Cinefórum CCCLXVI: «Trabajo basura»
La semana pasada vimos cómo La furia de Brian De Palma apuntaba, aunque fuera a trompicones y con un protagonista de los de antes, algunos de los que serían los grandes temas del cine de los últimos años. La conspiranoia de las agencias especiales, los poderes paranomales y el ritmo de su película nos traen sin solución de continuidad hasta el año que pareció consumir las las posibilidades del séptimo arte del siglo XX (justo antes de que se terminara). No es la primera vez que hablamos aquí de lo que sucedió en Hollywood en 1999: El club de la lucha, Matrix, American Beauty, La milla verde, Cómo ser John Malkovich, El sexto sentido, El talento de Mr. Ripley, Man on the Moon, Magnolia… ¡incluso la última película de Stanley Kubrick! Aún podríamos seguir un buen rato (Un domingo cualquiera, La amenaza fantasma, El proyecto de la bruja de Blair, El gigante de hierro…), pero hoy venimos a recordar una película, quizá más olvidada, y que sin embargo se cuela entre estos grandes títulos, que empiezan a ser clásicos, de un año histórico para el cine americano. Hablamos de Trabajo basura (Office Space), de Mike Judge.
Entramos en el terreno de la comedia (algo lógico, si consideramos que el director de la película es el creador de Beavis and Butt-Head) junto a Peter Gibbons (Ron Livingston), que está profundamente cansado de su monótono trabajo en una empresa de software: no entiende muy bien lo que hace, pero le aburre (¿les suena de alguna otra película de las que hemos mencionado?) y su única motivación es salir a la hora del café para ir al bar en el que trabaja Jennifer Aniston (touché) e imaginar que tiene con ella una relación mucho más enriquecedora que la que le une a su pareja, por cierto bastante ausente en la película y todavía más en su vida. O sea, Peter es un americano más de finales de siglo: todo le va bien (pero muy mal) y tras una sesión de hipnosis con la que pretendía olvidar el tedio vital, emprende una voladura descontrolada de los pilares de su existencia. Insistimos: un fantasma recorría Hollywood dos años antes de que dos aviones atravesaran un par de rascacielos de Nueva York y, de paso, los despachos de todos los ejecutivos de la nación más poderosa del mundo…
En el nudo de esta cinta destaca una breve y divertida adaptación del tema de Bartleby, el escribiente, cuento de Herman Melville cuyo protagonista, simplemente, se niega a ejecutar las tareas que le encomiendan en su trabajo. Su pasiva inactividad acaba desquiciando sin remedio a todos los que le rodean. El giro de Trabajo basura hace que Peter, navegante de ese capitalismo tardío en el que todo el mundo empezaba a tratar de ser cool, cree tendencia: maravilla a la asesoría contratada por la empresa para recortar personal, deja fuera de juego a su jefe (acosador, yuppie, vitaminado, absurdo) y suma a la causa a un par de secuaces con los que decide robar una suma estratosférica de dinero, pero sin que nadie se dé cuenta. Ah, y todo ello mientras invita (por supuesto, con rotundo éxito) a la chica de Friends a cenar. Porque estaría acabando el milenio, pero todavía eran los años noventa…
En fin, estamos ante una película divertida, entretenida y plenamente sintonizada con lo que estaba pasando, tanto en las salas de cine como a su alrededor. Quien esto escribe, nunca conectó especialmente con Beavis and Butt-Head y tiene sensaciones encontradas con la otra película popular del director, Idiocracia, de la que sin embargo recomiendo encarecidamente ver su histórico comienzo. A pesar de ello, Judge acertó en esta ocasión con su particular forma de exponer la alienación norteamericana (y poco a poco, la de todo el mundo), en aquel año formidable para una industria que supo ofrecer un digno entretenimiento a toda su gente, quizá un viernes a la tarde, a la salida de un trabajo absurdo que ya nadie entendía…
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