Pedro Baños: «El enfrentamiento entre grandes potencias nos va a arrastrar al resto»
Geopolítica: «Estudio de la vida e historia de los pueblos en relación con el territorio geográfico que ocupan y los factores económicos y raciales que los caracterizan». Esto es lo que dice Google. Dicho de otro modo: los juegos de guerra y de diplomacia que explican el mundo. El coronel Pedro Baños es un best-seller en este campo. Lo ha sido con Así se domina el mundo (nueve ediciones en un año) y aspira a repetir éxito con su nueva entrega. El dominio mundial, editado por Ariel, es un compendio de lo que sabemos (y de muchas cosas no tan conocidas) sobre qué países y empresas mandan en el mundo. Y cómo lo hacen. Y dónde lo hacen. Y qué planes tienen. Baños no aspira a responder a todas las preguntas porque sabe que escribe en un mundo marcado por la incertidumbre. Una cosa tiene clara: estamos cada vez más cerca de una pelea en serio, de un conflicto global. En juego está nada menos que el poder.
Lleva nueve ediciones en menos de un año de Así se domina el mundo, su anterior libro. ¿Cómo se explica este interés por la geopolítica?
En principio puede parecer muy inexplicable. A mí me ha sorprendido también (evidentemente, de forma grata) que un libro de geopolítica vaya ya por nueves ediciones en España. Pero lo he comprendido sobre todo cuando, promocionando el libro por todo el país (he estado en una treintena de ciudades), me he dado cuenta de que, especialmente a la juventud, le preocupa enormemente lo que está pasando en el mundo. Porque somos conscientes o empezamos a serlo, de que cualquier cosa que suceda, incluso en la otra parte del planeta, nos afecta y de manera inmediata y universal. Que la juventud esté preocupada por el contexto mundial es algo muy favorable para el desarrollo de nuestra sociedad.
¿Y qué es lo que propone en El dominio mundial? ¿Es una continuación de su anterior ensayo?
Una parte es actualización de algunos de los temas que había tocado en el libro anterior, pero también abordo temas completamente nuevos, especialmente los que creo que son los dos grandes factores que van a revolucionar la geopolítica tal y como la entendemos actualmente, que es todo lo relativo a la tecnología y a la demografía. Y finalmente termino haciendo una predicción de lo que puede suceder en el próximo decenio.
Con el final de la Guerra Fría se dijo que la Historia se había acabado y que ya no había lugar para ideologías ni para grandes relatos. Sin embargo, vemos esos relatos: neoliberalismo, desde luego, pero también nacionalismo. ¿Cuál es su relato sobre esta época?
Que estamos en una época de máxima incertidumbre. El mundo siempre ha sido complejo, volátil, pero ahora con unas características especiales que nunca se habían dado a lo largo de la historia: la inmediatez y la aceleración de acontecimientos. Estamos viendo cómo está cambiando completamente el panorama, incluso el espectro político mundial. Vemos cómo se está girando hacia una especie de líderes carismáticos, muy fuertes. El último caso se ha dado en Brasil, pero está empezando a ser como una tónica en todo el mundo. Veremos en qué evoluciona, pero desde luego es, cuanto menos, inquietante. Luego también contemplamos un enfrentamiento entre las grandes potencias que no se producía desde el final de la Guerra Fría en 1991 y que al final nos va a arrastrar al resto de países del mundo.
Pues hablando de líderes, empecemos por el número uno: Donald Trump. Usted escribe en El dominio mundial que no es tan mal presidente, porque está fortaleciendo la economía de los Estados Unidos. ¿Puede concretar más esta idea?
Vamos a matizarlo, porque probablemente no lo está haciendo mal… para Estados Unidos. No significa que para el resto del mundo, y sobre todo para Europa, sus decisiones no nos vayan a perjudicar. Aquí nos llega una información un tanto distorsionada de lo que significa Donald Trump dentro de Estados Unidos, del conjunto de la población estadounidense. Efectivamente, el paro ya ha bajado hasta el tres por ciento, es un paro estructural. Ya nos gustaría tener aquí el doble de ese paro. Pero es que además ha conseguido convencer a los ciudadanos de que van a tener mucho más dinero para sus bolsillos, entre otras cosas por una bajada generalizada de impuestos, empezando por las empresas. Inmediatamente, estas empresas dijeron que iban a subir los sueldos y los beneficios sociales a todos sus trabajadores. Eso es revolucionar la sociedad. Y lo más importante: también está convenciendo a la población de que Estados Unidos tiene que recuperar el poder que en cierto modo estaba perdiendo, y además a pasos agigantados, especialmente en beneficio de Rusia y, principalmente, China.
