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Cinefórum CXXI: La Pagatonia rebelde

Viajamos desde el invierno de la I Guerra Mundial a la ruda Patagonia de principios de los años veinte, para desempolvar una cinta en la que se retrata, como hacía Feliz navidad, un hecho histórico real en el que se desafía de manera justificada a la autoridad competente.

La Patagonia rebelde narra los hechos ocurridos en la provincia argentina de Santa Cruz entre 1920 y 1923. Durante el gobierno de Yrigoyen y bajo el mando de Héctor Benigno Varela (renombrado en la película como el teniente coronel Zabala), entre trescientos y mil quinientos campesinos fueron ejecutados como represión tras las huelgas que se estaban llevando a cabo y que perseguían el cumplimiento de los convenios laborales establecidos tiempo atrás con empresarios y propietarios de la zona.

También conocido como la Patagonia trágica, este episodio se saldó arrojó también más de mil encarcelados y una profundísima cicatriz en el imaginario colectivo de los argentinos.

Con Héctor Olivera a los mandos de la dirección, la película está protagonizada por los grandísimos Héctor Alterio, Luis Brandoni y Federico Luppi, pilares dramáticos incuestionables de una producción que, aunque interesante en su contenido y moderadamente ágil en su montaje, adolece de una pobre factura en sus escenas de combate y muerte, más propias de westerns de la época (1974) que de un relato histórico.

La película fue prohibida durante la larga dictadura de Videla por ser, ciertamente, contraria y peligrosa para con los ideales y mentalidades capitalistas, autoritarios y neoliberales, amén de por evidenciar el lamentable papel del ejército, la burguesía y el Estado en dichos sucesos. De igual forma, aunque marcadamente tendencioso, el relato no oculta las sombras de un movimiento anarcosindicalista bajo cuyo paraguas se cobijaron ocasionalmente personas de condenable conducta que fomentaron una visión errónea de los ideales libertarios.

Irónicamente, a pesar del tiempo transcurrido sorprende la vigencia de algunos diálogos y escenas. Especialmente aquellas en las que se exponen las exigencias de los campesinos y se denuncian los excesos  de la explotación que sufren en sus trabajos: largas jornadas no remuneradas, impagos, sueldos exiguos, facilidad de despido sin contraprestaciones, inestabilidad laboral, falta de cobertura sanitaria,… En fin, nada nuevo bajo el sol. Es por ello que, una vez más, el cine se torna como una herramienta necesaria para el conocimiento de la historia y para la reflexión acerca del presente y futuro de la clase trabajadora, del papel que juegan, con mayor o menor fortuna el Estado y las fuerzas del orden; sobre qué modelo y principios sociales y morales hemos de perseguir.

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