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‘British Horror Story’: diez obras que deberías leer si te gusta ‘Penny Dreadful’

A estas alturas, pocos serán los que no sepan a qué debe su nombre Penny Dreadful, una de las series bandera de Showtime. Por si acaso, lo recordamos: desde los albores de la época victoriana, aparecieron en el mercado editorial británico los conocidos como terrores a penique (los penny dreadful, también llamados penny horribles o penny bloods), publicaciones predecesoras de la literatura pulp y que hacían las delicias de la cada vez más alfabetizada clase obrera. Se trataba de folletines sensacionalistas sobre historias truculentas, pasionales y fantásticas, que servían de alternativa popular a las revistas respetables de la época y que paliaban la perturbadora morbosidad de una sociedad, la victoriana, que tenía en los temas escabrosos uno de sus principales intereses. Desde el luto permanente que mantuvo la reina Victoria por su temprana viudedad, hasta la proliferación de sociedades secretas en las últimas décadas del siglo XIX, pasando por la aparición de un género genuinamente británico como el de la ghost story: la Inglaterra decimonónica se caracterizó por su fascinación por lo macabro y lo sensual como reacción a la enfermizamente reprimida moralidad burguesa, y por su interés por lo mágico en contraposición al imparable racionalismo de la industrialización. Y a eso respondieron los penny dreadful.

Así, la serie creada y escrita por John Logan (Skyfall, Gladiator) y producida por Sam Mendes (American Beauty) es desde su propio nombre toda una declaración de intenciones. Una sinopsis rápida de su argumento nos lo confirma: a finales de la década de los años ochenta del siglo XIX, el distinguido explorador sir Malcom Murray (Timothy Dalton) recluta a un variopinto grupo de personajes con el fin de encontrar a su hija Mina (Olivia Llewelyn), raptada por fuerzas sobrenaturales. Este equipo estará formado, además de por el propio explorador, por la médium Vanessa Ives (Eva Green); por el pistolero americano Ethan Chandler (Josh Hartnett), una especie de Buffalo Bill con tendencias licántropas; por el prometeico doctor Víctor Frankestein (Harry Treadaway); por el soldado africano Sembene (Danny Sapani); y por el excéntrico erudito del British Museum Ferdinand Lyle (Simon Russell Beale). Mientras, en las aceras y salones del Londres victoriano, se cruzarán con toda clase de personajes, algunos originales, como la prostituta Brona Croft (Billie Piper) o la espiritualista Madame Kali (Helen McCrory), y otros salidos de las páginas de la literatura de la época, como el monstruo creado por Frankestein (Rory Kinnear), el profesor Van Helsing (David Warner) o Dorian Gray (Reeve Carney).

Pero si bien Penny Dreadful deja claro desde su nombre lo que es o pretender ser, con el paso de los capítulos comprobamos que en realidad va mucho más allá. Porque enarbola con alegría la desvergonzada falta de solemnidad inherente a la literatura de terror barata (toda clase de seres del averno campan a sus anchas por el metraje y no se escatiman gastos en lo que a casquería y sangre se refiere), pero tanto su factura como sobre todo su desarrollo narrativo la hacen más deudora de los grandes clásicos de terror gótico que de los penny dreadful. Lejos del efectismo gratuito de la lectura de kiosko, la buena literatura de género alcanza el horror gracias a la profundidad psicológica de sus personajes, y esto es algo que está muy presente en Penny Dreadful, cuyos protagonistas esconden tantos monstruos en su interior como los que combaten en las brumosas calles londinenses.

Por eso, por el evidente espíritu de celebración literaria que desprende Penny Dreadful, nos proponemos a continuación acercarnos a unas cuantas obras que sin duda todo amante de la serie debería leer. Ignoraremos conscientemente las referencias directas a las que nos remiten sus personajes protagonistas (Drácula, Frankestein, El retrato de Dorian Gray…) o las que presuponemos están por venir en siguientes temporadas (El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr Hyde, El hombre invisible…), ya que se trata de títulos tan canónicos e imprescindibles que no entenderíamos que ustedes, amables lectores, estuviesen perdiendo el tiempo aquí sin haberlas leído antes, como tampoco nos explicaríamos cómo podrían haber disfrutado satisfactoriamente de una serie que se articula en base a permanentes guiños a sus inspiraciones literarias. Trataremos, en definitiva, de reivindicar algunos clásicos no tan conocidos de las letras góticas y que encajarían perfectamente en el espíritu de Penny Dreadful.


La liga de los hombres extraordinarios, Alan Moore y Kevin O´Neil

The League of Extraordinary GentlemenNo solo todo seguidor de Penny Dreadful debería leer La liga de los hombres extraordinarios, sino que la lectura de este cómic es la que debió llevar a John Logan a crear un producto catódico que hiciese las veces de remedo oscuro del mismo. Las semejanzas son evidentes.

Si Alan Moore ideó un supergrupo de personajes literarios contratado por la inteligencia británica para realizar misiones excepcionales, Logan hace su propia liga para luchar contra las fuerzas de lo oculto. En el cómic la iniciativa es del servicio secreto de la Corona y tendrá nada menos que al profesor Moriarty, archienemigo de Sherlock Holmes, como su principal némesis. En la serie, la empresa tiene carácter privado y es emprendida por voluntad de sir Malcom Murray, trasunto del Allan Quatermain de Moore (personaje de H. Rider Haggard y prototipo, en definitiva, del explorador decimonónico) y tendrá como objetivo fundamental luchar contras las fuerzas del mal que eventualmente irán amenazando a sus integrantes.

Pero si bien ambas obras son pastiches de aventuras protagonizados por grupos de personajes fabulosos (llegan a compartir protagonistas literarios como Dorian Gray o Mina Murray), pueden diferenciarse perfectamente por tener identidad propia: mientras que La liga de los hombres extraordinarios se acerca más al género de espías (es Campion Bond, antepasado de James Bond, el creador del grupo) y coquetea también con el steampunk, Penny Dreadful encaja por completo en las coordenadas del terror decimonónico.


La era de Drácula, Kim Newman

La era de draculaSi alguna novela descubrió al aficionado medio de fantasía y terror la idea de la mezcla de personajes literarios para crear un nuevo todo, esa fue La era de Drácula de Kim Newman. En aquellos tiempos (1992) todavía se llamaba El año de Drácula, pero la novela es la misma (independientemente del nombre) y el disfrute también.

Kim Newman no se anda con los remilgos de otros autores y en su obra más conocida decide saltar la banca desde el principio. Estamos en el Londres victoriano y Jack está haciendo de las suyas, hasta aquí todo muy normal. La pequeña diferencia es que en el mundo en el que se ambienta la novela, Drácula ganó al final de su propia historia. El resultado de ese suceso no es otro que el hecho de que ser vampiro está de moda, algo normal dado que la reina Victoria se ha casado con el mismísimo Vlad Tepes y es su esclava inmortal, apostada a sus pies en el trono como un perro guardián.

La era de Drácula es una obvia inspiración para La liga de los hombres extraordinarios y una clara heredera de las obras de Philip José Farmer. Esto la convierte también en un modelo para Penny Dreadful y una muestra de lo que podría conseguir la serie de televisión si se liberara de miedos y decidiera abrazar realmente sus propuestas. No hace falta que los vampiros gobiernen Inglaterra, pero sí que se agradecería que los aspectos sobrenaturales del mundo llegasen a reflejarse en su máximo esplendor en el mismo. Para Kim Newman todo el escenario es especial, sus protagonistas no son seres casi únicos sobre un fondo convencional. Tal vez por eso es una lectura tan refrescante y una muestra de lo que Penny Dreadful podría ser si se atreviese a dar el último salto.