¿Qué significa esto? Nosotros lo vemos como europeos, pero no lo entendemos como el conjunto de los norteamericanos. No debemos pensar solamente en las dos grandes costas y sus grandes medios de comunicación básicamente demócratas, que es la información fundamental que aquí nos llega. Pensemos en todo el país, en la América profunda, en los estados del cinturón de la Biblia, que son los que están apoyando a Trump. Y también pensemos en los trabajadores que allí les llaman de cuello azul, el obrero de las fábricas, que en general está también apoyando de modo mayoritario a Trump.
En este libro cita a Napoleón cuando decía que las tres armas fundamentales para ir a la guerra eran el dinero, el dinero y el dinero. ¿Trump y Estados Unidos se están preparando para la guerra cuando están acumulando capital? Y en ese caso: ¿para ir a la guerra contra quién?
Precisamente lo que está haciendo es entendiendo esa situación que decía Napoleón. Hay que pensar que a lo mejor también es lo que pretende China: una vez que se consolide como primera potencia económica, lo que va a tener son unas buenas fuerzas armadas y unos buenos servicios de inteligencia para hacerle la guerra a Estados Unidos de un modo todavía más directo de lo que lo está haciendo a través de la guerra económica. Y evidentemente, el señor Trump está intentando que eso no suceda o no llegue a suceder, poner de alguna manera una zancadilla a ese ascenso tan sumamente rápido.
El principal ideólogo de Donald Trump ha abierto una oficina recientemente en Bruselas desde la que alienta a líderes como Salvini o Marine Le Pen. ¿También los está preparando para la guerra?
Es interesante, porque Trump lo que promulga es un neoconservadurismo, una vuelta a los valores tradicionales, lo que, por cierto, coincide plenamente con el pensamiento político del señor Putin. Es decir, en cierto modo es contrario a las corrientes mayoritarias que hay, por lo menos, en algunas partes de Europa, principalmente en el sur, que son más bien neoliberales. Y eso, desde luego, también nos va a llevar a un enfrentamiento. Por supuesto, hay que pensar que todas las grandes potencias lo que han intentado siempre es que los gobiernos de los países más pequeños, de los países que tienen subordinados, le sean afines.
Jair Bolsonaro, recientemente elegido presidente de Brasil, ¿es otro agente de la guerra?
De momento vamos a verle la imagen del líder carismático y fuerte. Veremos si se convierte en autoritario. Da la sensación de que sí, al menos con las primeras medidas que está adoptando. Pero vamos a ver en qué termina. Porque hay que pensar que como pasa con todos los gobernantes cuando llegan al ejercicio de sus funciones, de repente se encuentran con que no están solos, aislados en el mundo, sino que tienen que vivir en un contexto. Vamos a ver si modera sus posiciones o las acentúa, pero lo cierto es que es un síntoma más, como decía, de una política mundial que se está transformando completamente con esos líderes fuertes como Xi Jinping en China, Putin en Rusia, Erdogan en Turquía, Trump en Estados Unidos… incluso en Sri Lanka, a cuyo primer ministro lo llaman el Hitler de Sri Lanka. Es una tendencia que se ve también en los propios estamentos europeos, el Parlamento y la Comisión, de los que se está diciendo que se están alejando cada vez más de los parámetros democráticos.
También cabe preguntarse qué harían un montón de líderes fuertes en una sala si no es darse golpes entre ellos.
Ese es el problema del líder fuerte. Puede ser muy positivo para su país si sabe interpretar sus necesidades, si sabe poner orden, fortalecer su economía… el problema es que la historia también nos demuestra que los líderes fuertes terminan peleándose entre ellos.
Casi todos estos líderes tienen también una fuerte vertiente religiosa. Donald Trump está apoyado por los evangélicos, de la misma forma que Bolsonaro, y los dos socios principales de Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí, tiene sus propias fes. ¿Dios ha vuelto como actor político?
