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Arte y Letras

Museo Nacional de Brasil: pasado en cenizas y futuro incierto

El Museo Nacional de Brasil se ubica en Río de Janeiro, en la Quinta da Boa Vista, y es administrado por la Universidad Federal de la ciudad. El pasado septiembre, se dio una de las mayores catástrofes del año: un gran incendio que destruyó casi al completo tanto la colección expuesta como los fondos del museo. 

En 1818, el rey de Portugal Juan VI funda un centro museístico científico dedicado a la investigación de naturaleza brasileña, zona aún salvaje y desconocida por ese momento. Fue denominada en un inicio Casa de los Pájaros, ya que, dentro de su colección botánica y zoológica, destacaban las aves. En la actualidad, es una institución autónoma vinculada al Foro de Ciencia y Cultura de la Universidad Federal de Río de Janeiro y el Ministerio de Educación, por lo que su perfil es académico y científico; su colección es resultado de la actividad docente e investigadora por parte todos los órganos, agentes e individuos vinculados, y destaca en las áreas de ciencias naturales y antropológicas amazónicas.

Los ejemplares más valorados de su muestra son aquellos exteriores a Brasil; en concreto, los que conforman la colección egipcia, la más extensa del continente e iniciada por el primer emperador o la muestra grecorromana, fruto de la labor coleccionista de la emperatriz Teresa Cristina en los yacimientos de Pompeya y Herculano. El área de paleontología conservaba esqueletos de Maxakalisaurus topal o el fósil humano Luzia; el conjunto etnológico exponía la gran riqueza cultural de la población indígena amazónica, afrobrasileña o pacífica; y la muestra zoológica era conformada por conchas, corales, mariposas… piezas de gran interés para los departamentos universitarios dedicados a dichas áreas de la ciencia, quienes se planteaban los objetivos de catalogar, clasificar y exponer un depósito de especies y fuentes naturales a modo de catálogo nacional.

Gracias a donaciones por parte de príncipes y viajeros extranjeros, reclamaciones judiciales iniciadas por el gobierno brasileño para la recuperación de piezas o compras de colecciones completas y catalogadas por parte del propio museo, la colección fue engrosándose hasta rebosar la cifra de cuarenta mil piezas conservadas. Muchas de estas se hallaban en los fondos institucionales, mientras que otras fueron seleccionadas para ilustrar un discurso expositivo que representara la nación brasileña y el imperio portugués, ya fuera con piezas autóctonas o adquiridas por la metrópoli en sus distintas colonias en ultramar. Se optó por un modelo museístico de inspiración bretona, dividiendo sus secciones en anatomía y zoología, botánica, agricultura y artes mecánicas y mineralogía y geología. De este modo, en 1842 fue reconocido como Centro de Investigación, Producción y Reunión del Conocimiento Brasileño.

En 1986 se anexa una de las zonas con mayor importancia: el Horto Botánico ubicado en el Parque de la Quinta Boa Vista del barrio Imperial de San Cristóbal, dedicado al cultivo de todos aquellos ejemplares vegetales, con fines de estudio científicos y prácticos, en diferentes ecosistemas brasileños exóticos. En esta misma área se halla la Biblioteca del Museo Nacional, edificación que alberga el departamento de Botánica y Vertebrados, la muestra arqueológica pétrea y otras instalaciones dedicadas a la conservación de coral vivo.

Esta edificación renacentista de Dom Joao VI, gestionada por el Sector Público y Gobierno de Brasil, conservaba en sus fondos en 2018 un total de veinte millones de piezas; la colección de ciencias naturales y sociales más amplia de Sudamérica y al servicio del estudio universitario. Tras el incendio acontecido en septiembre, toda la muestra fue trágicamente diezmada, salvándose tan solo un quince por ciento de los ejemplares conservados.

Tras varias investigaciones, realizadas por diferentes equipos de forenses y cuerpos de bomberos, se formularon dos hipótesis que coinciden en un elemento: el fuego comenzó en el antiguo Laboratorio de Audiovisuales, situado en las plantas más elevadas del museo. Sin embargo, difieren en la causa del inicio de la catástrofe: un cortocircuito del anticuado cableado eléctrico de la institución, o la caída de un boloe procedente de viviendas populares cercanas. A pesar de que ambas supuestos fueran fortuitos, dejan entrever una falta de fondos destinados al mantenimiento, la vigilancia y conservación de las piezas y el edificio, recursos con los que se podría haber detenido la propagación del fuego.

Por otro lado, si investigamos más a fondo podemos ver que estas causas directas tan solo fueron la punta del iceberg, un efecto dominó que desencadenó un fuego capaz de devorar el museo al completo. El museo solo era una víctima más de la mala gestión económica del gobierno, junto a otras instituciones universitarias, pero su caso era especialmente interesante: debía destinar el noventa por ciento de su presupuesto al salario de los funcionarios empleados, quienes no estaban siendo pagados por el Estado. Asumía gastos de personal con la cantidad destinada a la conservación de las piezas y el espacio expositivo, la cual era de 30.000 euros anuales. En este escenario, no es de extrañar la situación ruinosa de la institución, con mobiliario histórico y piezas atacadas gravemente por la carcoma y las termitas, sin sistemas antiincendios y medidas de seguridad suficientes (cuatro guardias y cámaras frecuentemente apagadas); o que hubiera cerrado el treinta por ciento de sus espacios por las malas condiciones de presentación. Necesitaba una reforma integral y completa de inmediato, pero aún podría haber sido salvado de no ser por el gobierno de Brasil. Ese mismo año había denegado una ayuda del Banco Mundial por motivos políticos, así como otra del Bando de Desarrollo Brasileño, quien ofrecía 21 millones.

