«¡De puta madre!», breve historia de las Tortujas Ninja
«Me gusta la paella para ti y para ella». Frase acuñada por Chimo Bayo o uno de sus coetáneos, ya no recuerdo. Sin embargo, las Tortugas Ninja eran más de pizza y en su primera película de acción real no usaban esta maravillosa frase, sino el improperio más famoso de la lengua española y que empieza por p. Bueno, en el original decían «Cowabunga», pero en la traducción debieron ver que los significados que les salían eran sosos, sin chispa: quién va a decir «albricias» cuando puede exclamar con toda la fuerza de sus pulmones quelonios: «¡de puta madre!». Es decirlo una vez y no querer parar. Cosa que me paso cuando fui a verla de niño y salí del cine diciendo por todo: «¡de puta madre!». Tu madre te decía: «Esta noche hay calamares de cenar, Juamoncho». Y tú le respondías sin temor alguno: «¡De puta madre, mom!». Y es que no pasaba nada, porque si lo decían unos tíos disfrazados de reptiles cachondos, por qué no lo podías decir tú.
Era la tortumanía y todo valía en aquellos tiempos sin ley en los que solo los que se atrevían a pegar calcamonías en las paredes de casa de su abuela sobrevivían. Las Tortugas estaban en la cresta de la ola, probablemente haciendo surf mientras tocaban la guitarra eléctrica. Era el postureo de mediados de los ochenta.
Pero su legado no abarcó solo aquella década. Se expandió hasta el infinito con películas, vídeos musicales y series de animación, que es a donde yo quería llegar, maldita sea. La primera serie fue la de 1987. Yo ya la pude catar en TV3 y Canal 9 y me quedé flipado, sobre todo con aquel opening megacañero, seguramente hecho con animación japonesa. Me parece que en español solo había algunos VHS que yo tenía en mi poder y con los que torturaba a mis compañeros de clase cuando nos dejaban traer películas al colegio.
Los primeros cuatro episodios eran crema. Como en muchas series de animación de la época, ahí era donde se habían gastado el dinero y la animación estaba más cuidada, asemejándose a la que se podía ver en series japonesas. Incluso se atrevían a poner combates más vibrantes en los que los malos o incluso las Tortugas recibían hostias a granel. Eso duró poco y la serie, en la mayoría de los casos, era decepcionante y aburrida. Siempre esperando a una buena escena de acción o a la aparición de un mutante molón, cosa que no pasaba. Eso sí, había chistes de mierda, Tortugas que nunca utilizaban sus armas ni luchaban, tramas más propias de Scooby-Doo y malos sacados de algún refrito de las series de acción de Hanna-Barbera a montones. Siempre tendremos el opening para congraciarnos con todo aquello.
Pero llegaron los oscuros 90 y las Tortugas también se amacarraron. Tomaron esteroides, se volvieron muy serias y por lo tanto un coñazo. La animación era más artrítica si cabe, los personajes eran más grandes, pero la velocidad de los frames no cambió: los fondos siempre estaban en tonos rojizos y una especie de sombras no naturales caían sobre los personajes. Vamos, una auténtica mierda. La serie de animación de Batman marcó mucho, pero a veces de forma horrible. Batman: la serie animada, podía no tener la mejor de las animaciones pero las historias y los personajes hacían el resto. En el caso de las Tortugas no pasó lo mismo.
Después de este autentico mojón mutante, la serie desapareció y los malvados ejecutivos empezaron a pensar que la habían cagado (sin duda, la serie de acción que compartieron con los Power Rangers, no). En el 2000 llegó la tercera encarnación de los chicos de las cloacas. Mezclaron los cómics de Eastman y Laird con tramas y personajes mejor escritos y las Tortugas animadas con bandanas de colores y una frecuencia contando chistes digna de Chiquito. Se vio sobre todo en el último capítulo de la serie, que mezclaba los universos de las distintas encarnaciones tortuguiles. Dieron en el clavo y, a pesar de la animación robótica y los fondos horribles, crearon buenos episodios y dieron épica al conjunto. Pero algo les faltaba: Eastman y Laird crearon personajes con chicha, pero en su adaptación se confundía su violencia con un tono más maduro y serio (algo que pasa en muchas obras). Y no creo que debiera ser el caso: las Tortugas del cómic gastan bromas y sus personalidades son diferentes. En la animación, casi no había trabajo detrás del carácter de los protagonistas. Sabemos que Leonardo era el líder y Donatello hacía máquinas; Michelangelo y Raphael son intercambiables y cualquier otro de sus hermanos ninja puede convertirse en uno de ellos cuando la situación lo demanda.
