NELINTRE
Cine y TVCinefórum

Cinefórum CCCL: «84 Charing Cross Road»

Siguiendo la estela de los clásicos literarios, esta semana enviamos una carta hasta una pequeña librería de viejo situada en Londres. Concretamente en el 84 de la calle Charing Cross. Y lo hacemos nada menos que desde Nueva York. Si como decía Roger Mifflin, un librero no es un negociante sino un especialista en ajustar cada libro a una necesidad humana, la protagonista de nuestra película y de la novela que adapta, Helene Hanff (Anne Bancroft), se pondrá en contacto, desde un destartalado apartamento de Carnegie Hill, con Marks & Co en busca de esos libros destinados a sanar su alma. Y los encontrará gracias a la labor facultativa de Frank Doel (Anthony Hopkins).

84 Charing Cross Road (David Hugh Jones, 1987), aquí traducida por la marchita La carta final, es una historia de amor. Lo es, desde luego, por la forma en la que Mel Brooks consiguió los derechos para la adaptación cinematográfica de la obra original y se la ofreció como regalo de aniversario a su mujer, Anne Bancroft. Lo es, también, por el amor idealizado que entrelaza a unos personajes que, durante dos décadas, intercambian correspondencia sin conocerse en persona pero que, a través de las cartas, se escrutan sus propias almas. Y lo es, en definitiva, por la oda a los libros que supone la historia epistolar entre una escritora cascarrabias pero bondadosa y unos libreros ingleses a los que esta ilumina en medio de la alargada sombra de la posguerra.

Lo más extraordinario de la historia es que ocurrió en la vida real. Helene Hanff era una dramaturga frustrada que, decidida a alcanzar una formación clásica autodidacta, y asqueada por las deficiencias de las estanterías neoyorkinas, solicitará vía postal los servicios de una librería londinense. Lo que vendrá será una correspondencia de veinte años en la que la escritora martillea a base de sarcasmo y bibliofilia al responsable de Marks & Co, el solícito y siempre educado Frankie, en una conversación prolongada y más o menos regular, que por momentos se amplía también a otros miembros de la librería e incluso a la mujer de Frank (Judi Dench en la película), y que no deja de ser, involuntariamente, un reflejo del apasionado y despreocupado carácter estadounidense frente al encorsetado correctismo británico. Pero, además, de las cartas se desprende una relación de amor fraternal que, como todas las historias platónicas, solo puede funcionar en el mundo de lo ideal. De ahí que la protagonista fantaseé con viajar hasta Londres, al Londres de la literatura, pero no lo consiga hasta que es demasiado tarde, contentándose con conocer la capital inglesa a través de su máquina de escribir y de sus libros.

84 Charing Cross Road fue un éxito editorial que pronto saltó a las tablas y también conoció una versión televisiva en la BBC. No obstante, en la versión cinematográfica, David Hugh Jones tuvo que enfrentarse a algunos de los problemas inevitables de adaptar una novela epistolar que, además, en este caso particular, carecía de una guionización propiamente dicha al tratarse de correspondencia real. En este sentido, la propia estructura narrativa del intercambio postal facilita mucho las cosas, al desarrollarse, sorprendentemente, con una absoluta coherencia cerrada (introducción, nudo y desenlace). Pero además, la labor del cineasta, con un montaje inspirado y cargado de ritmo, y la de Hugh Whitemore, el guionista (así como, por supuesto, de la propia Hanff), consigue hacer funcionar una historia que, en su paso a la gran pantalla, adolece de un claro espíritu expositivo por la inevitable necesidad de utilizar la voz en off de los personajes.

«Si por casualidad pasáis por el 84 de Charing Cross Road, depositad un beso de mi parte. Le debo tanto…», dice Helene Hanff a una amiga de viaje a Londres. Y no es para menos. Ojalá tener todos un 84 de Charing Cross Road al que deberle algo.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba