Para continuar nuestro cinefórum, tomamos el testigo de mujeres enclaustradas ante la opresión patriarcal. Pero donde el sometimiento masculino era ejercido en el marco geográfico y moral de la frontera entre civilización y barbarie de la presencia británica en China, ahora lo veremos en los abismos generacionales que separan ambos valores en la sociedad contemporánea turca. Co-producida entre Turquía, Francia y Alemania, Mustang (2015) supuso la brillante ópera prima (nominación al Oscar a mejor película de habla no inglesa incluida) de la directora Deniz Gamze Ergüven.
Al terminar el curso, cinco hermanas se despiden de sus compañeros de clase jugando en la playa. Sin embargo, su inocente comportamiento será juzgado por los adultos del pueblo como motivo de vergüenza. Desde entonces, las chicas, que son huérfanas, padecerán la severidad e intolerencia de su tío y de su abuela, quienes no dudarán en quitarles la libertad para salvaguardar su pureza y virginidad en pos de prepararlas para ser buenas esposas.
Este es el punto de partida de una historia, inspirada en la propia infancia de Ergüven, que a decir de la propia directora adquiere hechuras de cine carcelario para transmitir la tensión dramática de cinco jóvenes que, no solo están físicamente encerradas en su casa, si no que padecen el confinamiento moral resultante de una masculinidad opresora supurada de una enfermiza religiosidad. Porque a las cinco hermanas no se les enclaustra por sus actos indecentes, si no por la imagen perversa que los hombres proyectan en ellas ante su inevitable paso a la adultez. Cada una responderá de manera diferente ante el sometimiento machista que padece: unas de forma positiva y otras de forma negativa, pero todas de manera trágicamente valiente.
No obstante, lejos de que la denuncia central convierta la cinta en una drama axfisiante y descorazonador, Mustang se eleva desde sus primeros compases como un relato esperanzador. Y en esto tiene mucho que ver la puesta en escena, luminosa y preciosista, que parece emanar de la rabiosa vitalidad de sus protagonistas, unas chicas jóvenes, inteligentes y modernas. La represión y obscenidad de los varones que las vigilan y el miedo de las mujeres que las educan, será lo que choque con su inocencia y sus desbordantes ansias de libertad, reflejando ese salto insalvable entre dos generaciones que caracteriza a un país como Turquía, cuyo perfil se define desde los extremos y en base a sus contradicciones.
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