Carmilla, J. Sheridan Le Fanu

CarmillaA pesar de estar inspirada en el personaje del mismo nombre convertido en objeto de deseo del vampiro en Drácula, resulta inevitable no ver cierto paralelismo entre la vampirizada Mina Harker de Penny Dreadful y la sensual Carmilla de Sheridan Le Fanu. Publicada como parte de un libro de relatos quince años antes que Drácula, en 1872, Carmilla ocupa sin duda el segundo puesto en el podio de la popularidad vampírica.

El relato, escrito en primera persona, narra con detalle la relación de amistad que se establece entre la joven protagonista y Carmilla, la hermosa desconocida a la que ha ofrecido refugio en su casa. La ambigüedad sexual presente en esta relación resultó ya polémica en su época, y es el motivo por el que Carmilla suele considerarse como una de las historias más representativas dentro del erotismo lésbico. Con ella, se sientan las bases de la vampira romántica: hermosa, atormentada y seductora.

Pero Carmilla no resulta solo importante para la literatura gótica por su maligna protagonista, sino por la presencia del doctor Martin Hesselius, personaje recurrente en los relatos de Le Fanu. La literatura victoriana vio nacer a numerosos detectives que en ocasiones se enfrentaban a casos sin explicación racional aparente. El más conocido es sin duda el extremadamente racional Sherlock Holmes, pero muchos otros autores desarrollaron, antes y después, sus propios investigadores de lo oculto: Auguste Dupin de Poe, John Silence de Blackwood o Thomas Carnacki de Hodgson. Martin Hesselius destaca entre ellos por ser, de base, más receptivo a lo paranormal (no en vano se presenta como experto en «medicina metafísica»), en una suerte de «suspensión de la incredulidad» que dota a sus archivos de cierto ambiente sobrenatural, incluso aquellos que consigue resolver con una explicación racional.


From Hell, Alan Moore y Eddie Campbell

From HellNunca en la historia de la literatura (sí, decimos literatura, pese a ser un cómic) se ha tratado con tal maestría y complejidad los fascinantes acontecimientos que envolvieron al oscuro y podrido East Eand londinense en su otoño del terror (1888).

Alan Moore, apoyado por la siniestra y decadente ilustración de Eddie Campbell, narra su propia versión de los crímenes de Jack el Destripador con un complejo y densísimo guion. Como el propio autor reconoce, poner rostro y motivaciones al asesino era un mero vehículo casi accesorio para examinar con detalle un acontecimiento humano fenomenal, y de paso radiografiar una época identificable con la quintaesencia simbólica del inminente siglo XX.

Los asesinatos de Whitechapel supusieron la eclosión definitiva del amarillismo en la incipiente prensa sensacionalista británica, continuadora en parte del sentir morboso de los penny dreadful, y sacaron a la luz de forma brutal los abismos económicos y morales de la sociedad victoriana, algo que Moore consigue reflejar con absoluta maestría. No existen elementos fantásticos en From Hell, pero consigue llevar al género de terror a tales extremos que se hace indispensable su lectura para cualquier amante del horror gótico.


La mandrágora, Hanns Heinz Ewers

la mandragoraTal vez el doctor Frankenstein sea el más famoso científico literario que jugó a desafiar las leyes divinas, pero Jakob ten Brinken no le iba a la zaga, si bien sus motivaciones difieren de las del personaje de Shelley. La mandrágora se publica en 1911, una época en que los estudios meramente físicos han perdido importancia frente al análisis de la mente humana. En el caso que nos ocupa, la hipótesis de partida es la posibilidad de que el mal sea algo innato, presente por herencia en algunos individuos y, por tanto, independiente del entorno. Inspirados por el mito medieval de la mandrágora, el doctor Brinken y su sobrino Frank Braun inseminan a una prostituta con el semen de un criminal ahorcado. El fruto del experimento será la bellísima Alraune, una niña totalmente desprovista de cualquier sentimiento de amor o empatía.

