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Edgar Wallace y la nueva España (I): El rey que sonríe

Edgar Wallace no fue solamente uno de los escritores de mayor éxito de principios del siglo XX. Antes de triunfar como literato fue periodista. Su carrera se inició haciendo despachos de la guerra de los Boer, aunque en este caso nos interesa más el hecho de que acabase realizando labores de corresponsal en el extranjero, primordialmente para el Daily Mail. Entre los países que visitó atrae nuestra atención, cómo no, España. Aquí, en primer lugar, pudo conocer las redes de espionaje que abundaban en el país. Más tarde, y esto es lo que nos ocupa, trató de hablar a los británicos de lo que consideraba como el nacimiento de una nueva España de la mano de Alfonso XIII.

Hasta el momento, hemos podido localizar cuatro artículos de los que dedicó a nuestro país. Es posible que existan otros ocultos entre los archivos del Daily Mail. Estos están extraídos de periódicos neozelandeses y que reproducían sus palabras en Inglaterra. Sirva esto también como apunte para entender la trascendencia que tenían, a principios del siglo XX, las palabras de los periodistas, cuando los asuntos españoles acababan en las páginas de un periódico de Nueva Zelanda, intrigando tal vez en la lejanía a personas que nunca podrían soñar con visitar un país que les parecería tan lejano como extraño.

Para empezar, y siguiendo el orden cronológico de publicación, nos encontramos con un perfil del propio rey. Este fue escrito cuando el monarca contaba con veinte años y claramente se había ganado la simpatía de Edgar Wallace. El escritor trata de crear una figura simpática y merecedora de todo elogio, un nuevo rey que traerá un nuevo tiempo para España. Se le da un gesto físico agradable, se destaca que es arrojado e independiente, se le convierte en un enamorado correspondido y llamado a la felicidad.

Es curioso leer el artículo sabiendo el futuro que esperaría al rey, obligado a exiliarse un cuarto de siglo después de las palabras que le dedicó Edgar Wallace. Además, para entonces, suponemos que esto lo ignoraba totalmente el autor, ya contaba con un hijo ilegítimo; el primero de los al menos seis que terminaría teniendo. Conocer esos datos, sin embargo, no le quita vigencia a la obra de Edgar Wallace, sino que permite que a través de sus artículos veamos cómo la monarquía española consiguió conquistar a parte del mundo sin perder la sonrisa y sin que importase lo que se ocultaba bajo esos labios.

El artículo original puede encontrarse a través de este enlace.

La nueva España – El rey que sonríe

Reproducido del original del periódico The Star (Nueva Zelanda), el 16 de junio de 1906

Madrid, 29 de marzo de 1906

Hay en España un joven alto, delgado y cetrino, con una sonrisa perpetua. Se trata de la sincera sonrisa del deleite indisimulado ante la alegría de vivir y de descubrir las cosas. Para él la vida es un cumpleaños, con miles de regalos aún por abrir. Su sonrisa – que si fuera menos respetuoso podría llamar una mueca de placer, pues eso es en realidad – se produce ante el placer del descubrimiento.

El saludo de Alfonso

Le vi una vez subido en su carruaje en Burgos, respondiendo a los sonoros vivas de la gente del campo. Podría haber saludado de manera grave, haberse sentado solemnemente y seguir su camino con la pompa y circunstancia propia de su rango, eso hubiese sido algo propio de un rey. Sin embargo, se quedó de pie, con una sonrisa de placer que no es sino una risita contenida, y sacudió su mano feliz. Saludó a las damas que llenaban los balcones, a los niños que estaban subidos peligrosamente a todos los lugares, a los campesinos de caras morenas envueltos en sus mantos.

Y el amor de su gente, la gente que había visto al niño sin padre crecer hasta la adultez, fue su primer descubrimiento. Entonces descubrió otras cosas buenas, como cabalgar y el placer de la caza, como el disfrute de viajar; y siguió sonriendo.

Entonces descubrió que, con el nervio suficiente, un hombre puede conducir un coche en una carretera recta a cien kilómetros por hora, y ese casi fue el mayor descubrimiento de todos. Coincidiendo con ese momento, los españoles, que no compartían su entusiasmo al tomar curvas peligrosas a toda velocidad, dejaron caer de manera sutil, pero con ese humor mordaz que es característico de su raza, que no había un heredero al trono.

