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África canta la canción de Lumumba – 31 de mayo

En África están naciendo nuevos líderes mientras el continente cambia de metrópoli. Ibrahim Traoré, de Burkina Faso, es el más popular. Es capitán del ejército y presidente del Movimiento Patriótico para la Salvaguarda y la Restauración, la junta militar que gobierna el país desde 2022. En su discurso en la cumbre Rusia-África dijo: «las preguntas que se hace mi generación son las siguientes. No entendemos cómo África, con tantas riquezas, es el continente más pobre». Y citaba a Thomas Sankara, líder revolucionario burkinés asesinado: «el esclavo que no es capaz de asumir su rebeldía, merece morir en su lamento».

Las banderas de Rusia ondearon en el golpe que llevó a Traoré al poder. En el cercano Chad, no se han visto. Pero en las calles han celebrado a su nuevo gobierno con seguridad privada venida de las riberas del Volga. Por las avenidas de tierra saluda el presidente Mahamat Deby. Lleva toda la vida cerca del poder: su padre Idriss lo ejerció durante treinta años. Hay militares vigilando el paseo presidencial y unos hombres blancos están subidos en el jeep del nuevo líder. Ocultan sus rostros. Son rusos, de la antigua Wagner, hoy directamente supervisados por el Kremlin. Moscú ha validado las elecciones de Chad. Occidente las cuestiona, pero ya no está.

Según Gallup, hoy es China y no Estados Unidos el país más admirado de África. Luego está Alemania, también en decadencia; y Rusia, en ascenso, especialmente desde la invasión de Ucrania: los malos y los buenos de las batallas del Dniéper se leen con códigos propios en el río Congo. Pekín y Moscú se despliegan en el continente con armas y dinero: fusiles para naciones en permanente disputa; capital para construir un futuro en eterna promesa. La de Gallup es una encuesta rara. En África no abundan ni los sondeos ni las elecciones. La opinión de sus gentes no parece interesar a quienes gobiernan de cerca o a distancia.

La academia distingue dos colonialismos: el de franquicia y el de asentamiento. El primero envía administradores para explotar recursos y pueblo conquistado. El segundo busca sustituir a la población local por la foránea. En África no se plantaron los asentamientos que hoy practica Israel en Palestina: fue y es un colonialismo extractivo. Sankara se enfrentó a él y lo pagó con su vida. Como antes Lumumba, asesinado por Estados Unidos y Bélgica, fuerzas colonialistas del pasado y el futuro, que lo mataron porque quería que las tierras del Congo realmente beneficiasen a sus hijos. A pesar del crimen, la canción de Lumumba sigue sonando.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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