Desde pequeña, Alraune será capaz de encandilar a todos cuantos la rodean, manipulándolos hasta llevarlos indefectiblemente a la tragedia. A pesar de su apariencia angelical, de la que se sirve para conseguir sus propósitos, ella representa el mal absoluto e innato, la consecuencia fatal de actuar contra natura sobre la que el propio autor nos advertía en el prólogo. La perversión preside todas las relaciones que la joven Alraune establece a lo largo de los años, manifestándose en su juventud a través de una sexualidad arrolladora y enferma.

Aunque Alraune es el eje de la novela, el auténtico protagonista es Frank Braun, enamorado de su creación y único conocedor de su verdadera naturaleza. Su lucha nos recuerda a la de Victor Frankenstein en Penny Dreadful, cuya creación, Lilly, parece tener más puntos en común con Alraune que con el monstruo de El moderno Prometeo.


La condesa sangrienta, Alejandra Pizarnik

La condesa sangrientaEn la segunda temporada de Penny Dreadful destaca de manera especial Madame Kali, la bruja que ha vendido su alma al demonio a cambio de conservar su juventud. Por ello, aunque no sea una referencia literaria victoriana, sino un personaje real muy anterior, parece obligado recordar a Erzébet Báthory, cuya obsesión por mantener su belleza utilizando la sangre de mujeres jóvenes la ha convertido en un mito dentro de la historia de lo macabro (se dice que sus víctimas fueron más de seiscientas).

Aunque mucho se ha escrito, tanto en ficción como en ensayo, sobre la figura de la condesa Báthory, aquí resaltamos el breve librito que la poetisa Alejandra Pizarnik le dedicó, basándose en la obra de Valentine Penrose. Escrito en prosa, pero impregnado del simbolismo poético que caracteriza a su autora, este relato describe no solo las torturas, sino la personalidad y las obsesiones de aquella condesa fascinada por el fluir de la sangre y por su propia belleza. El resultado, a pesar de lo escabroso del tema, es una lectura de enorme belleza, a medio camino entre la prosa y la poesía, en que el retrato de las sensaciones prima sobre la descripción de los hechos, construyendo una ventana abierta a la locura por la que el lector se ve arrastrado a mirar.


Charlie Marlow y la rata gigante de Sumatra, Alberto López Aroca

Charlie Marlow y la rata gigante de SumatraEl padre del crossover entendido como un arte fue el americano Philip José Farmer. En sus obras, Tarzán y Doc Savage eran los dos grandes pilares sobre los que construir una compleja genealogía de personajes de ficción cuyo estudio es hijo del Gran Juego de los sherlockianos. Por desgracia para nosotros, leer las obras dedicadas a Wold Newton por parte de Farmer en español es entre difícil e imposible. Por fortuna, las de Alberto López Aroca, su mayor seguidor en lengua castellana, sí que están a nuestro alcance.

Aquí podríamos nombrar también las más fácilmente accesibles Necronomicón Z y Los zombies de Camford, pero ambas obras nos parecen menos conseguidas que la dedicada a Charlie Marlow. Para aquellos que no hayan leído a Joseph Conrad, diremos que ese es el nombre del protagonista de varias de sus novelas, entre ellas El corazón de las tinieblas, llevada al cine por Francis Ford Coppola bajo el título de Apocalypse Now. De la mano de Marlow conoceremos la historia de la terrible rata gigante de Sumatra, a qué se dedicó Sherlock Holmes durante su Gran Hiato o incluso algunos detalles sobre el pasado de la Isla Calavera.

De forma más decidida que en Penny Dreadful y a imagen y semejanza de Farmer o Kim Newman, en la obra de Alberto López Aroca abundan los personajes de origen literario y se escamotean los de propia factura. Esto le da un carácter lúdico adicional a la experiencia, donde nuestra labor no se reduce a la lectura sino al descubrimiento de las referencias dejadas por el escritor. Tal vez por eso este tipo de novelas sean aún más disfrutables para aquellos que conozcan y hayan leído las obras que referencian, sin que ello evite que resulten más que satisfactorias para el lector ocasional.