Es una buena pregunta, porque es lo que está sucediendo. De hecho, Putin también está totalmente apoyado ahora mismo en la Iglesia ortodoxa rusa. Trump, efectivamente, no solo se apoya en los judíos, sino que además lo hace en todas las religiones cristianas que, por cierto, también han visto con muy buenos ojos el traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén en el caso de Israel. Quiero decir que tanto es así que la última estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos, firmada por Trump a mediados de diciembre pasado, pone en un punto que los valores y principios estadounidenses han sido dados por Dios. Para que veamos si tiene importancia la religión. En Estados Unidos la tiene: podemos volver a hablar de esos famosos estados de la Biblia, en los que en algunos de ellos hay prácticas sexuales que están prohibidas por ley.
Arabia Saudí, y más concretamente su príncipe heredero, Mohámed bin Salmán, están ahora en una situación difícil por el asesinato de Jamal Khashoggi. ¿Cómo ve usted este caso?
Es muy curioso, porque como digo en el libro, se mezclan dos grandes elementos del poder: los servicios de inteligencia y el elemento económico. Creo que al final va a pasar muy poco, porque Arabia Saudí no es solo uno de los principales fondos soberanos del mundo, sino que la familia Saúd es de las más ricas del planeta. Tienen tanto capital que evidentemente eso condiciona hasta a países enteros. Al final va a quedar todo en un juego de palabras, pero no habrá sanciones importantes. Entre otras cosas porque si las hubiera, inmediatamente Arabia Saudí podría decidir cambiarse de bando, cosa que no interesa. Además, si se debilitara enormemente como Estado, Irán volvería a ocupar en Oriente Medio su lugar, aún más fuerte si cabe, situación que Estados Unidos e Israel no van a permitir bajo ningún concepto. Es decir, entramos en un juego también de la geopolítica, de la economía, de muchísimos intereses. Imagínate que Arabia Saudí se pasase al bando de Rusia o China…
¿Cree que hay que dejar de venderles armas a los saudíes?
Todos los países deberían reflexionar sobre a quién hay que venderle armas. El problema es que si nos basáramos solamente en hacer negocios con aquellos países que son de verdad democracias consolidadas, nos quedaríamos con una veintena en todo el mundo. Entonces, ¿con quién vamos a hacer negocios? Como decía también en el primer libro, el mundo es tremendamente hipócrita en sus relaciones internacionales, y además lo que manda es la economía: al final de lo que se trata es de hacer negocios para, entre otras cosas, tener ingresos con los que poder sustentar los servicios sociales que ofrecemos a los ciudadanos.
Mohámed bin Salmán habló en el llamado «Davos del desierto» (ese foro de inversiones que estuvo, precisamente, en cuestión por el caso Khashoggi) de Oriente Próximo como la nueva Europa. ¿Qué puede significar ese concepto aplicado a esa región del mundo?
De ese «Davos del desierto» recordemos que cuando estalló el caso Khashoggi, dijeron que no iba a ir nadie. Y sí fue la gente. Porque evidentemente es un pastel muy grande a compartir y nadie quiere perderse su parte. Respecto a ese concepto de la nueva Europa, hay que entenderlo en el sentido de modernizar, democratizar y unificar Oriente Medio. Pero claro, siempre bajo su batuta, donde se enfrenta a Irán, Turquía e incluso si me apuras con Egipto. Y ese es el problema: ¿quién va a mandar ahí? Y no olvidemos el enfrentamiento religioso: por un lado el wahabismo y por el otro los Hermanos Musulmanes, ambos interesados en ser líderes en ese nuevo Oriente Medio. Es un tema tremendamente complejo.
Además, hay que pensar que esa modernización de Arabia Saudí, que es más bien un buen lavado de imagen, tampoco es que claramente se esté produciendo. Lo que ha sucedido en el caso de Mohámed bin Salmán es una concentración absoluta del poder. Las reuniones interministeriales las dirige él. Lo coordina todo. El poder que tenía en el ministerio de Interior su primo, Mohámed bin Nayef, se lo ha quitado y se lo ha quedado él. Se ha hecho con el control de todo el estamento militar, incluida la Guardia Real. Se ha hecho con el control de todos los servicios de inteligencia, que a su vez ha unificado. Tiene el poder absoluto, con lo que no estamos hablando de una persona que parezca que vaya a repartir el poder de una manera democrática.
