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Cinefórum CCXLV: «Vinieron de dentro de…»

Hay veces que seguir una película es bastante fácil. Tras Climax, su director, Gaspar Noé, fue tan amable de comentar que se había inspirado en otra película que, casualmente, también fue galardonada en Sitges. Fue en la octava edición, cuando no había premio a la mejor película; por entonces el gran honor era ser elegido como mejor director del certamen. Entre los aciertos del festival catalán, que tuvo unos cuantos, es posible que ninguno sea tan notable como el de destacar a un joven canadiense que firmaba su primera película comercial. Se llamaba David Cronenberg, la película era Vinieron de dentro de… (Shivers en el inglés original) y su retorcida visión sobre el sexo y lo artificial sería uno de los cimientos sobre los que edificar la nueva carne.

Cronenberg es un creador inimitable e incontenible. Partiendo de un cine casi de guerrilla, apresurado y de bajo presupuesto, ha conseguido ir depurando su estilo artístico hasta pasearse por fantasías de ciencia ficción, historias de la mafia rusa o reflexiones hiperestilizadas de la realidad. Las verdaderas constantes de su obra se pueden encontrar, tal vez, en su maestría detrás de las cámaras y en una necesidad real de hacer que el espectador se vea implicado en la película, obligado a reflexionar.

Vinieron de dentro de… podría haberse quedado en una película de casquería con tono de explotación más. Tiene algunos desnudos, bastante sangre y escenas que buscan el impacto visual por encima de todo. Pero, al mismo tiempo, construye un discurso coherente sobre como la represión de nuestros más básicos instintos no oculta sino una pasión dispuesta a explotar. La excusa perfecta serán unos parásitos experimentales que se transfieren entre las personas, liberando nuestros deseos sexuales y trayendo con ellos el fin del mundo tal y como lo conocemos. Algo muy común en la primera etapa del canadiense.

Es curioso que la película tenga lugar en unos apartamentos de lujo, los Starline, que se venden como el futuro para las clases adineradas del primer mundo. Alejados del mundanal ruido, con todas las necesidades cubiertas en un mismo edificio, parecería que Cronenberg había decidido inspirarse en Rascacielos (High-Rise en el original), la novela de Ballard que daría lugar en 2015 a una también muy estimable película de Ben Wheatley. La realidad es que Ballard y Cronenberg son una muestra de la sincronía que a veces acontece en el mundo cultural y artístico: tanto el libro como la película se estrenaron en 1975. De forma independiente, los dos habían sido capaces de localizar un punto clave para la crítica de nuestro mundo.

Vinieron de dentro deA pesar de su exiguo presupuesto, Cronenberg consiguió para uno de los papeles principales a la mismísima Barbara Steele, icono del cine de terror que resulta ser el único rostro conocido de la cinta. El éxito de la misma nos sorprendería hoy en día, puesto que acabó convirtiéndose en la película canadiense con mayores beneficios de la historia en su momento. Por en medio también se convirtió en la más polémica, llegando a ser tema de discusión en mismísimo parlamento. Rodada en apenas dos semanas, con un estilo sucio y directo, Cronenberg podía ser visto desde fuera como un auténtico punk que apareció antes de tiempo. Por suerte para todos nosotros, Vinieron de dentro de… no dejó de ser un pequeño paso en una larga carrera que consiguió cumplir todas las promesas de esas primeras cintas y madurar en uno de los mejores directores del cine contemporáneo.

Ismael Rodríguez Gómez
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