Una auténtica frontera de la civilización, en el que la gente nacía, vivía y moría sin conocer las grandes ciudades ni los avances de la modernidad. Los granjeros de Culduie vivían de manera muy parecida a sus antepasados, sobreviviendo y sirviendo a unos señores feudales que ahora eran les alquilaban las tierras para su trabajo.

Allí vivió Roderick Macrae, un joven callado e introvertido que cometió un fatal crimen y fue juzgado en Inverness. De su juicio se conservan suficientes documentos como para realizar una reconstrucción de lo sucedido. Por un lado, tenemos las declaraciones de los testigos que declararon cuando el joven fue detenido; además, se conservan los informes forenses, las noticias del juicio, una sección en las memorias del eminente médico y precursor de la medicina forense J. Bruce Thomson e incluso un detallado relato de lo sucedido escrito por el propio Roderick, a petición de su abogado Andrew Sinclair.

Por supuesto, de todo lo anterior lo único cierto es que J. Bruce Thomson existió y fue un adelantado a su tiempo en sus estudios sobre la psicología de los asesinos y criminales. Sus posiciones eran muy cercanas al racismo, o al menos al clasismo más extremo: opinaba que existía una raza inferior de hombres con tendencias criminales, que casualmente coincidía con quienes tenían menos posibles… Pero, en fin, estamos divagando.

El caso es que con la excusa de una inexistente investigación sobre sus antepasados, Graeme Macrae Burnet se saca de la chistera una sucesión de escritos que van pintando una Escocia oscura, miserable y atrasada, que contrasta con lo que solemos encontrar en las obras que buscan convertir las tierras altas en una suerte de paraíso en la tierra, normalmente apoyándose en musculosos hombres descamisados y ataviados con kilts que seducen a virginales damas de arrebatadora belleza. Frente a ello, aquí nos encontramos a hombres que ya son ancianos en la cuarentena, a mujeres que fallecen dando a luz, a hijos que reciben palizas, enfrentamientos entre familias que se sostienen en un limitado ecosistema de siete cabañas… Un panorama mucho más realista, en el que se suceden situaciones que cada vez resultan más oscuras y menos comprensibles.

Un plan sangriento es, en realidad, una obra de género negro que lucha contra el propio género, insinuando en ocasiones un giro al terror que no acaba de llegar. La narración, en primera persona durante la mayor parte del texto, muestra los pensamientos y las sensaciones de un protagonista del que debemos desconfiar, pero que se gana nuestro aprecio. Roderick es todo un triunfo como personaje. Para algunos es el tonto del pueblo, para otros un chico sensible y lleno de potencial, para él mismo casi un vacío en el que solamente se reflejan los que le rodean. En otra narrativa, seguramente sería un adolescente difícil de los que se meten en líos y acaba ingresando en alguna tribu urbana que gusta vestir de negro. En Culduie, en 1869, es una oveja negra que nadie parece entender y en un entorno que a él también le resulta imposible.

El estilo de Macrae Burnet es literario en la narración de Roderick, jugando al despiste con la autoría de la obra por la calidad de su prosa. La narración, en el resto de documentos que conforman la novela, es mucho más fría y sucinta. En particular, merece la pena destacar cómo el autor aprovecha los recursos humorísticos que ofrece la particular visión de Thomson de las tierras altas y cómo consigue hacer entretenido, e incluso central para la trama, un resumen de un juicio en el que no se ahorran los habituales recursos estilísticos de la época.

Un plan sangriento es excelente en su capacidad para construir un mundo cerrado, para hacernos vivir en él y comprender lo que sucede en una comunidad tan estrecha, llena de rencores y pasiones a las que nunca se deja salir. Culduie llega a parecerse a la Wakely de Perros de paja, a ese extraño mundo en el que todos se conocen y nadie pueden escapar a ese reconocimiento. Aquí, además, no contamos con ninguna figura extraña al pueblo, sino que nos apoyamos en uno de los protagonistas del enfrentamiento más importante que registró la zona, y a través de sus ojos vamos comprendiendo la maldad que se encuentra en los pequeños gestos, en las pequeñas ofensas, en el día a día.

Es de justicia decir que todo en la obra de Macrae juega con el lector, incluido ese plan sangriento del título y del que es mejor no decir nada, pero que es necesario no olvidar nunca. Cada revelación puede ser cuestionada, cada verdad puede desaparecer y cada punto de vista puede ser erróneo. La realidad es que la auténtica historia de Un plan sangriento parece escribirse entre las líneas impresas del libro; que necesitamos leer algo más que la palabra escrita para entender todo lo que sucede, algo que quizá ni el propio Macrae Burnet sabe. Ni hace que hace.