En ese mismo foro, el príncipe heredero saudí citó de una manera amistosa a Catar, país con el que Arabia Saudí estaba enfrentado hasta ahora. ¿Cree que eso es señal de que Turquía, aliada de Catar, se ha cobrado una pieza diplomática por el caso Kashoggi?
Recordemos que Catar y Arabia Saudí están en bandos rivales: Hermanos Musulmanes y los wahabíes. Tanto miedo ha tenido Catar de ser incluso invadido por Arabia Saudí que sabemos que ha establecido, pidiéndoselo a Ankara, una base militar de Turquía. Y es lo mismo que puede suceder con Kuwait, porque parece ser que Arabia Saudí los ha amenazado con rediseñar las fronteras para hacerse con el control de algunos de los pozos de petróleo actualmente kuwaitís. En este caso, Kuwait también mira hacia Turquía, que está muy permeada por los Hermanos Musulmanes, donde tienen un gran poder. Así que estamos hablando de luchas ideológicas, religiosas, económicas… una serie de circunstancias que no dejan de hacer de Oriente Medio un conjunto muy inestable.
Usted escribe que Arabia Saudí financió a grupos vinculados con Al Qaeda en Siria. ¿Cree que se siguen creando y criando cuervos, como sucedió con los muyahidines en Afganistán? ¿A qué intereses sirven estos grupos?
Arabia Saudí, y así lo atestiguan documentos legales (incluso informes de parlamentos de países europeos), ha expandido el rigorismo musulmán por buena parte del mundo con las mezquitas y madrasas (las escuelas coránicas) que ha ido construyendo. Eso no significa que así se vayan a generar directamente terroristas, pero lo que sí es verdad es que los terroristas salafistas-yihadistas pasan todos por un proceso previo de radicalización (en unos casos más rápidos, en otros más lentos). Es muy difícil atestiguar de una manera fehaciente que el gobierno de Arabia Saudí y de otros países del Golfo hayan patrocinado el terrorismo. Lo que sí es verdad, y hay informes también (incluido del Parlamento británico), que dicen que sí que hay nacionales de esos países que han ayudado a crecer y expandirse a este terrorismo.
Hablemos de Rusia. Usted dice que es responsable de la mayor parte de ciberataques que hay en el mundo. ¿Es una amenaza como insisten importantes medios occidentales?
Es una más. Hay que pensar que ahora mismo la guerra se hace, como decíamos, a través de instrumentos económicos y también, por supuesto, en el ciberespacio, donde luchan los servicios de inteligencia. Y lo hacen a través de la propaganda, de la desinformación, de la guerra psicológica y la manipulación de los medios de comunicación… Esa es la manera de combatir, y es un instrumento más del que disponen las grandes potencias para hacerse frente. Hay que tener en cuenta que Rusia siempre ha tenido una tecnología fantástica. Recordemos todo lo que significó la carrera espacial: ellos fueron los que lanzaron al espacio al primer animal, al primer hombre y a la primera mujer; fueron los científicos rusos los que ayudaron a crear nuestra agencia espacial europea. Además, tienen a personas muy preparadas. Es un país muy culto, con historia detrás. Así que, desde luego, tienen a gente muy capacitada para hacer la guerra en estos medios, en la guerra híbrida con todo su significado, que se hace como vemos tanto en el plano físico como virtual.
¿Tiene sentido que Europa se enfrente a Rusia tal y como lo está haciendo con las sanciones impuestas desde la guerra de Ucrania?
Yo he dicho siempre, y lo mantengo, que ha sido un gran error. Si Europa se tiene que reformar y reinventar, y yo así lo creo, eso pasa por acercarse a Rusia. Si queremos volver a tener voz en el escenario internacional hay que acercarse a Rusia. Hay que pensar que todo de lo que nosotros carecemos, empezando por la energía y siguiendo por muchos minerales estratégicos que nos hacen falta para nuestra industria y, sobre todo, para la industria tecnológica que nos va a venir en un futuro ya inmediato, lo tiene Rusia. Además, es un mercado fabuloso que está, como mercado emergente, deseando consumir todos los artículos y del mayor lujo. Y a ellos también les viene muy bien para podernos vender esas cantidades ingentes, casi infinitas, de recursos de todo tipo. Y lo harían por carretera, el transporte más barato. Para nosotros creo que sería la gran solución, pero evidentemente no le interesaría a Estados Unidos bajo ningún concepto.
