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Música

Libros y música: Laura Piñero, Fernando Navarro y Juan Bosco Ussía

«Recorrió con la mirada las esquinas del papel y una puerta dibujada se abriría para él descubriendo al otro lado, y más allá de lo que alcanza a ver, los caminos infinitos, infinitos a sus pies», escribió Antonio Vega. Puede que sean caminos vitales o artísticos. Permanecemos como meros observadores en el canto de esa puerta, asomándonos a otro tiempo y a otros acordes. A historias del cómo y el cuándo comenzaron su andadura algunos de los artistas más relevantes del pop rock nacional. Apoya las manos en el pomo de esa puerta ficticia de la que hablaba el integrante de Nacha Pop y da el primer paso, un paso tímido, como si estuvieras probando la temperatura del agua con la punta del pie. Poco a poco, sutilmente, te vas a acercar a la idiosincrasia de aquellos grupos que son los culpables de tu melomanía adolescente. 

De un tiempo a esta parte la música lo inunda todo. En el cine La estrella azul de Javier Macipe y una de las películas del año, Segundo premio de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez. En las librerías títulos como Aquellos años accidentales: DRO, la discográfica independiente que lo cambió todo de Laura Piñero (2023): en él la periodista de La Ser demuestra su músculo narrativo repasando la historia de la discográfica radiactiva. Se suman otros libros de los que hemos hablado como Algo que sirva como luz, del también periodista, en este caso de El País, Fernando Navarro, que da a Supersubmarina el lugar que merece. La primera pregunta que surge al ver estas películas y repasar estos libros es si existe o no esa visión amable de las discográficas. 

Comenzamos con una de las anécdotas del trabajo de Navarro, que aporta una visión diferente de las entretelas de la industria. Es el año 2008 y la maqueta de Supersubmarina cae en manos de Ernesto Muñoz gracias a Alfonso Valverde. Muñoz, tal y como narra Navarro en el libro, era un perro viejo en la industria musical, trabajaba para Sony. Al escuchar la maqueta algo le removió y desde ese momento tuvo claro su cometido. El primer paso fue pasarle tres copias de la maqueta a tres amigos de la escena musical, entre ellos Dani Martín. Quería calibrar qué tenía entre manos (a ninguno le desveló sus intenciones). Tras la escucha los tres coincidieron en que era un grupo diferente y querían cazarlo. 

Pero Ernesto no lo iba a permitir: tenía en mente representarlo junto a Alfonso Valverde. Días después habló con su jefe, el presidente de Sony, que lo tildó de loco cuando le dijo que quería dejarlo todo para mudarse a Baeza y dedicarse en exclusiva a ellos. Él, que acababa de trabajar con Fito y los Fitipaldis y de ser ascendido, lo dejaba todo por un grupo misterioso. Pero en poco tiempo le dio la razón: Sony quería formar parte de la serendipia de Ernesto. Además, no quería que ese trabajo cayera en manos de Charlie, de la discográfica DRO. 

Aquellos años accidentales: DRO, la discográfica independiente que lo cambió todo

Precisamente, el siguiente libro, Aquellos años accidentales, realiza un inventario de los grupos que pasaron por Discos Radiactivos Organizados. Si Navarro nos muestra cómo alguien puede creer en una banda con una vehemencia tan eléctrica como lo hizo el trabajador de Sony, este libro nos enseña la forma de trabajar de una discográfica pequeña fundada por músicos. 

DRO era un sello independiente creado por los integrantes del grupo de los ochenta Aviador Dro y que más tarde se fusionaría con otros sellos como Tres Cipreses, GASA y Twins. En sus inicios, era ante todo un lugar en el que unos músicos gestionaban la carrera de otros músicos. De ahí el trato. Muchos son los grupos que pasaron por la discográfica y después formaron parte de Warner. Algunos de ellos, desde sus inicios, soñaban con trabajar con los radiactivos. Es el caso de Iván Ferreiro, que animó a Piñero a escribir el libro; suyo es el prólogo en el que da la bienvenida a cientos de anécdotas. «Yo mismo intervengo en algún lugar, pero me interesan mucho más lo que puedan decir otros», escribe. Tras él, el inconmensurable trabajo de investigación que la autora realiza a través de quinientas páginas. 

El número de artistas que, de algún modo, han pasado por el sello o han trabajado con gente que provenía de él, es interminable. Quizá lo más interesante es que son grupos muy diferentes: los ochenta, los noventa y los dos mil se entremezclan: Esclarecidos, Parálisis Permanente, Los Secretos, Fangoria, Los Flechazos, Duncan Dhu, Extremoduro, Hombres G (Daniel Mezquita trabajaba en la propia discográfica), El Bicho, Jarabe de Palo, Platero y tú, Los Rodríguez, Siniestro Total, Second, Nacha Pop… Todos grupos consagrados y reconocidos. 

