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Cinefórum XXIII: El bueno, el malo y el raro

Los derroteros invernales del cineforum nos llevan desde Japón al territorio coninental asiático, para explorar el cine surcoreano y tratar de desmitificar la visión que lo tilda de paradigma del gafapastismo. Es cierto que el cine coreano que recibe más atención entre los medios suele ser el más sofisticado, digamos; el más difícil de digerir para el espectador medio. Películas como Old Boy de Park Chan-Wook o The Host de Bong Joon-Ho, son magnificaos filmes, con una factura increíble que demuestra el talento de estos directores; y, sin embargo, pueden no ser la mejor elección para pasar una tarde palomitera con los amigos.

Hay que apuntar que en Corea del Sur viven en torno a cincuenta millones de personas y que las películas surcoreanas (a diferencia de lo que ocurre aquí con las españolas), copan el 50% de la cartelera. Es decir, el público sur coreano consume mucho producto patrio y no quieren ver solo dramas, sino también comedias, películas de aventuras, cine de acción… No todas sus producciones pueden por tanto arrasar en los grandes festivales del mundo.

Es el caso, por ejemplo, de la película que nos ocupa, El bueno, el malo y el raro (Kim Jee-woon), una cinta trepidante que resultó ser la más taquillera de año 2008 y que contaba con un presupuesto de diez millones de euros. Se puede intuir un homenaje al cine de Sergio Leone en el título, pero la historia que nos cuenta, con la excepción de un par de escenas que recrean fielmente momentos icónicos de El bueno, el feo y el malo y La muerte tenía un precio, apuesta por una acción desenfrenada que no da tregua a lo largo de más de dos horas de metraje. De hecho, la mayor parte del presupuesto se va en las escenas de acción, espectaculares e intensas aunque, en ocasiones, demasiado largas (una persecución a tres bandas en un interminable desierto, por ejemplo). Quizás la duración excesiva sea la mayor pega que se le puede poner a una película que podría haberse aligerado con facilidad y acabará obligándonos a echar un vistazo al reloj precisamente en aquellas escenas en las que deberíamos estar más entretenidos.

En el terreno de la interpretación, destacar la actuación de Kang-ho Song (El raro) que se convierte en el auténtico protagonista de la historia, ganando todos y cada uno de los duelos interpretativos que libra con El bueno y El malo. No es de extrañar, siendo Kang-ho Song uno de los grandes rostros del cine surcoreano y habitual de directores como los antes citados, Park-Chan Wook y Bong Joon-Ho.

Así pues, sin ser una película redonda, El bueno, el malo y el raro es una buena muestra de lo que el cine surcoreano puede ofrecer al espectador ávido de espectáculos creados sencillamente para divertir, que no es poco. Perdamos el miedo a esos nombres orientales que parecen tan raros y dejémonos llevar por sus creaciones porque, al final, frente a una pantalla gigante y en una sala a oscuras, las risas, las lágrimas, las emociones y los sentimientos, son universales.

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