Finalmente, el huevo eclosionó y las Tortugas del 2012 cumplieron todas las expectativas. Limaron los defectos de las anteriores, no desecharon el humor ni el drama, se autoparodiaron, crearon personalidades únicas y una animación 3D atrevida. Mi opinión es que los creadores tuvieron bastante libertad y en la última temporada se volvieron directamente locos.
Al principio, la animación 3D puede resultar incómoda a la vista, pero poco a poco nos vamos acostumbrando a este estilo gracias a las poderosas historias y los diálogos; y no solo eso, sino que va mejorando. Es un homenaje a todo lo tortugo y también una obra de amor. La serie acabó, posiblemente, debido a que las historias iban cada vez más dirigidas a los fans de cuarenta años y no al público infantil objetivo. Aquí hay toda una discusión respecto a si lo infantil significa estúpido o no. En parte parece que hemos educado a los niños para que vean cosas tontas e insípidas, pero no es enteramente así. Casi todo el mundo odiaba a Leticia Sabater por igual; en cambio, Los Lunnis arrasaron a pesar de que eran una de las cosas más mongólicas que me he jamás me he echado a la cara. Hasta el pato Donald podía sacarte de aquella miseria con su elegancia. Vi mucha mierda de pequeño, pero conforme mi mente se fue deformando identifiqué la basura rápidamente. Es cierto, el cerebro también necesita su dosis de caca. Pero eso no quiere decir que lo infantil tenga que ser necesariamente tonto, ligero o feo; ni que lo adulto deba ser siempre oscuro, violento y aburrido.
La pizza de arenque con chocolate se ha terminado con las Tortugas del 2018. La verdad es que todavía estoy empezando a verla, pero por ahora me parece un paso intermedio hacia lo que puede venir después, si somos afortunados. Injustamente criticada, sin darle ninguna oportunidad, yo también he notado cómo mi parte rancia intentaba manifestarse mientras la veía. ¡Huevos Kinder que se comen con cuchara! ¡Herejía!
Han cambiado algunos roles. Ahora Raphael es el líder, Leonardo es impulsivo, Splinter es un viejo que solo ve la tele y April está demente. No obstante, la base de todos estos personajes sigue ahí, así que esperemos que ante los odios despertados las Tortugas no se vean obligadas a esconder la cabeza en el caparazón. Dicho lo cual, con Michelangelo no terminan de aclararse: con el ambiente cómico general sus absurdeces pasadas no tienen cabida, y tampoco es la intención por ahora. Básicamente es un tío que hace cosas radicales. Donatello sigue siendo el genio, pero esta vez más prepotente que de costumbre.
Las tramas son episódicas y están situadas entre un mundo toon y una dimensión de alienígenas mutantes. Mucha acción, expresividad exagerada y animación de inspiración japonesa con diseños cartoon. Abandona el drama y abraza las locuras. A ratos parece Ren y Stimpy, replicando su velocidad estática para luego acercarse a la de los dibujos japoneses. Hay un intento de hacer la serie más ligera y caótica, quizás según los gustos actuales, pero tiene su coherencia dentro del conjunto. No es la serie definitiva, pero es otra movida y sin duda mejor que algunas de las clásicas.
Juzgamos con sentimientos deformados y no verdaderamente la calidad del producto. Eso no quiere decir que la nueva peli de Los cazafantasmas no sea una aberración. Porque somos humanos y tortugas. Turtle power!
- La maldad tiene píxel - 14 mayo, 2024
- Chicos malos que nos enamoraron: villanos de fantasía - 14 noviembre, 2022
- El retorno de los grandes villanos de Spider-Man: Octopus y Duende Verde - 2 marzo, 2022