Posiciones como esta le costaron a usted un puesto en el gobierno de España.
Sí, pero yo sigo pensando en el beneficio de los ciudadanos españoles y europeos. Como militar, no tengo ningún otro objetivo ni ningún otro posicionamiento ideológico ni político. Mi única idea y motivación es servir a los ciudadanos y creo que lo hago si consigo mejorar de verdad su calidad de vida y, sobre todo, que no nos lleven a enfrentamientos militares donde todos perderíamos y que en muchos casos no son para defender nuestros intereses, sino intereses foráneos. Desde luego, sigo manteniendo el mismo discurso: yo no pedí ningún puesto. Cuando me dijeron finalmente que no, me quedé también muy tranquilo, porque pensaba que me sentía muy honrado y agradecido de que alguien hubiera pensado en mí. Y por supuesto, siempre estaré a disposición de cualquier gobierno de cualquier signo, pero sin participar en ningún debate político.
¿Tienen las Fuerzas Armadas una posición similar a la suya con respecto al tema de las posiciones con Rusia?
Las Fuerzas Armadas están al servicio de los ciudadanos. Servimos al Gobierno, es verdad, pero porque los ciudadanos son los que lo han elegido constitucionalmente. Yo tengo la capacidad, porque se me permite, de poder expresarme en los medios de comunicación, pero no es lo normal del resto de militares, porque para lo que estamos es para cumplir las órdenes que se nos vayan dando. Y por supuesto, si en algún momento el gobierno cree que esa es la mejor de las soluciones, nosotros la aplicamos.
Por poner un ejemplo concreto: ¿tiene sentido que España envíe carros de combate a Lituania?
Yo creo que es, sobre todo, por agradar a los aliados. Es una pregunta delicada, porque como suelo decir no quiero entrar jamás en una crítica al Gobierno: ni me corresponde ni me lo permito a mí mismo. Pero en este caso concreto pienso que la decisión no es especialmente útil, porque es la primera vez en toda su historia que salen carros de combate del territorio nacional, y lo hacen como parte de un instrumento más para ofender a Rusia.
A veces decimos que Rusia nos está rodeando, que nos quiere invadir en cualquier momento, pero los que estamos rodeando somos nosotros a Rusia. Recordemos al principio del verano, cuando Rusia realiza unas macromaniobras y algunos ya aventuraban que se estaban preparando para invadir Europa con sus carros de combate. Pues resulta que ahora mismo la OTAN está realizando las mayores maniobras después de la Guerra Fría, y además en un escenario que es muy interesante por el control del Ártico. ¿Cómo tiene que ver eso entonces Rusia? Las ofensas son mutuas, lo que pasa que aquí solamente somos capaces de interpretarlas desde una sola visión, y es importante siempre verlas todas.
Hablemos del caso Skripal. La primera ministra del Reino Unido dijo en el Parlamento británico que la mayor nueva amenaza para su democracia era el GRU, el servicio de inteligencia militar de Rusia. ¿Qué es el GRU?
El GRU siempre ha sido un servicio muy eficaz, sobre todo en acciones operativas, militares. Los que realizaban esas operaciones eran spetsnaz, militares que procedían de las fuerzas especiales del ejército; más labores finas de espionaje y menos de ciberespionaje. Evidentemente, los servicios de espionaje rusos son brillantes, siempre lo han sido, ya desde la época de la Guerra Fría o incluso antes. Y además han aumentado notablemente sus capacidades. Por ejemplo, el SVR, el servicio de inteligencia exterior de Rusia, ha duplicado sus instalaciones recientemente; es decir, que se está potenciado. Eso es cierto. Y aun así, yo creo que todavía no llega a la capacidad tan sumamente enorme que tienen los servicios de inteligencia (sobre todo en la parte tecnológica) de los Estados Unidos.
