El seriéfilo: abril de 2016
Desde hace ya algún tiempo, pocas cosas se pueden dar por sentadas en el mes de abril. Por ejemplo, con el cambio climático, eso de aguas mil resulta discutible; la Semana Santa, en realidad puede caer a finales de marzo; y Juego de Tronos (HBO)… bueno, Juego de Tronos siempre se estrena en abril. Es su mes. EL MES con mayúsculas; nadie está dispuesto a pelearle el trono de hierro. Y es que, amigos, parece como si los estrenos encogiesen durante este mes y ningún canal osase hacerle sombra a nuestra canción de hielo y fuego favorita. Solo encontramos resistencia en ciertas series, ya veteranas, que siguen su camino sin importarles la competencia; el resto, estrenos flojos de poco peso que parecen pedir perdón por coincidir con la producción asesina de protagonistas por excelencia.
Hace aproximadamente un año, coincidiendo con el final de la quinta temporada de Juego de Tronos, ya comenté mi opinión sobre todos los cambios que los guionistas de la serie habían realizado con respecto a los libros (todos consensuados con George R. R. Martin, no lo olvidemos). Por eso no voy a hacer mayor referencia a ellos al reseñar el primer capítulo de la recién estrenada sexta temporada. Pocas series son capaces de acelerar el tiempo como esta: cuando te quieres dar cuenta, han pasado cincuenta minutos de tu vida y ni te has acordado de sacar la pizza del microondas. Por lo demás, como siempre digo, perfección técnica, pulso narrativo excelente y una historia que avanza sin tanta sangre como solía. No todos los días son San Martín, pero siempre pasan cosas. En Juego de Tronos no cae nunca la breva de los capítulos de relleno, insustanciales (Rick, Michonne, Caaarl ¿estáis leyendo esto?). Cada vez que un fan de los libros se queja, recuerdo mis años mozos, cuando fui al cine a ver Dungeons and Dragons: Dragones y Mazmorras (Courtney Solomon, 2000) y pienso… os quejáis por vicio.
Pero Juego de tronos no ha sido la única. Como decía, este mes han brillado las series veteranas como Vikings (History) que, a pesar de las dudas que me había generado la dificultad que podía entrañar dar continuidad al final de la tercera temporada, ha mantenido el nivel con una narración muy ágil. La historia sigue manteniendo tres frentes abiertos y eso le da mucho juego: París, Northumbria y, por supuesto, Kattegat. Crece mucho y bien el personaje de Bjorn Ironside (hijo mayor de Ragnar), algo que considero muy importante porque con los saltos temporales que hay, llegará un momento en el que Ragnar tendrá que ceder protagonismo.
Otro ejemplo de que la experiencia es un grado que también está en su cuarta temporada, es The Americans (FX) que avanza con paso firme. La verdad es que a lo largo de estos cuatro años se ha cimentado una serie muy sólida que ha dejado atrás los capítulos demasiado densos de las primeras dos temporadas, para dar paso a toda la tensión y emoción que una serie de espías durante la guerra fría pueda ofrecernos.
Incomprensiblemente vuelve Fear the Walking Dead (AMC) y más incomprensiblemente todavía, ha sido renovada una temporada más. Es el desperdicio de recursos más flagrante de la historia de la televisión. Hay un despliegue de medios increíble para no contar nada. Aparecen zombis espectaculares en unas escenas muy bien diseñadas, con planos muy meritorios. Pero, la pregunta es: ¿para qué? Para nada, ya que la historia es una total nulidad que los productores parecen tener la intención de estirar hasta límites que ni The Walking Dead (AMC) se ha atrevido a explorar. Veamos hasta dónde puede llevarnos el aburrimiento.
Igual de incomprensible es la vuelta de Girls (HBO) por quinto año consecutivo (solo nos queda por sufrir una temporada más, alabado sea el señor). Aunque puede que cuando se termine eche de menos esto de rajar año tras año puntualmente de la misma serie. Soy un sentimental, qué le voy a hacer. Este año se consuma aún más el desastre y todas las protagonistas, no se salva ninguna, parecen una parodia de sí mismas. Incluyendo a Soshanna, la única que mantenía el tipo y que esta vez se va a Japón… ¡¿Pero qué mierda es esta?! Paradójicamente, los únicos personajes que presentan algún tipo de evolución y complejidad son los masculinos, Adam, Ray y Elijah. Lo mejor, sin duda, sigue siendo duración: media hora escasa de sufrimiento.