Una vez iniciado el fuego la noche del incidente, el domingo 2 de septiembre, la falta de seguridad y atención por parte de los guardas retrasó la notificación del incidente a los sistemas de emergencia; un lapso crucial de tiempo que determinó el futuro del museo mientras las llamas arrasaban con todo a su paso. La estructura arquitectónica de madera, el cableado anticuado o las piezas conservadas en líquidos inflamables fueron algunos de los agravantes del incendio y la pérdida de la colección, la cual solo pudo ser salvada por los bomberos en un diez por ciento. Las labores de salvamento no solo llegaron tarde como comentábamos, sino que además no contaron con los suministros de agua necesarios por la falta de bocas de incendio en el recinto. En definitiva, una bola de nieve que aumentaba su tamaño a cada segundo que pasaba y se encontraba con alguna de las víctimas de los recortes e injusticias gubernamentales.

Los proyectos que se plantearon a futuro tras el incidente iban en la misma línea que los ya planteados en junio de ese mismo año: cambiar la gestión administrativa de la institución debido a la constante falta de presupuesto o el mal uso del mismo. Privatizar el museo era una opción apoyada por el gobierno de Brasilia, siguiendo el ejemplo de las instituciones con mayor éxito en la actualidad; pero aún a día de hoy no se ha dado el paso, a pesar de que muchos medios de comunicación tacharan a la Universidad de Río de Janeiro como uno de los baluartes de la izquierda brasileña y la cultura anticapitalista, contrarios al actual gobierno de Jair Bolsonaro. Se llegó incluso a contemplar la posibilidad de vender el museo al gobierno chino, tras la falta de mecenazgo por parte de las empresas brasileñas ante la gestión universitaria establecida.

Vender el museo a entidades bancarias, la reconstrucción del espacio expositivo y la recomposición de una muestra similar a la anterior, han sido los principales objetivos durante 2019, pero con los presupuestos de 2018 todos estos planes eran demasiado ambiciosos; la cifra que había descendido a los 30.000 euros debido a los recortes en educación pública desde los 280.000 que recibió en 2013, una medida que se mantendrá aún hasta 2033. Para desarrollarlos, son necesarias una serie de medidas económicas por parte del gobierno brasileño, en primer lugar, quien desembolsó 2,4 millones de euros liberados de forma inmediata del Fondo de Emergencias para garantizar la estructura física y fondos salvados. Además, la UNESCO y la Cartera de Educación Brasileña abrieron nuevos acerbos para destinar a nivel mundial donativos a la causa, la cual se inició con 1,2 millones de euros donados por la institución patrimonial. El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social continuó con su plan ya comenzado en junio de 2018 para la reforma urgente que necesitaba el museo, con un primer desembolso de 722.000 euros de los 5,2 millones totales previstos. Finalmente, en diciembre, se acordó una cifra total de 21,7 millones, 13,7 destinados a la reconstrucción del edificio y 7,7 para un proyecto arquitectónico ejecutivo, la renovación y reajuste de la biblioteca, y 368.000 para el fondo de sostenibilidad. A todo ello se ha sumado 300.000 procedentes de donaciones.

En su apertura, en enero de 2019, el museo optó por exponer muestras didácticas con mil ochocientos lotes de material zoológico, geológico y paleontológico; todos ellos donados, a ellos se sumarán las piezas cedidas por los gobiernos británico y alemán y por el cantante compositor Nando Reis, quien aportó una interesante colección de conchas. Pero muchos más planes han sido acometidos desde entonces: se han catalogado todas las piezas conservadas y también las recibidas; se han reconstruido las colecciones indígenas y digitalizado internacionalmente en un mismo sitio web materiales didácticos y culturales. Esto último gracias a la aplicación de Google Arts & Culture, portal digital en el que el museo ha dispuesto diez reportajes completos, la catalogación de ciento setenta y un piezas y once visitas virtuales diferentes.

En la actualidad, parece que el ámbito museístico ha pasado de moda, no cumple las expectativas del nuevo público insaciable de continua novedad y ruptura con lo establecido. Las exposiciones y las obras artísticas tan solo son valoradas si llaman la atención y crean un impacto en la tan ocupada mente del individuo. Y tanto es así, que todo aquello que es representativo del pasado ha quedado olvidado. Apreciarlo o dedicarle tiempo y dinero no es más que despilfarrar los dos recursos más apreciados de esta era; hasta el punto de que puede traer gravísimas consecuencias, como es el caso del Museo Nacional de Brasil. Tan solo el mundo, e incluso el público brasileño, ha echado la vista atrás cuando ha contemplado su pasado arder. Un hecho impactante que ha despertado debates y ha generado curiosidad en muchos por ver qué se ha perdido. Este incendio simplemente ha sido uno de los muchos casos de arrepentimiento o culpabilidad que debe servirnos como ejemplo a corregir en el futuro; pero, unos millones y el interés momentáneo no van a sanar esta gran herida que el ámbito museístico sufre. Debemos cambiar nosotros junto con él, apreciarlo y saber valorarlo del mismo modo que fue valorado el futuro para preservar y conservar las colecciones y piezas.

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