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Eloy de la Iglesia y José Luis Manzano: amor de cine y heroína en la cara B de la Movida

El fin del franquismo y los primeros años de democracia pueden ser recordados con Naranjito o con un limón roto junto a una jeringuilla. No son imágenes excluyentes. Pero el revival nostálgico de la infancia de algunos autores, editores, empresarios y políticos que ahora explotan comercialmente sus buenos recuerdos, se impone generalmente sobre la España de calles sin asfaltar y heroína que fluía veloz por las venas de una parte de la juventud sin futuro de aquellos años. Fue lo que retrató Eloy de la Iglesia: Navajeros, El Pico, La estanquera de Vallecas. Lo llamaron cine quinqui a pesar del autor que unió su destino artístico a un actor, José Luis Manzano, amor platónico salido de aquellas mismas calles que filmaba sin pudor el cineasta vasco. Eduardo Fuembuena ha escrito un libro que quiere que sea total sobre este binomio unido por el cine, el caballo, y tal vez la desesperación. Se titula Lejos de aquí, como cantaba Antonio Flores, otra víctima de aquellos malos hábitos con los que España conoció el precio de la libertad.

Para quien no los conozca: ¿quiénes son Eloy de la Iglesia y José Luis Manzano, y por qué crees que pueden contarnos la historia reciente de España?

En realidad ninguno de ellos se erigía como ejemplo de nada. Ni su trayectoria ni su cine. Pero sí que de alguna manera a través de sus películas y de la parábola de vida tanto de Eloy de la Iglesia como de José Luis Manzano podemos reconstruir una cierta España, la del posfranquismo, en toda su amplitud; con sus claroscuros, sinsentidos y paradojas. Dos personas que no pueden ser más antagónicas y que no representan un ejemplo de nada y que, sin embargo, lo son. El caso de José Luis Manzano es un icono de esa España; en el caso de Eloy de la Iglesia se trata de uno de sus cineastas más importantes, al menos comercialmente.

Eloy de la Iglesia, que era un cineasta comunista y homosexual.

Sí. Era una persona que nunca se escondió respecto a sus comportamientos y a través de sus películas hizo alarde de sus gustos en un momento en el que en este país el comportamiento homosexual aún estaba penado. De hecho, es el autor de la primera película española que retrata a un homosexual sin ser una mariquita gangosa: lo hace como una persona de carne y hueso, con un comportamiento como cualquier personaje cinematográfico heterosexual en una película coyuntural o anterior, y lo hace adelantándose a Almodóvar y a otros cineastas que trataron esta temática.

Es también una persona con convicciones políticas, militante del PCE. Y desarrolla un trabajo intelectual también. ¿Qué le vincula a José Luis Manzano?

Eloy de la Iglesia entra en el Partido Comunista de España en un momento relativamente temprano, a principio de la década de los setenta. Por supuesto, su credo es marxista-leninista, pero en cierto modo su militancia era una manera de afianzarse profesionalmente en el cine. Porque aunque el PCE no estaba legalizado, de alguna forma era el que controlaba la cinematografía española. El caso paradigmático en ese sentido sería Juan Antonio Bardem, quien dirigía organismos franquistas y sin embargo era el líder del colectivo cinematográfico del Partido Comunista.

Sí que es cierto que de alguna manera, ya entrados en democracia y tras los pactos de la Moncloa y el consenso político (lo que sería posteriormente tan reprochado por algunos militantes comunistas), Eloy de la Iglesia entra en ese proceso de desencanto y su cine se hará mucho más rabioso, como crónica de esa época protodemocrática en el que el aparato franquista aún perdura. Él retrata todo esto y lo denuncia, y también seguirá siendo crítico cuando llegue al poder un partido socialdemócrata como el PSOE. Y es curioso, porque las nuevas leyes del cine que Pilar Miró ayuda a redactar desde la dirección de cinematografía del Ministerio de Cultura, que responden a modelos más europeístas, benefician a su cine haciéndole recibir subvenciones. Sin embargo, ya con una película tan polémica como La estanquera de Vallecas, con la que se retratara diez años de democracia, su cine se vuelve mucho más molesto e incómodo, sobre todo cuando España estaba entrando en ese momento en la Unión Europea y en su proceso de reconversión total esa no era la imagen que se quería vender del país. De alguna manera, Eloy de la Iglesia se convierte en un personaje muy incómodo para algunos.

