Seriéfilo: abril de 2021
Casi sin darnos cuenta llegamos al mes más lluvioso del refranero. Y nada mejor para evitar llegar chorreando a casa que quedarse en el sofá viendo series de calidad. Porque otra cosa no, pero de títulos potentes este mes vamos servidos. Echad un vistazo y veréis.
Abril llegó lanzado como una locomotora con la segunda temporada de Snowpiercer (TNT), sacudiéndose la larga sombra de la película original, que no dejaba de ser un lastre para la producción. Con la aparición de Mr. Wilford, la serie ha conseguido por fin moverse a velocidad de crucero: el gran villano de la trama permite que el resto de los personajes de la primera temporada unan fuerzas ante un enemigo común. De este modo, la lucha estratégica por el poder dentro del tren se hace muy entretenida. Está claro, además, que en este entrega hemos llegado a un cambio de agujas en la trama, pero creo que la vía elegida es la que mejor puede funcionar para la serie.
Para continuar, tenemos que mencionar la jugada rastrera perpetrada por Netflix, intentando colarnos como un producto del universo Sherlock Holmes lo que en realidad es una mediocre serie juvenil de aventuras. Los guionistas están tan distantes del universo original que incluso les cuesta introducir el nombre de la serie, Los irregulares, en la historia. Y eso que lo tenían bien fácil, porque los cinco jóvenes vagabundos que protagonizan la historia eran un elemento muy cercano al mundo holmesiano; sin embargo, la producción opta por explicar que los irregulares era, en realidad, el nombre en clave de Watson, el propio Sherlock y su amada. Como lo oyen. Los personajes originales de los libros han sido masacrados: solo sus nombres son reconocibles, ya que no aparece ningún rasgo característico de su personalidad.
La impresión que queda al concluir la serie es que los creadores en ningún momento tuvieron la intención de contar una historia sobre Sherlock Holmes. Ni siquiera una ambientada en su mundo. Más bien, parece que algún directivo listillo que se encontró con una historia ambientada en el Londres victoriano y protagonizada por un grupo de jóvenes vagabundos, vio la oportunidad de inflar el producto metiendo al insigne detective en la ecuación. Da la impresión de que los guionistas cambiaron a regañadientes cuatro nombres para adaptar su historia. Y digo a regañadientes porque se percibe una cierta dejadez, una desgana infinita a la hora de atar unas referencias que aparecen en la pantalla de forma burda y aleatoria. Desde estas líneas hago un llamamiento a todo fan de Sherlock Holmes para que no se acerque a esta serie. Ya de paso, extiendo el reclamo a cualquier persona que disfrute con las buenas series: no perdáis el tiempo con este pequeño engendro.
Continuemos con Generation (HBO), que nos devuelve a los pasillos del instituto en el que un grupo de adolescente tratan de encontrar su sitio, chocando contra una sociedad a la que le cuesta adaptarse a los cambios. El despertar sexual, la búsqueda del primer amor, la indefinición… El problema es que estos temas ya se han tratado de forma más rompedora, con más personalidad y en la misma cadena en series como Euphoria o We Are Who We Are. Generation construye unos buenos personajes con los que, si consigues empatizar, entrarás en un drama adolescente correcto y con algunos momentos cómicos muy logrados. Lamentablemente, sus arcos argumentales no están lo suficientemente aprovechados y el hilo conductor, el embarazo de una de las protagonistas, no es consistente. La sensación es que estamos ante una serie menor: entretenida, pero sin mayor recorrido.
En los dominios de Amazon, Them (Prime Video) funciona mejor como drama racial que como serie de miedo. Los años 50 en los EEUU fueron tiempos de prosperidad y crecimiento, pero estuvieron envueltos en una gran ola de racismo sobre la que la mayoría de producciones pasan de puntillas. Series como esta o Lovecraft Country (HBO) muestran la cara más reaccionaria de aquellas décadas e incorporan el racismo como detonante de sus historias. Allí donde la serie de HBO mezclaba aventuras con crítica social de forma muy orgánica, Them falla en en su intento por integrar el terror dentro y la condena al racismo.
El lado positivo es que la historia de esta familia negra que se muda a un barrio de blancos funciona de forma notable: el odio que exudan los ciudadanos de bien, que se creían en el lado bueno de la historia, da más miedo que cualquier aparición fantasmagórica. Lo más negativo es que el argumento no tiene suficiente empaque para mantener la tensión durante diez capítulos. Además, las partes sobrenaturales son demasiado redundantes y alejadas de la trama principal para que el espectador pueda mostrar algún tipo de interés. Todo esto unido al anticlímax del penúltimo episodio, hace que el resultado final desluzca. Es una lástima, puesto que el alegato antirracista sin condimentos sobrenaturales habría sido redondo.
