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Alfonso Brezmes: «Siempre lo más bello lo vi en los demás»

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Conocí a Alfonso mientras tomábamos un café durante dos horas. Y digo conocí porque en ese breve periodo de tiempo pude ver el hombre calmado y atento que es, seguro de sí mismo y sin miedo a rebatir cualquier argumento, pero siempre con mesura y cordialidad. Dice Woody Allen en Todo lo demás: «No faltará gente que te diga cómo has de vivir. Esos lo saben todo, lo que te conviene y lo que no. No discutas con ellos». Leí las galeradas de su primer poemario; leí La noche tatuada, ya editada por Renacimiento y con todos los ejemplares vendidos; conocí sus fotografías y collages, que han recorrido gran parte de nuestro país, Francia, Holanda y Alemania; asistí a algún recital suyo; le pregunté si le interesaría una pequeña entrevista y me respondió que sí, con una cálida sonrisa envuelta en palabras.

Brezmes 1

Comenzamos simplemente con alguno de tus versos: «Me da miedo pronunciar / la palabra no, / o la palabra nunca».

En esos versos que citas subyace algo decisivo cuando me enfrento a la tarea de la escritura: el poder enorme del lenguaje, que es capaz de invocar las cosas a través de su nombre, incluso de provocar la realidad, es decir, de lograr que aquello que no es, sea. Y este poder de transmutación, de convocatoria de lo irreal a la realidad que el escritor realiza, es aún mucho más potente en la poesía, donde cada palabra es o debiera ser decisiva.

¿La tragedia del poeta es real o se adhiere a un personaje?

Citar a Pessoa y su concepción del poeta como fingidor para dar respuesta a tu pregunta sería algo manido, si no fuera por la vinculación tan estrecha que me une a su poesía. Existe, en efecto, una tragedia personal detrás del poeta, pero no es la personal de cada uno, sino la misma del escultor al enfrentarse a la piedra o del músico al escribir en la partitura: decidir dónde aplicar la palabra o la gubia, cuándo desechar la escultura fallida, cuándo saber que una melodía no ensucia el silencio. Y, sin embargo, también hay mucho de gozo en la tarea artística, pues a través de ella los hombres robamos el fuego de los dioses y asumimos la facultad sublime de crear. En tal sentido, la experiencia personal de cada artista, siendo importante, ha de ser trascendida (y, me atrevería a decir, olvidada) para que el lector entre en el poema o en la obra artística como en un territorio nuevo, en el que el creador pasa a ser otro espectador más y donde su interpretación y lo que quiso decir el propio autor no es ya sino una interpretación más, tan válida como la de cualquier otro, pero no más.

¿Cuál es el papel real de la poesía en nuestros días?

Aunque alguno me mirará raro, creo que la poesía juega un papel esencial en nuestras vidas, como el de la medicina o el pan nuestro de cada día. En tal sentido cumple una función sanadora y de alimento espiritual, pero también para mí ha de tener un efecto perturbador, en la medida en que todo aquel poema que no nos saque de nuestras casillas en la partida de la vida debe darse por fallido. Allí donde hay poesía debe haber temblor, escalofrío, sacudida. Y todo eso, sanación y alimento, perturbación, debe concentrarse en unas pocas palabras… ¿Alguien da más?

Tu trabajo y tus reconocimientos hablan por sí solos; sin embargo, ¿alguna vez te has sentido atacado por tu condición autodidacta?

Que hable mi trabajo por sí solo me consuela: en realidad, siempre debería ser la obra la que hablase y el autor quedarse calladito y limitarse a no cagarla demasiado. Los reconocimientos públicos son solo eso, algo absolutamente circunstancial y pasajero: el tiempo, ese escultor, es el único que sabe lo que merece la pena, por lo que uno debería ser un poco inmune tanto al rechazo como al halago, si en verdad quiere construir un edificio mínimamente sólido. Y claro, el paisaje que se atraviesa en soledad siempre tiene algo de terrible, pero también de hermoso; en tal sentido, a veces me siento como un personaje de un cuadro de Caspar David Friedrich, asomado a un abismo lleno de desolación y de belleza. Nunca me he visto, ni en el campo del arte antes, ni en la poesía ahora, en los grupos endogámicos. Están muy lejos del sendero que se esconde, profundo, en el bosque. Como dice Tranströmer, «hay en medio del bosque un claro inesperado que solo puede encontrar aquel que se ha perdido».