Utiliza al personaje de tu portada, a ese chico joven y medio desnudo. ¿Lo hace para acceder a un mundo que quiere contar, o ya sabe lo que quiere decir y simplemente está retratando la realidad?

Él es una persona que estudia la marginalidad, la observa y en un cierto momento la introduce en su cine. Jose Luís Manzano era un miembro del subproletariado, un lumpen, un desclasado, un chaval de una familia desestructurada de la UVA de Vallecas al que en cierto momento el director une su trayectoria. Se lo lleva a vivir a su casa y lo convierte en el protagonista de sus películas, que son algunas de las de más éxito de taquilla (desde luego no de crítica) en esos años. Estamos hablando a partir de 1980.

Es cierto que el contexto sociopolítico de esa España les lleva de alguna manera a ambos consumir una serie de sustancias, a adoptar unos comportamientos (desde luego en el caso de José Luis Manzano, de una manera mucho más inadvertida, casi sin pretenderlo, por inercia) y en cierto modo a convertirse en seres marginales. De alguna manera, Manzano tenía ese estigma, por su procedencia y por ser un joven, lo que en aquella época ya le hacía estar en entredicho. Pero en el caso del director era algo que sorprende mucho más. Se convirtió en heroinómano sin pretenderlo; a decir de él años después, por una tendencia personal fruto de encontrarse mal consigo mismo. Y sí que es verdad que consume, pero al contrario de lo que se suele pensar lo hace pocos años. En los primeros meses del 89 estaba completamente limpio. Por desgracia ese no era el caso de José Luis Manzano, que vivió una serie de enganches y reenganches al encontrarse en contradicción; Eloy de la Iglesia le había enseñado que podía dedicarse a hacer cine, que ser actor era algo a lo que dedicarse en la vida, y él se había tirado de cabeza a la profesión y había asumido esa idea. Pero cuando el mundo del cine da la espalda al cineasta, relega y olvida a José Luis Manzano también, quien hasta el fin al de su vida intentará volver, incluso con aliados más o menos poderosos, pero sin una verdadera oportunidad. Él vuelve al mundo de la droga porque lo tiene asociado a la marginalidad y, a su manera, al cine.

¿Ellos son una pareja profesional y también sentimental?

Eloy de la Iglesia era homosexual y en esa época por las calles de Madrid, concretamente por la zona de Sol, era muy fácil tener la compañía de chavales jóvenes, chicos que sin muchas oportunidades y que se buscaban la vida. Él, perteneciente a la clase media y por tanto con comportamientos burgueses, por muy marxista-leninista que se considerara, encuentra en José Luis Manzano una serie de cualidades que le puedan convertir en el protagonista de una serie de películas de temática social que pretendía hacer en ese momento. La inaugural es Navajeros (1980), en la que Manzano interpreta a El Jaro, el delicuente juvenil, El niño bandindo. Su forma de actuar frente a la cámara, más naturalista que natural, funciona y será reconocida como un acierto del cineasta vasco. Desde entonces Manzano asumirá personajes a su misma altura, que puede entender, con ciertas características que el director había observado en él y en los que eran como él (desde el uso de la jerga hasta situaciones); porque en realidad el cine de Eloy de la Iglesia no deja de ser autobiográfico de su vida y de las personas que lo rodeaban.

¿Se enamora de José Luis?

Sin duda alguna, según personas cercanas. Pero posiblemente fuese una atracción menor de la que se suele pensar, porque en realidad en 1983 la relación, al menos desde el punto de vista de la atracción física, estaba acabada. Sin embargo, el enganche es grande, porque había sido construido sobre el cine y sobre el consumo de una serie de sustancias. Por otra parte, la dependencia de José Luis Manzano respecto a Eloy de la Iglesia era mayor que al revés.

¿Estaba enamorado José Luis Manzano de Eloy de la Iglesia?

Manzano era una chaval normal de barrio, heterosexual, con sus novias antes y durante la relación con Eloy de la Iglesia, lo que pasa que sintiéndose y encontrándose en una relación inferior, y viendo que la oportunidad que le ofrecía el cineasta aunaba lo profesional con lo personal, cede. Y no lo hace de una manera dramática, sino natural. El propio director no se autoengaña y sabe perfectamente cuál es su naturaleza, más allá de los momentos de celos que iban muy con su carácter.