Hay que tener en cuenta que esas declaraciones de Theresa May deben enlazarse con las que también hacen los altos cargos de Estados Unidos en ese enfrentamiento geopolítico que ellos tienen con Rusia. El Reino Unido es el primo-hermano de Estados Unidos, y lo que dicen estos lo replican ellos. Creo que estas declaraciones hay que tomarlas con ciertas reservas; yo no me atrevería a hacer afirmaciones como esas con tanta rotundidad.
Tanto el caso Skripal como el de Khashoggi tienen en común que parecen acciones muy burdas. Llama la atención eso y también la cierta impunidad de movimientos y acción de los agentes.
En el caso Skripal, lo primero que hace sospechar de que, efectivamente, sea esa la auténtica historia, es el hecho de que si se hubiera utilizado cualquiera de los agresivos neurotóxicos de la familia Novichok, los daños habrían sido muchísimo mayores. Estamos hablando de que es un agresivo tremendamente mortal, y lo cierto es que ni Skripal ni su hija, afortunadamente, han fallecido. Es verdad que luego sí hubo fallecimientos, en una situación un tanto rocambolesca o incierta. Pero si se hubiera empleado de verdad un agresivo de esa naturaleza habría habido muchos más muertos. Desde luego, la sensación que da es de una cierta torpeza, pero hay que tener en cuenta que de lo que nos enteramos es de las acciones de los servicios de inteligencia que son torpes. De las brillantes, no.
En las páginas finales del libro usted compara la situación actual con la crisis de la República romana que dio lugar al Imperio. ¿Así nos adentramos en el siglo XXI? ¿A las puertas de un nuevo imperio o, al contrario, vamos hacia una división y un conflicto entre muchas partes? En ese caso: ¿se atreve a poner una fecha a ese posible desenlace apocalíptico?
Yo creo que estos años veinte que vamos a vivir serán años difíciles, y puede verse el año 2030 como el punto de inflexión, que es cuando China quiere ser la gran potencia dominante, sobre todo en el campo económico mundial. Como vemos, estamos viviendo dentro de la Unión Europea un período de debilidad, de ruptura familiar y social. Esto es una realidad que no se puede negar. Pero es que además, hay otros bárbaros (por así llamarles) que están viniendo con gran pujanza, con unas mentalidades muy diferentes a las nuestras, con unas maneras de actuar también muy diferentes, con unos principios políticos y de respeto a los derechos humanos y los valores que no tienen nada que ver con los nuestros. Y esto significa que, a lo mejor, somos nosotros los que vamos en declive mientras otros están creciendo y serán los grandes dominadores en pocos años.
También escribe que «la democracia es la hoja de ruta geopolítica del siglo XXI». ¿Puede explicarme un poco este concepto?
Claro. Es que una vez más, no pensemos solamente en nuestro problema, que es el envejecimiento de la población y la falta de natalidad. En otros países, algunos muy próximos a nosotros, como Níger, el número de hijos por mujer fértil supera los siete. Hay países como Nigeria que en no más de treinta años puede tener más habitantes que toda la Unión Europea, y eso solo un país africano. Para que veamos cómo la disparidad es absoluta. Además, todo eso va a llevar a que se siga magnificando estos movimientos migratorios masivos incontrolados y que, encima, aún se pueden acelerar mucho más si se sigue confirmando este calentamiento global asociado al cambio climático. Quiero decir que estamos en un contexto muy delicado y que, una vez más, debemos pensar a largo plazo, como hace China. Esa es una de nuestras debilidades como democracia: la alternancia política que impide a nuestros políticos hacer esa visión estratégica de las situaciones.
¿Cree entonces que la inmigración es una guerra generacional de jóvenes contra viejos?
En cierto modo. Además, de una juventud que ahora mismo está con un futuro muy incierto, con una sensación de frustración, tremendamente bien preparada pero que sabe que a lo mejor no va a poder vivir como lo hicieron sus padres y sus abuelos. Y no solo eso, con un futuro también incierto en todo el mundo. En el caso concreto de Europa, creo que lo que nos hace falta son líderes políticos, no digo carismáticos y fuertes como en otros sitios, sino cuanto menos que vuelvan a ilusionar a la juventud, especialmente, y hacerla volver a creer que la democracia es el mejor de los sistemas políticos.
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