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Arte y Letras

El término «museo»

Museo, concepto. Son los términos que escribo en el buscador a expensas de ver con qué me sorprende Internet, de poder ver qué visión me ofrece todo aquello más allá de cierto panorama cultural, que llega a ser hasta cierto punto elitista, y que se escapa de estas instituciones y sus correspondientes. Tengo aproximadamente veintinueve millones de resultados, pero Google ya ha hecho el trabajo por mí y, a golpe de vista en el primer post, me proporciona dos definiciones de museo.

La primera de ellas, procedente de la ICOM, dice así: «Institución dedicada a la adquisición, conservación, estudio y exposición de objetos de valor relacionados con la ciencia y el arte o de objetos culturalmente importantes para el desarrollo de los conocimientos humanos». Este es sin duda uno de los puntos más candentes en el debate del nuevo modelo de institución museística. Se cuestiona si debe actualizarse, abarcar más puntos como pueden ser la responsabilidad e inclusión social, la sostenibilidad, la adaptación a las nuevas tecnologías, el debate y la función crítica en el debate cultural actual… Una definición muy valorada, pero a la vez discutida y, además, poco conocida. Es triste, pero cierto: este concepto tan complejo de museo apenas es conocido por una minoría selecta dentro del panorama artístico y cultural, por lo que debemos asumir que no será conocida por cualquiera a pie de calle. Es por eso que paso a leer la siguiente acepción, esta vez viene de una web que se dedica simplemente a dar definiciones. Dice así: «Edificio o dependencias destinados a la exposición, convenientemente ordenada, de estos objetos». Esto sí me es más cercano y familiar y, de hecho, hasta a mis compañeros les parece igual de acertada o incluso más que aquella aportada por la ICOM, la institución más valorada y de mayor prestigio en el mundo de los museos.

Una vez aquí surge la pregunta obvia de por qué sucede esto, por qué a la gente le parece correcta la definición de la ICOM, pero se extrañan y tornan la cabeza. Les parece correcta, sí, pero les parece igual de acertada que una mera descripción de un espacio expositivo o una galería de arte, porque es lo que es la segunda definición: una explicación simple de un edificio donde se ven piezas de valor y que, además, han sido ordenadas y catalogadas; pero no es la definición de un museo. Sin embargo, no importa cuál de las dos es más correcta que la otra o cuál está más completa y actualizada, sino que es la segunda aquella que está grabada en la memoria de la población y, con ello, del público de los museos. Esto solo significa una cosa: que los museos se están quedando desactualizados, no muestran todo lo que dicen que son realmente, no se sacan todo el potencial que hasta ellos mismos reconocen tener o. al menos no lo transmiten a la sociedad.

De este modo es como llegamos al segundo punto. Si además de que el posible público de los museos no tiene una visión acertada de ellos, se suma el hecho de que no acuden a ellos, no son una de las opciones culturales que más les atrae por lo primero que hemos comentado: contemplar una serie de colecciones expuestas no es atractivo. Bien es cierto que los museos son conscientes de su situación y tratan de sobrevivir con otro tipo de actividades, pero parecen no surtir efecto ni mucho menos alcanzar sus objetivos. Los museos han acabado como instituciones arcaicas, elitistas, ajenas a la sociedad, cuando realmente ellos no quieren identificarse como tal sino todo lo contrario. Se califican como centros abiertos de debate, socialmente adaptados e integradores, pero está claro que no lo son suficientemente, no cumplen las demandas de la sociedad del momento, pero puede que sí que lo hagan de aquella que vivía en el siglo pasado. Los museos son instituciones de documentación, investigación, conservación y exposición, está claro, y también lo son abiertas, plurales, adaptadas a las nuevas tecnologías… nadie lo duda, pero, ¿llega realmente todo ello a la sociedad? ¿Se está trabajando en la vía correcta? A mi parecer, la respuesta es un claro no, y puede que ya sea hora de dejar de centrarse en construir y actualizar constantemente un modelo de teoría museográfica novedoso. Todo el trabajo realizado hasta día de hoy es excelente, nadie lo pone en duda, pero… qué sentido tiene si no llega a la población, por no mencionar que no llegue ni a todas las instituciones.

Nota: Este texto nace tras los distinas puestas en común y discusiones llevadas a cabo en el marco del programa de prácticas del Proyecto MUSEU de Es Baluard, en colaboración con la Universidad de Zaragoza; y, más concretamente, con Pablo Villuendas, Noemí Toró y Paula Jaulín, estudiantes del Grado en Historia del Arte, tutelados por Guillermo Juberías y Jesús Pedro Lorente.

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