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La traición al periodismo: del código ético para periódicos de Kansas (1910) a la actualidad

Muchas de las capacidades del ser humano le han llevado hasta las últimas fronteras de lo moral: cuando uno o más individuos ceden a otros la capacidad de decidir sobre su futuro, surgen inevitablemente un sinfín de interrogantes. Para no encallar continuamente en ellos, los hombres se han dotado, desde hace siglos, de códigos éticos y legales que los guían en su camino por tan complicado sendero. Con el paso del tiempo, la evolución tecnológica y la especialización en el trabajo comenzaron a exigir normativas cuya aplicación recaía sobre un ámbito concreto, especialmente complejo. Quizá el más popular de todos ellos es el juramento hipocrático que, actualizándose a lo largo de los siglos, ha guiado desde la antigüedad a quienes han tenido en sus manos las vidas de sus semejantes.

Juramento HipocráticoPero los médicos no son los únicos que han sistematizado sus respuestas a ciertos dilemas morales. Funcionarios, abogados y científicos acudieron también a la misma estrategia y, por supuesto, desde la Edad Moderna y hasta la actualidad, las personas que asumen la tarea de transmitir al resto de la sociedad la información que debe ser pública y notoria tuvieron que crear diversos códigos éticos para regular su actividad. Todos ellos han tenido que hacer frente a un contexto especialmente problemático, en el que el resquebrajamiento de la moralidad imperante alumbró una serie de libertades que cambiaron el rumbo de la historia, pero cuyo empuje parece ceder ante el de una de sus hermanas: la libertad de mercado. Ella ha sumido al periodismo en una profunda crisis, no solo económica, sino sobre todo moral.

Es muy complicado establecer cuándo comenzó a tumorarse el cuarto poder. Ningún periodista asestó el golpe de gracia a su profesión, pero muchos transigieron incómodos ante pequeños cambios que aparentemente no contravenían ninguna de las máximas morales de su tarea. Se reescribieron las normas y los más íntegros del gremio vieron cómo las audiencias se alejaban, persiguiendo productos de dudosa calidad. Unos pensarían que era culpa del público, que demandaba basura; otros fueron conscientes de que eran ellos, y no sus lectores, oyentes o televidentes, los que habían adquirido el compromiso de informar al prójimo con honestidad. Mientras los culpables, los cómplices, los no culpables y los inocentes discutían, los balances económicos y las audiencias siguieron incrustándose en el ADN de los nuevos periodistas. Hoy, queda lejos el tiempo en el que se caminaba en otra dirección; la época en la que la libertad de información tuvo un papel clave en la conquista de nuevos derechos.

1690_Publick_Occurrences_Sept25A finales del siglo XVII, el editor inglés Benjamin Harris publicó en Boston el que a día de hoy sigue considerándose el primer periódico impreso en Norteamérica. El histórico ejemplar arrancaba con un escueto código periodístico, redactado por el propio editor, que establecía los deberes de la publicación: recoger y difundir noticias con veracidad y exactitud, acudir a las fuentes, corregir los errores y evitar la difusión de falsos rumores. Cuatro exiguos principios que bastarían para solucionar muchos de los grandes males de un pilar clave de cualquier sociedad moderna como es el periodismo.

En un desarrollo característico de las éticas aplicadas, los códigos deontológicos periodísticos fueron ganando masa hasta que, finalmente, a principios del siglo XX, diversos editores decidieron sistematizar, imprimir y difundir el conjunto de normas que ordenaban su actividad profesional. El código ético para los periódicos de Kansas fue el más madrugador de todos ellos. Publicado en 1910, se dividía en dos grandes epígrafes (publicación y edición) que a su vez incluían apartados relativos a cuestiones como la publicidad, la distribución, las técnicas de venta y, por supuesto, el tratamiento de las noticias. En la traducción original incluida a continuación, se intuye la concepción decimonónica que aún dominaba el periodismo de hace cien años, pero también el carácter sagrado que los profesionales de la información concedían a su labor: la separación escrupulosa de la publicidad y la información, de los sucesos y las noticias, la exigencia de prudencia en las interpretaciones, la búsqueda de la objetividad… Mucho ha cambiado desde entonces el mundo que deben contarnos los miembros de un gremio al que han pertenecido algunos de los pensadores más influyentes de la Edad Contemporánea. Hoy, muchos se avergonzarían de lo que significa ser periodista. Pero sobre todo lamentarían que la corrupción impida a los buenos profesionales detener la degeneración del cuarto poder de las sociedades. Una tarea hercúlea, en cualquier caso, cuando hace tiempo que los otros tres han claudicado ante el mercado.

