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Brasil: la espada, la cruz y la carne – 14 de octubre

Los torturadores de la dictadura de Brasil defendían los derechos humanos. Lo dice el vicepresidente, Hamilton Mourão, general, opinando sobre el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, responsable de quinientos casos de tortura y condenado por ese delito. «Era un hombre de honor que respetaba los derechos humanos de sus subordinados», afirma Mourão. Los militares son el principal poder del gobierno de Brasil. Ocupan la mitad del ejecutivo del capitán Bolsonaro, que ha multiplicado por tres el número de uniformados en cargos civiles: son seis mil ciento cincuenta y siete. A ellos y a sus votantes les gustan las palabras del vicepresidente. En Brasil mandan la espada, la cruz y la carne.

Brasil es el mayor exportador de carne del mundo. 2,2 millones de toneladas al año salidas de los seseta millones de vacas y bueyes que avanzan sobre el Amazonas. O el Pantanal, en Mato Grosso do Sul, donde la selva solo sobrevive en el nombre del estado. Los pastos crecen a costa de la selva. El Brasil ordenado y militar defiende que donde hay ganado no hay incendios. Olvidan no estúpidamente que el pasto llega después del fuego criminal. En esto la derecha brasileña no es original. La izquierda expulsada a golpes defendía legalizar las tierras robadas porque decían que era mejor presencia controlada que caos deforestal. El pensamiento mágico nunca fue literatura.

Avanzar sobre el Amazonas, llevar la frontera al norte, así pensaban los presidentes del Brasil de la posguerra. Se inventaron una capital en medio de la selva. Brasilia es el sueño de Juscelino Kubitschek y de Niemeyer, arquitecto al que le encargaron diseñar la ciudad perfecta. Hoy Brasilia está lejos de ser el paraíso para el millón de pobres que pueblan sus márgenes: atraídos por el oro, y expulsados del pueblo. A la gente siempre se la ha sacado del campo con promesas de fortuna, o a tiros. Por eso la dictadura brasileña fue, ante todo, militar y armada. Para abrir paso a los camiones del ganado aunque en el arcén se quedasen los hijos de la tierra.

La bandera de Brasil avanza con el fuego y el desprecio a los humanos sobrantes: orden y patria. El coronel Ustra torturaba a comunistas y demócratas en la sede de la policía política en el centro de São Paulo. Desde hace unos años es el Museo de la Resistencia. Se pueden visitar las celdas. «La tortura comienza con el ruidito de la llave», dice una frase en la pared. Frente al edificio siniestro está el Jardim da Luz: bello paraje de jaqueiras, sapucaias y pau brasil. Y prostitutas, y gente perdida. A la zona la llaman la cracolandia, la tierra del crack, droga que produce asesinos de almas torturadas a los que Brasil no les negará una pistola con la que matar por una dosis de progreso.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.

 

Víctor García Guerrero
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