Mientras tanto Disney+, que hace un mes cosechaba alabanzas con Wandavision, continua su incursión en el universo Marvel con Falcon y el soldado de invierno. Esta vez, Disney abandona la originalidad y nos muestra su cara más conservadora con una miniserie de producción cuidada y unos personajes principales con mucha química, pero con una historia totalmente plana y sin chispa. Hay múltiples referencias al universo cinematográfico, insertadas claramente para el deleite de los fans más acérrimos de las películas y no para un público más generalista que dudo mucho que haya pasado del segundo episodio.
Vamos ahora con Snowfall (FX), a la que define su solidez. Tras cuatro temporadas sigue funcionando como un reloj suizo. La historia del mayor traficante de crack de EEUU y su relación con su principal proveedor, la CIA, no muestra síntomas de agotamiento y, además, en el camino nos deja momentos espectaculares. Esta temporada es mucho más sombría, cruda y sangrienta que las anteriores, mostrando los primeros síntomas de decadencia del imperio de Franklin Saint. Introducir la trama periodística es un acierto que sirve para tejer los tres hilos conductores de la serie, que dan gran fluidez a la trama y facilitan que la historia avance siempre con mucho ritmo. Este buen hacer, año tras año, está convirtiendo Snowfall en una de los títulos imprescindibles de cada temporada seriéfila.
Pero si hablamos de solidez, no podemos dejar de nombrar a la más destacada serie del mes, tanto por calidad como por trayectoria. Una producción que se está convirtiendo en un fenómeno de masas en su país natal, Reino Unido. Y es que la sexta temporada de Line of Duty (BBC One) está reventando los índices de audiencia en las islas, alcanzando su penúltimo capítulo la escalofriante cifra de 10,9 millones de espectadores: el episodio más visto de la televisión inglesa desde el especial de Navidad de Doctor Who (BBC One) en 2008 y superando a series tan renombradas como Downton Abbey (ITV).
En esta última temporada, el drama policiaco arranca de forma conservadora, reubicando a los protagonistas de forma pausada tras los acontecimientos de la quinta temporada. El planteamiento es similar al de las anteriores entregas: una operación policial que sale mal y en la que se presentan ciertos indicios de mala praxis en el cumplimiento del deber. El equipo del AC-12, encargado de asuntos internos, entra en acción.
La serie va pisando poco a poco el acelerador hasta llegar al cuarto episodio donde definitivamente se desata y vuelve a dejarnos momentazos que nos recuerdan por qué amamos esta serie. A partir de ese punto, es un no parar: cada capítulo es una master class de saber hacer televisivo tanto a nivel de guion, como de producción y pulso narrativo. Acabamos exhaustos, perplejos y con ganas de más. No importa lo altas que sean las expectativas con las que se aborde esta temporada de Line of Duty: cumple con creces, manteniendo el halo de excelencia que rodea toda la trayectoria de la serie. De obligado visionado: no hay excusa, puesto que en España pueden verse las primeras cuatro temporadas en Netflix y, las dos últimas, en Movistar +.
Y como siempre me gusta acabar con una sonrisa, este mes os traigo una comedia que se mezcla con acierto con la ciencia ficción: se trata de Resident Alien (SyFy), una serie basada en el comic del mismo nombre y que nos cuenta la historia de un extraterrestre que se queda atrapado en un pequeño pueblo de Colorado, tratando de cumplir con su misión: destruir la Tierra. Las continuas interacciones del alienígena con los humanos son propicias para la comedia y la mezcla de distintos tipos de humor: negro, absurdo, ácido… Todos tienen cabida.
Aunque la producción sigue el hilo del cómic, la versión televisiva resulta mucho más divertida. De esto tiene gran culpa el actor principal, Alan Tudyk, que hace un papel increíble interpretando al entrañable invasor que quiere acabar con la humanidad. Es precisamente este personaje el que mantiene a flote la serie en aquellos momentos más tediosos e irregulares, que haberlos haylos. No obstante, la sensación global una vez terminada la primera temporada es que se trata de una original y entrañable comedia con escenas irreverentes e inspiradas.
Poco más que añadir a este mes en el que, a pesar de unos pequeños resbalones, el balance es netamente positivo gracias a los pesos pesados con solera que no defraudan. El próximo mes los viejos rockeros prometen seguir dando guerra: vuelven clásicos como El cuento de la criada (Hulu), Mr. Inbetween (FX), Pose (FX) o El método Kominsky (Netflix). Veremos si aguantan el tipo. No os lo perdáis.