¿Te has sentido traicionado por tu propia obra?

No creo que la obra traicione nunca a su autor, más bien es el autor el que puede traicionar, si acaso, a aquella, bien sea desmereciéndola con una vida mediocre o ruin, bien sea con una larga decadencia de su obra que caiga en la complacencia o en el manierismo y los lugares comunes.

Brezmes 2Más poesía: «Si cuando vuelvas nada de esto queda, / repróchate no haber sabido darme / las simples cosas que se dan a un perro: / el roce de unas llaves en la noche; / el leve olor que anuncia una presencia». La noche tatuada es tu primer poemario. ¿Por qué llega ahora y no antes?

Si algo he aprendido con el paso de los años es a esperar. Y esperar es lo que he hecho: a que viniesen a mí las imágenes cuando las soñaba; a que venga a mí la palabra cuando la llamo. Este proceso tarda mucho, a veces toda una vida, depende de cada uno. Yo soy un poeta tardío y, qué le voy a hacer, mis frutos han nacido maduros, listos para comerse; otra cosa es que puedan o no gustar, o que no sean aptos para todos los paladares: nada hay más absurdo que intentar complacer a todo el mundo. Ahora bien, mentiría si dijera que esto ha surgido de la nada: he sido un voraz lector desde muy pequeño y un poeta en la sombra. Solo cuando he sentido que tenía algo que decir, me he atrevido a hacerlo.

Pienso en la imagen de Paraíso en obras. ¿Existe una salida para todos nosotros?

Para el que no conozca la fotografía de la que hablas la pregunta puede no tener mucho sentido, así que diré que se trata de un paisaje devastado, casi postnuclear y un hombre con cabeza de animal en medio. Tal vez sea algo pesimista así contada, pero el paraíso sigue allí, aunque sea en obras; tal vez sea porque siempre queda un resquicio de esperanza al que nos aferramos como náufragos o porque no hay, como diría Borges, otros paraísos que los paraísos perdidos.

En realidad sí que creo que existe una salida, pero lamentablemente, no está indicada. Desgraciadamente, no hay un cartel en la puerta que, más que indicada, yo diría que está camuflada. Y, lo que es peor, hay muchas puertas y, cuando encontramos la que da a la esperanza, suele estar cerrada y, cuando probamos a abrirla, el juego de llaves que tenemos no siempre es el que abre esa puerta. El secreto al final consiste en volvernos nosotros mismos cerrajeros y fabricar nuestro propio manojo de llaves que abra todas las puertas hasta encontrar aquella que da a donde queremos llegar.

El instante más bello y productivo que hayas visto.

Siempre lo más bello lo vi en los demás. No dejo, con Quevedo, de celebrar el mundo, y este no deja nunca de hechizarme. Celebro cada una de las iluminaciones de Pizarnik o de Juarroz; cada uno de los universos insondables de Vermeer y de Hopper; cada uno de los fotogramas del mejor cine de Dreyer o de Tarkovski o Wong-Kar Wai; celebro cada día la música de Bach, cada nuevo descubrimiento sobre el universo y las estrellas muertas que aún nos iluminan. Vivir es celebrarlo mientras puedas y agradecer a quienes hacen para nosotros la vida algo más que soportable: un lugar en donde aprender y disfrutar pero también donde intentar que el rastro que dejas sirve de algo para alguien que viene detrás.

Brezmes 3En 2008 estuviste en ARCO con Propuestas para el arte en España. ¿Qué deberíamos saber de esta feria que aún nadie ha contado?

La verdad es que estoy algo cansado de las ferias como concepto artístico: comprendo que son un buen instrumento para dar a conocer el arte, pero como creador me parecen faltas de misterio y de encanto. Digamos que he dejado la feria por la fiesta íntima, por la celebración privada del arte y de la vida en general.

En 2012 regresas de Francia con dos exposiciones individuales. ¿Qué siente un artista al cruzar nuestras fronteras?

Toda frontera es, por definición, un límite y el hombre, por naturaleza, es un traspasador de límites. Uno quisiera que lo que hace se viera hasta el infinito y más allá, que su obra fuera lo más conocida posible y en tal sentido el arte visual o el musical son viajeros, pues se basan en un lenguaje universal. La poesía, al soportarse en el lenguaje, tiene una mayor limitación para ser conocida en otros países, pues lo que nos llega traducido por fuerza pierde —o gana, a veces los traductores son los verdaderos artistas— frente al original. Y, sin embargo, cuando el mensaje es potente, perdura más allá de su envoltorio formal.