Antiguas brujerías, Algernon Blackwood

John SilenceCuriosamente, la bruja clásica europea no es un personaje habitual en los relatos góticos y no cobrará una mayor presencia en la literatura hasta bien avanzado el siglo XX. En este relativo erial, Antiguas brujerías es quizás la historia más emblemática. Aunque forma parte de los archivos de John Silence, aquí el investigador se muestra como un mero transmisor de las aventuras del protagonista, que finalmente relaciona con las antiguas prácticas esotéricas de la Edad Media.

El aquelarre de los hechiceros que se presenta en Antiguas brujerías corresponde a un arquetipo muy habitual en la tradición europea, al igual que el de Penny Dreadful, al estar liderado por una bruja más anciana y poderosa a la que asiste su hija. La seductora Ilsé es la que se encarga de hundir al anodino Vezin en un hechizo que es capaz de anular su percepción de la realidad y arrastrarlo hacia una total sumisión a la bruja. La marca del diablo sobre la piel, al igual que en la serie de televisión, se convierte en el signo tangible de la rendición a lo oscuro, indeleble como lo son los efectos de ese contacto.

En este relato, como en otros de la época (es digno de mencionar La escuela para brujas, del poeta Dylan Thomas, que a pesar de su brevedad es todo un compendio de la leyendas galesas sobre brujas), aparecen muchos de los signos característicos de la brujería referidos en el Malleus maleficarum, que convierten esta historia en un interesante resumen de las creencias que, durante siglos, poblaron el imaginario paranormal europeo.


La guarida del gusano blanco, Bram Stoker

La guarida del gusano blanco¿Existe vida más allá de Drácula? Para Bram Stoker la verdad es que no demasiada. Tuvieron que pasar muchos años para que la crítica mundial se fijara en el resto de sus obras, un olvido que en ocasiones fue merecido, pero en otras no.

Aunque seguramente la otra novela más importante del corpus gótico de Stoker sea La joya de las siete estrellas (The Jewel of Seven Stars), la favorita de muchos podría ser la mucho más deslavazada y fantasiosa La guarida del gusano blanco (The Lair of the White Worm). Es en ella donde un muy enfermo Stoker, que moriría un año después de publicarla, nos regala un monstruo de su propia creación, lejos de los tópicos de un género que él mismo ayudó a formular.

La novela no es buena literariamente, no nos engañemos, pero su creatividad es infecciosa. El enrarecido ambiente de un aislado valle de Derbyshire se convierte en el telón de fondo de una sucesión de ocurrencias extrañas que parecen confundir al mismo narrador y nos trasladan a un mundo que nunca pudo existir. Si pudiésemos convenir que la literatura gótica depende más del ambiente y de la insinuación que de la ejecución técnica, estamos ante algo muy cercano a una obra maestra. Los lectores menos entregados al género, eso sí, harán bien en evitarla.


Varney el vampiro, o el festín de la sangre, Malcolm Rymer

Varney el vampiroSi alguien quiere hacerse una idea fidedigna de lo que era un penny dreadful, Varney el vampiro es el mejor ejemplo.

Creación del escocés Malcolm Rymer, hoy en día es imposible encontrar el relato completo en castellano dada su condición de folletín (casi) interminable, aunque sí que es relativamente fácil poder leer alguno de sus capítulos sueltos en antologías vampíricas de relatos, lo que en la práctica supone una muestra más que suficiente para hacerse una idea del conjunto.

El espíritu liviano y efectista de la historia y el simplismo de su prosa, le van como anillo al dedo a una novela escrita por un artesano de la literatura barata que producía historias como churros (hasta diez folletines simultáneos junto a su colega Thomas Peckett Prest) y que, por tanto, tenía absolutamente claro qué era lo que demandaba su audiencia. Porque en Varney el vampiro encontramos todos los tópicos posibles en el género (campanadas a medianoche, damiselas indefensas en sus alcobas, amenazas en las sombras, sangre…) y están expuestos de forma tan desvergonzada y alegre que su lectura se vuelve estrambóticamente irresistible.

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