De los nuevos estrenos, poco que destacar: Game of Silence (NBC) está basada en una serie turca, que a su vez está basada en una historia real ocurrida en 1997, que a su vez recuerda un montón a la película Sleepers (Barry Levinson, 1996), que a su vez está basada en una novela de Lorenzo Carcaterra publicada en 1995. Creo que ya no hay más que a su vez. Cuatro críos muy amigos que, por error, por mala suerte o por lo que sea, matan a alguien y son condenados a pasar un tiempo en un reformatorio donde les hacen mil y una perrerías. Al salir, prometen no hablar sobre lo sucedido y cada uno lo lleva a su manera. Años después, por casualidad, uno se encuentra con uno de los carceleros. Pueden decir que está basado en una historia real, pero si ese no es el argumento de Sleepers… En fin. A partir de ahí, la serie cambia cosas, pero siempre hay una permanente sensación de deja vú del grupo original que, además, estaba integrado por Brad Pitt, Jason Patrick, Billy Cudrup, Ron Eldard o Minnie Driver. En la peli también estaban Robert De Niro y Dustin Hoffman, pesos demasiado pesados para aguantar la comparación.
No me atraía nada The Girlfriend Experience (Starz), pero me dejé llevar por los buenos momentos que me había brindado la cadena con Black Sails y Power (Starz). Por desgracia, se me olvidó que también eran los responsables de Outlander. La historia es la de una chica universitaria que se inicia en el mundo de la prostitución de lujo. Después del primer capítulo en el que una amiga le cuenta lo bonito que es todo, ella empieza a interesarse por el tema. Iluso de mí, creí que la serie trataría sobre dilemas morales, situaciones incómodas, o que la producción pretendería mostrar todas las caras del negocio. Pero no, la protagonista es prostituta de lujo en sus ratos libres. Bien podría haber sido modelo, entrenadora de un equipo de futbol americano, actriz o bombera torera. Puede que tampoco ayude la falta de expresividad de la actriz protagonista, a la que parece nada le afecta lo más mínimo y transmite constantemente una sensación de indiferencia ante todas las situaciones en las que se ve envuelta. Al parecer está basada en una película menor de Steven Soderbergh protagonizada por Sasha Grey.
Vamos ahora con SyFy, una cadena que me encanta porque sentarse a ver una serie nueva de esta gente es como jugar a la ruleta rusa. Estrena tantas y de tan bajo presupuesto que puedes encontrarte una genialidad (como Dark Matter, el año pasado) o un bodrio de dimensiones épicas (aquí no pongo ejemplos porque serían demasiados). Hay que reconocerles lo más importante: que lo intentan. Este mes el resultado es un poco mediocre, la verdad. La historia de Wynonna Earp, tataratataranieta de Wyatt Earp, que tiene que luchar contra todos los forajidos que mató su tatataratataabuelo que han resucitado no se sabe muy bien por qué, roza peligrosamente las últimas letras del abecedario de la calificación de series; Hunters, por su parte, que sigue los pasos de un equipo especial y ultra secreto creado para detener una especie alienígena infiltrada entre los humanos con intenciones no muy pacíficas, no es demasiado original y los efectos especiales cantan por soleares.
Y ya para acabar con esta entrega seriéfila primaveral, dos despedidas agridulces. Por un lado Bitten (Space), que echa el cierre definitivo tras tres temporadas bastante intensas. Hay que darle el mérito que se merece, pues aun siendo una serie de bajo presupuesto supo explotar sus puntos fuertes para dejarnos una historia sobre hombres lobos entretenida y bastante lograda, convirtiéndose en la antítesis de Hemlock Grove (Netflix), que por cierto también echó el cierre tras la tercera temporada. Por otra parte, también nos abandona Togetherness (HBO), de cuya renovación me quejé tras la primera temporada (me pareció hipsteriana y pretenciosa) y de cuya cancelación definitiva me lamento, por la calidad de su segunda temporada.
Poco más que contar de este mes dominado por la alargada sombra del trono de hierro. De todas formas, no desesperéis, seriéfilos, porque sé de buena tinta que lo que viene a partir de ahora no conoce el miedo. Apuntad este nombre: Preacher (AMC). No digo más.