Lo primero es lo primero: me duele en el corazón no poder continuar nuestro cinefórum siguiendo la estela de esa obra maestra de la inutilidad fílmica que es The Room. En su lugar tendré que contentarme con seguir los pasos de Hwanghae (The Yellow Sea), que visitamos una semana antes y que nos introducía en los bajos fondos de Corea del Sur de la mano de un thriller bastante violento. Vamos a quedarnos con esa etiqueta, con su condición de obra reciente y con su procedencia no anglosajona para irnos a un film francés, mucho más convencional, pero no por ello peor conseguido.
No se lo digas a nadie (Ne le dis à personne, 2006) es la adaptación de un libro de Harlan Coben que se lleva la acción de los Estados Unidos a Francia y trata sobre secretos de familia, desapariciones extrañas y personajes convencionales que se ven obligados a sumergirse en un mundo oculto cuya existencia desconocían antes de un suceso traumático. Los ingredientes, como se puede notar, son los mismos que ya pudiese manejar un Hitchcock, pero actualizados. Además, el amor del cine francés de género por el director británico viene de lejos.
El protagonista, un médico de clase alta interpretado por François Cluzet (que todo el mundo conoce por la posterior Intocable), está traumatizado por la desaparición de su esposa hace ocho años. Será la aparente reaparición de esta, unida a unos extraños asesinatos de los que se le culpa, lo que hará que el buen doctor tenga que huir de la película y tratar de descubrir lo sucedido a las orillas del lago en que perdió a su esposa. Todo ello contado con brío por Guillaume Canet, que esta vez se coloca tras la cámara para filmar su película más exitosa.
No se lo digas a nadie es un thriller que funciona, en el que aparentemente poco sobra y nada falta. De todos modos su recepción se nos antoja demasiado efusiva. Ganó cuatro premios César, incluyendo los de mejor director y mejor actor principal, apareció en múltiples listas de las mejores películas del año y se convirtió durante un tiempo en una referencia para el cine negro europeo, tan falto de éxitos comerciales en estos tiempos. En el fondo, No se lo digas a nadie es tanto una película más que rescatable, como una crónica del duro momento del noir europeo, en el que una película más propia de un artesano que de un artista puede llegar a ser uno de sus mejores exponentes.
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