En el caso de Nacha Pop trabajar con DRO formó parte de la táctica y la estrategia. Dentro de la jerga musical hay expresiones tan abusivas como la carta de libertad, de la que carecían para cambiar de discográfica. A los Nacha les ataba un álbum más a Hispavox, pero consideraban que no recibían la suficiente atención y querían marcharse. Su discográfica no iba a aceptar que un sello grande pusiera los ceros sobre la mesa, pero si se trataba supuestamente de una discográfica pequeña, los dejarían escapar. Según Piñero, un abogado que asesoraba a la banda le dio la idea: «si la oferta proviene de una independiente no lo considerarán competencia». Para los radiactivos «la idea de joder a una gran discográfica resultaba tentadora». Dro los ayudó a salir del entresijo legal. Aunque el idilio fue breve se percataron del talante de sus nuevos jefes «eran gente de la música, con inquietudes artísticas y respetuosos». En ese corto tiempo grabaron con ellos Más números, otras letras y el EP Una décima de segundo, este último con la versión de Teo Cardalda de Golpes Bajos, sin duda alguna una de sus canciones más emblemáticas.

Antonio Vega: mis cuatro estaciones 

En ocasiones los libros funcionan como cuentos de nunca acabar y uno te lleva a otro. Leer el capítulo sobre Nacha Pop te invita a descubrir más y releer otros textos sobre Antonio Vega. El elegido es Antonio Vega: mis cuatro estaciones (2009), de Juan Bosco Ussía. En una entrevista en Radio Nacional el autor lo definía como Basilio Martí, teclista y amigo inseparable del músico madrileño, definía a este: un «caos consentido». Vega explica a Ussía en su libro que al llegar a DRO por primera vez se sintieron respetados y trabajaban con comodidad. Mientras estaban en Hispavox tenían que ir mendigando horas para grabar en el estudio tomas sueltas y dar forma a un disco. Años más tarde, con la disolución de Nacha Pop, Vega explotaría su faceta más intimista y poética con su carrera en solitario y en otra discográfica. 

Durante la citada entrevista Ussía afirmaba que la medida de Antonio eran las estaciones, de ahí el título del libro. Antonio era un nómada experto y su tempo creativo otro. Los minutos y minutos de grabaciones y entrevistas que dan forma al libro reflejan la singularidad de esa vida bohemia, sutilmente desorganizada. Un hombre extraordinariamente sensible, que venció su timidez adolescente a golpe de canciones. Hay diferencias de ese pop desenfadado de los Nacha, con aires ingleses, a su carrera en solitario, aunque coincidencias también. 

Su capacidad y su genialidad al componer supera todas las lindes. Por ejemplo, podía dar banda sonora a la relación con Teresa, su exesposa, con una canción pop y mucho guitarreo en Lo mejor de nuestra vida. Con ella daba paso a una entrañable amistad: «me regaló su despedida fue tan suave que ni un solo ruido se escuchó, sin embargo día a día cada cual disfruta mucho más de aquel que amó». Mantenía una relación tan singular con los que le rodeaban que se extrapolaba a sus propios seguidores, a los que invitaba a pasar al camerino en sus conciertos. De vez en cuando se colaba en el foro de su web oficial para hablar con ellos, que le contestaban «qué vas a ser Antonio», «Antonio nunca diría eso». Qué sí, que soy Antonio, joder… 

Decía González Sainz que en la vida hay alegrías pequeñas y alegrías altas y estas últimas se vinculan con la gratitud. A Antonio lo tildaban de un ser solitario y antisocial, pero nada más lejos de la realidad. Él era una persona tremendamente feliz con todo aquello que le apasionaba y obsesionaba: una maqueta de un tren, la astronomía o el alpinismo. Profesaba esas «alegrías altas» de las que hablaba González Sainz y utilizaba las letras para mostrar su gratitud. Lo hizo con Teresa y lo hizo al escribir el Murmullo de tus manos, una canción que dedicó a su cuñada durante su enfermedad y que ella escuchó emocionada antes de fallecer: «al oír esa voz cálida quise volar al lugar de la esperanza de la fuerza que me das. Nadie más afortunado que quien se ha rendido a tu amistad. Y al murmullo de tus manos que siempre he de mimar»… 

Al ex de Nacha Pop tampoco se le escapaban las versiones. Marga, su última pareja, le incitaba a versionar Me quedo contigo de Los Chunguitos. Si no nos fallan las fechas y sin usar IA ninguna, él fue el primero en versionarla; después llegaría el gusto y el saber hacer de Rosalía en los Goya, María Rodés y la versión de Rocío Márquez para la película Adiós de Paco Cabezas. Sus canciones sonaron en más de una película, de sobra es conocida su vinculación con el director Julio Medem. De hecho, el cineasta vasco realizó el videoclip de su tema Océano de Sol

Careciendo de objetividad alguna, los grandes temas de Antonio Vega son Lucha de gigantes y Esperando a Nada de Nacha Pop, esta última muy dignamente versionada años más tarde por Lori Meyers en un homenaje de tinte indie. Sin olvidar Seda y Hierro, la versión acústica, Estaciones, Ángel de Orión y la joya de DRO, Una décima de segundo

Mientras lees este artículo en Instagram circulan fotografías de su banda original, Teo Cardalda, Cira y Annie B. Sweet en el espectáculo homenaje El sitio de mi recreo. Solo hacer un inciso, sin objetividad y con objetividad: Sweet se supera en cada trabajo psicodélico o tradicional que realiza. Es una artista gigante. Vega ha dejado el poso de su trabajo y artistas como ella lo reconocen. 

Y si volvemos a recorrer con la mirada cada esquina del papel, querido Antonio, podemos admitir que hay puertas que siempre permanecerán entreabiertas. Esos caminos continuarán siendo infinitos…

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