La verdad inexistente. Fronteras entre la ficción, la no ficción, la verdad y la mentira

En varias ocasiones he hablado sobre cómo las relaciones entre la ficción y la no ficción son una de las grandes cuestiones que animan al discurso cultural en nuestro tiempo. El caso de Un plan sangriento es paradigmático, porque busca construir una ficción desde el true crime, el género que estudia asesinatos reales. Y lo hace hasta la última consecuencia, con la creación de cuantos documentos haga falta y un estilo cambiante que busca la verosimilitud. El compromiso de Macrae Burnet con el relato del crimen verdadero es tal que hasta se permite dejar cabos sueltos, confrontándonos con aquello que hemos creído y construyendo un universo abierto en el que no parece existir una respuesta a nuestras preguntas. Al igual que en la realidad, en Un plan sangriento no existe nadie ni nada a lo que acudir para tener una respuesta definitiva; cada giro no hace más que plantear nuevas preguntas y trata de destruir lo que ya dábamos como cierto.

En cada una de las partes en las que se divide la obra parecemos visitar un lugar diferente, aunque semejante. Esa es la magia de la ficción que trata de imitar a la realidad, que consigue transmitir la diferencia de la percepción individual sobre un determinado hecho. En el cine, se suele llamar efecto Rashomon (por la inmortal película de Akira Kurosawa) al juego narrativo que se establece al ofrecer diferentes versiones de un mismo suceso a través de diferentes personajes. En Un plan sangriento sucede algo similar, con el añadido de que la misma narración de Roderick Macrae parece llegar a ser dudosa.

Es una pena que Graeme Macrae Burnet no se atreva a regalarnos uno de los penny dreadful que nos cuenta que se realizaron sobre los sucesos de Culduie, esos folletines ingleses que contaban asesinatos terribles. Es cierto que sin alguna ilustración el intento resultaría bastante anodino, algo que seguramente echó para atrás para al autor. No por ello vamos a dejar de lamentarnos.

¿Un plan sangriento podría haber sido vendido como un true crime a un lector que desconociese su naturaleza? Creo firmemente que sí, y eso no hace más que subrayar su habilidad para ir derrumbando los muros entre la ficción y la no ficción. Me atrevería a señalar que algunas de las contradicciones creadas por el autor de manera totalmente voluntaria lo largo de su narración, nacidas de la confrontación de diferentes textos y documentos, se harían todavía más notables e inquietantes para el lector llegado el caso.

El género que no lo es, la crítica y el público

Dicho esto, merecería la pena cuestionarse a qué genero pertenece realmente Un plan sangriento. ¿Dónde podemos situar un falso true crime? ¿Pasa a formar parte, por su naturaleza claramente ficticia, del género criminal? ¿A pesar de que los sucesos que narra no llegaran a suceder, sigue siendo parte del true crime por su naturaleza estilística? ¿Lo incluimos en la novela histórica para evitar problemas? Esto debió ayudar a la novela a la hora de aparecer en la lista de premios como el Man Booker o los LA Times Book Awards, a darse a conocer en círculos en los que la literatura gana puntos solamente por no pertenecer a un género claro.

En la página web de Contraband, mientras tanto, se dice que pertenece a los siguientes géneros: Crime & thriller, Fiction, Historical fiction, Literary fiction. Cuando necesitas cuatro géneros, dos de los cuales son tan amplios como la ficción o la ficción literaria, está claro que, en realidad, estás moviéndote entre todos ellos. La única realidad, sin embargo, es que Un plan sangriento está donde debe estar, en algún lugar entre el género negro y los thrillers, rodeado de literatura de género negro. No sabríamos decir el nombre exacto de su género, pero lo tiene.

Y ahí es donde el éxito de ventas se entiende y el valor de la obra gana enteros. Nos ha tocado vivir un mundo cultural en el que se ha ido expulsando a la literatura de alcance del público general. Ya hemos perdido a Umberto Eco, Pynchon y McCarthy son ya muy mayores… Encontrar los autores que sirvan de puente entre la literatura con aspiraciones y los lectores parece cada vez es más difícil. Es por ello que necesitemos obras como esta, que rompen barreras y pueden conseguir que un lector de género se encuentre con algo que le saque, en parte, de su zona de confort; algo que le obligue a enfrentarse a una narrativa que tiene puntos en común con la literatura que suele leer, pero que le dé nuevas claves con las que tratar de interpretar sus lecturas.

Es posible que Un plan sangriento pierda el favor de más de un lector que se vea expulsado por la descripción de la vida cotidiana en Culduie, habiendo llegado a sus páginas esperando una sucesión de peripecias con un crimen que resolver. Pero me atrevería a decir que serán más los lectores que descubrirán en su ritmo interno una historia de terror, de extraña premonición de lo que va a suceder, que les hará pasar las páginas sin pausa. Esos mismos lectores descubrirán más tarde que tienen que reinterpretar todo lo leído y que deben plantearse quién les engaña, si es que alguien lo hace; que deben reflexionar sobre qué pasó en realidad y cómo lo explicarían ellos mismos. En ese proceso se acabarán enganchando a una novela que trasciende géneros y narrativas sin dejar de ser fiel a ellas.

Ismael Rodríguez Gómez
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