Dicen de Alfonso XIII que era el niño mejor educado del mundo, y si esto es así a día de hoy reivindica el proverbio latino, que se puede encontrar en los apéndices de la mayoría de los diccionarios baratos, y que dice que el mejor educado es el mejor gobernante. Así que cuando llegó la hora de escoger una esposa, cuando frente a él se presentaron una docena o más de princesas de sangre real insulsas pero disponibles, Alfonso, que siendo un fotógrafo aficionado se dio cuenta de la poca fiabilidad de las fotografías retocadas, empezó a realizar una gira para inspeccionarlas.

El más dulce de todos

Las candidatas de Europa estaban concentradas mayormente en Berlín, pero el joven – suponemos que sin abandonar en ningún momento su sonrisa – fue cortésmente impreciso y se salió de la lista. Eligió a una dama de Inglaterra, que sin duda nunca había estado entre las candidatas.

Así el rey hizo otro descubrimiento todavía, y fue el más dulce de todos.

Todos los enlaces reales son enlaces por amor. Forma parte de nuestra hipocresía eterna el anunciarlos así, pero aquí tenemos un enlace que le sienta al cínico endurecido como la lluvia tras una sequía. Aquí hay un auténtico enlace por amor, un enamoramiento que es eminentemente infantil en su intensidad, una búsqueda del amor que satisfaría a los que buscasen el sentimentalismo más absoluto – notemos la sonrisa del rey en las fotografías – y un enlace tan decidido por el protagonista que, si decimos la verdad, casi separó al joven rey de su madre.

España es la casa de la majestuosidad católica. En estos días de agnosticismo la ola del pensamiento libre ha pasado por España sin tocarla; de hecho, en todo caso, ha conseguido cerrar las filas del catolicismo romano contra el intruso herético.

Las noticias del enlace se recibieron con un entusiasmo genuino por parte de la gente de España. Uno apenas escucha hablar de nada más por todo el país; uno ve sus retratos en casi cada tienda. Ena de Battenberg entró en los corazones de la gente común, de los burgueses y de las clases educadas, y digo esto sin caer en exageraciones ni en el entusiasmo.

Si es necesario decir la verdad, en enlace no encontró favor alguno entre el círculo ultracatólico de la corte. La reina María Cristina había esperado que la elección hubiese recaído sobre una princesa de Austria que compartiese su fe. Los grandes oficiales del estado, que durante años habían permanecido cercanos al trono y que a través del rey gobernaban España, compartían todos esa misma opinión.

«Una católica de nacimiento», le apremiaban, y a pesar de que estaban en minoría no dejaban de ser la minoría que gobierna y ha gobernado España durante muchos años.

Podemos, sin necesidad de forzar la imaginación, imaginarnos al rey sonriendo frente a sus quejas. Porque este rey desde el primer día se ha salido con la suya en las cosas que importan.

Alfonso y Velázquez

Cuentan una historia sobre él, la historia de un pequeño niño de pie frente al retrato de Felipe IV realizado por Velázquez, en la galería. Miró muy concentrado durante un largo tiempo al cuadro y entonces…

«También tendré una barbilla como esa», dijo, y desde entonces se entregó a ello día tras día, a pesar de muchos azotes, tratando de moldear y apretar su cara hasta que tuviese la msima forma que la de su ancestro.

Que fuese una barbilla horrenda no es importante. Se trataba de la barbilla de Felipe y hoy, cuando vi el cuadro de Velázquez, casi me sobresalté por el notable parecido entre los dos monarcas.

Así que habiendo alterado su rostro para que se ajustara a su gusto – puedo verle sonriendo mientras lo hacía – no parecía probable que fuese a alterar su vida para agradar a otros. Si esto suena  intrascendente es porque estoy hablando de un chico cuya vida está hecha de cosas intrascendentes.

Las opiniones más pesadas se convertían en ligeras gasas frente a su juventud sonriente, que no podía malgastar ni la mirada de un ojo en la lógica cuando ambos estaban centrados en el amor. Acabó con la oposición de manera gradual pero segura, y hoy en día España está entusiasmada y la corte más que tolerante. Hace unos pocos días fui desde Algeciras a Cádiz para verle partir a las Canarias. Eran sus últimas vacaciones como soltero y toda Cádiz estaba allí para desearle un buen viaje. Mientras el barco partía desde la costa el permaneció de pie en la popa, saludando con su mano y sonriendo como si pensara que un viaje a las Canarias era en realidad el mejor de los chistes.

Ismael Rodríguez Gómez
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