Noticia tras la desaparición del Kansas City Times

Código ético para periódicos de Kansas. Noticias

Definición. Las noticias son el relato imparcial de las actividades de la mente, los hombres y la materia que no ofendan la sensibilidad moral de las personas lúcidas.

Mentiras. Condenamos por atentar contra la verdad:

1. La publicación de ilustraciones falsas de hombres y eventos de interés, sin importar su similitud con la realidad, sin una aclaración que explique que no se trata de imágenes reales del evento o la persona, sino solamente de interpretaciones.

2. La publicación de entrevistas falsas, escritas partiendo de puntos de vista personales acerca de un individuo o sin su consentimiento.

3. La publicación de citas entrecomilladas a menos que se usen las palabras exactas del entrevistado. Cuando una entrevista no contenga una cita exacta, deberá hacerse obvio durante la lectura de la misma que solamente se están narrando las reflexiones y las impresiones del entrevistador.

4. La emisión de despachos de noticias falsos, ya tengan por objeto influir en los valores del mercado, las elecciones o la venta de seguros o mercancías. Algunos de los anuncios más lucrativos del mundo se han colado en las columnas de noticias gracias a despachos enviados por agentes de prensa sin escrúpulos. Se han ganado millones gracias a la subida o la caída de valores de mercado a causa de las mentiras publicadas por periódicos y enviadas a estos por reporteros que las diseñan a medida.

Injusticia. Condenamos por atentar contra la justicia:

1. La costumbre de los reporteros de convertirse en detectives y espías, en sus esfuerzos de investigar la culpa o la inocencia de aquellos bajo sospecha.

Los reporteros no deberían tomar el lugar de la ley en la captura de los criminales. No deberían convertirse en detectives ni en investigadores con el objetivo de aumentar la emoción de los lectores.

Ningún sospechoso debería ver arruinada su esperanza de un juicio justo debido a los prejuicios que el público tenga por culpa del veredicto dado por la prensa de manera sibilina en la narración de una noticia, en ocasiones incluso antes de su arresto.

No debemos interpretar como hechos nuestras conclusiones, ni siquiera insinuarlo, a menos que con nuestra firma nos hagamos responsables personalmente de las mismas. La exposición, la explicación y la interpretación deberían dejarse al experto o el especialista, con una conciencia total de su responsabilidad personal.

2. La publicación de rumores, chismorreos habituales o las asunciones de un reportero relativas al sospechoso que aún está pendiente de su arresto o de la finalización de su procesamiento. Un equipo de reporteros no es una agencia de detectives y el derecho de un sospechoso a un juicio justo e imparcial, a menudo se ve frustrado por la práctica de un reportero al publicar cada rumor peregrino que pueda escuchar.

Indecencias. Clasificación: en nombre de la claridad y el orden, los crímenes que trataremos pueden dividirse en aquellos que ofenden la confianza pública (tales como el soborno, el desfalco o la malversación pública); aquellos que ofenden a instituciones o empleadores privados (a menudo se trata también de desfalcos y de traiciones a la confianza depositada); y los crímenes que ofendan la moralidad privada, mayormente centrados en la relación de familia.

1. En el trato de la sospecha contra oficiales públicos o administradores, recomendamos que solamente se empleen en los reportajes de interés los datos, puestos en perspectiva de manera veraz, y los registros oficiales.

2. En el trato de la sospecha contra oficiales de instituciones privadas se usarán, de nuevo, solamente los datos, puestos en perspectiva de manera veraz.

3. En el trato de las ofensas contra la moralidad privada, debemos negarnos a publicar cualquier registro del suceso, sin importar su veracidad, hasta que la denuncia haya sido archivada o el arresto realizado, e incluso entonces nuestro reportaje debe contener solamente un resumen de los cargos presentados por la acusación y las respuestas de la defensa, a ser posible obtenidos de la mano de sus respectivos abogados.

Ni los chismorreos de sociedad, ni los escándalos, sin importar si son ciertos, deben ser publicados de ningún modo en estos casos.

Sin importar la notoriedad del suceso, las ofensas contra la moralidad privada nunca se posicionarán en la primera página. Además, los detalles concretos deben ser eliminados en la medida de lo posible.

Ciertos crímenes contra la moralidad privada que puedan atentar contra nuestras sensibilidades más elevadas deben ser ignorados en su totalidad; en cualquier caso, si el evento se ha hecho público y la opinión pública exagera de forma dañina, podemos realizar una declaración breve, vestida del lenguaje menos sugerente posible.

En ningún caso debemos idolatrar la intrépida osadía del sospechoso.

4. Excepto en caso de que el sospechoso esté huido de la justicia, su retrato nunca debe ser publicado.

 

Traducción: Ismael Rodríguez Gómez & Víctor Muiña Fano

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