Una última pregunta: ¿qué hay que hacer para ser de utilidad en este mundo?

Me alegra que me hagas esa pregunta… aunque lo cierto es que no sé bien qué responderte. Ya me gustaría saberlo, pero a lo que dedico mi tiempo es simplemente a lo que amo y sé hacer mejor. […] En realidad, ahora que lo pienso, creo que ya tengo una respuesta: cada cual siente en su vida una llamada y lo mejor que puede hacer por los demás, lo más útil que cada uno puede hacer en este mundo, es no traicionarse a sí mismo, no desoír esa llamada y juntar todas sus fuerzas para lograr ese sueño y hacerlo realidad para sí mismo y para los demás: llámese esto música, solidaridad, ciencia, deporte, poesía, amor o (para terminar con Borges) aquello que se encuentra «en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad».

 

No leíste los cuentos, un poema de Alfonso Brezmes:

No leíste los cuentos

Y así te va.

Ya es tarde para lamentos:

se hace tarde

y pronto todo estará oscuro.

¿Ves esta boca, amor?

Está hecha a la medida de tus sueños.

No hay tiempo ya: cierra los ojos.

No leíste los cuentos

y ahora yo —así es la historia—

tendré que comerte.

(La noche tatuada, Renacimiento, 2013)

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8 comentarios

  1. Sigo la obra gráfica y poética de este artista. La entrevista es muy interesante, pero hay que leer «La noche tatuada». En esos poemas, la articulación de las palabras con el silencio tiene efecto implosivo. Su eco en las cámaras de resonancia emocional del lector se expande hacia dentro. Consuelo Madrigal

  2. Con Carmen creo que La Noche Tatuada es un libro que no se puede dejar de saborear, paladear, disfrutar y tragar. Alfonso se despoja de ornatos, siente, nos lo cuenta y los demás, agradecidos, caemos en el vértigo.
    Inaceptable, querido amigo, que en la entrevista no hayas puesto símiles relacionados con correr. Cuando tu corazón late, tus piernas obedecen y tu cabeza aspira y expira la realidad.

  3. Tuve el honor de compartir todos mi etapa universitaria con Alfonso Brezmes y recuerdo su cabeza privilegiada, destacaba entre los primeros de la clase, pero siempre con mesura y calma, como bien le define el «entrevistador». Y pasado ese periodo universitario, volví a encontrarmelo en mi camino y, nuevamente, destacaba, esta vez por cultivar su creatividad, su espíritu, su curiosidad, otra vez su buen hacer desde otro aspecto de la esencia de cada uno. Alfonso, tener gente como tú cerca, enriquece!

  4. Pues yo no le conozco más que por la entrevista pero, además de mesuroso, que sí que lo parece, da la impresión de tener unos cuantos pelotas a su alrededor

  5. Estoy de acuerdo con Consuelo. Hay que leer «La Noche Tatuada» y saborear lo que dice y lo que no dice. Es realmente tremendo, a veces maravilloso y otras estremecedor.

  6. Hay pocas cosas más antinaturales que este tipo de conversaciones. Básicamente porque no se puede ser así de muermo realmente. Hay que esforzarse.
    ¿A qué huelen las nubes? Ajá, me encanta que me hagas esa pregunta, como diría Baroja… POR FAVOR, bajad de vuestra atalaya de pedantería soporífera. Y ya de paso, si puede ser, opinad por vosotros mismo y no siempre haciendo referencia a citas. ¿Sois creadores no? Qué pesadez.
    Del peloteo que sobrevuela tanto la entrevista como a los comentarios ni hablo. Ya lo han comentado más arriba.

  7. Gran entrevista de Néstor Villazón que permite expresar a Alfonso Brezmes su profundidad intelectual.
    A la comentarista María Jesús: tu avaricia por la incultura y la mala educación no tiene límites.
    A el comentarista Edmundo: estás obnubilado con correr.

    1. Luis, cada vez que alguien enarbola la bandera de la intelectualidad y la cultura, Proust mata a un gatito en el cielo ahogándolo con una magdalena… De la mala educación no digo nada. Ahí los has clavado.

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