Entrando en el cine de Eloy de la Iglesia: llama la atención que retratando un mundo underground, marginal, sea a la vez muy comercial. ¿Eso es algo que busca desde el primer momento?

Él pretende siempre hacer un cine para el espectador de barrio y que a la vez llegue al mayor número posible de gente. Por eso una vez caído el organismo censor se mantiene lejos de estilos crípticos, de esperpentos y deformaciones, tendiendo a un cine más naturalista y accesible. Es a través de este cine como nos ofrece sus panfletos político-cinematográficos, en los que expone sus ideas sobre lo que es y lo que debería ser la sociedad y el mundo.

¿No estaba conforme con el título de «cine quinqui», no?

A él le horrorizaba. Consideraba que hacía melodramas sociales, manifiestos socio-políticos. Esto es algo que supieron apreciar algunos críticos importantes de este país, a diferencia de Fernando Trueba y otros cineastas que lo denigraron de golpe sin más.

Canta El Coleta en Movida madrileña: «vuelven los tirones y el paro en 25». Habla de los años de crisis en España y de sus efectos en la sociedad. Hay un revival estético y lírico, pero también por este cine. ¿Por qué crees que surge?

Todo vuelve, sin duda. Por eso la gente de la calle, que no es tonta, se da cuenta de que estas películas están vivas, llenas de verdad. Me decía Juan Diego que a diferencia de otras películas que en la época también tuvieron una gran recepción de público y las ves ahora y están muertas, las de Eloy de la Iglesia están vivas como si abrieras una herida y saliera un chorro de sangre. Ves una película como Navajeros, o incluso una especie de sainete teatral como La estanquera de Vallecas, y están llenas de realidad, y el espectador es capaz de darse cuenta de que la visión del cineasta es honesta y que de ninguna manera te está condicionando y conduciendo tu mirada, y que además te está contando lo que de cierta manera está proscrito, aquello sobre lo que no se debe de hablar.

Eloy de la Iglesia afirmaba que, desde el punto de vista de una sociedad comercial capitalista, en cierto modo era cómplice del sistema desde el momento que hacía películas. En ese sentido, el cine que él realizaba fue absorbido por el propio sistema, no solo ya porque lo hubiese generado, sino porque lo comercializó, hizo mucho dinero con él y luego, como a un juguete roto, lo dejó tirado con el paso de los años. ¿Sirvió para algo su cine, además de para que sus productores ganasen dinero?

En realidad es un cine que el sistema asume de alguna manera y que cuando comienza a resultar incómodo y a atacar directamente a ese sistema que lo financia, en este caso el Ministerio de Cultura a través de la dirección de cinematografía, se le aparta. Y eso sucede después de La estanquera de Vallecas. Tienen que pasar dieciséis años y un cambio de partido político en el gobierno para que pueda volver a rodar una película. No sé si con esto contesto a tu pregunta.

Me refería a que si su cine sirve para denunciar una situación y si esa denuncia permitió un cambio.

Yo pienso que en el resultado final, que diría un comunista, no cambia, pero sin embargo es a partir de pequeños ataques al sistema, de decisiones personales y voluntades como se puede hacer algo. Pero se hace desde luego en la suma. Una película no puede cambiar el rumbo de un país o el modo de pensar de sus ciudadanos; y Eloy de la Iglesia no lo pretendió, como tampoco quiso adoctrinar a través de su cine, que es tremendamente didáctico. Sin embargo, no nos ahorra hacer la crónica coyuntural de esa España.

Citas algo que me sorprendió mucho; una pregunta que se hizo en Interviú en noviembre del 78, a partir de la película El diputado: «¿Votaría usted a un político homosexual?». Esta pregunta podemos seguir haciéndola cuarenta años después, ¿no?

Sí, se puede hacer siempre, porque ya sabes que nos encanta meternos en la vida privada de los demás, y lo digo yo que he escrito este libro, fíjate (risas).

Pero en todo caso es una pregunta que se puede hacer porque precisamente en España no es habitual la afirmación de la identidad sexual de los políticos.

Sí, pero durante una época fue necesario convertirse en un hombre gris, con un irreprochable comportamiento burgués, independientemente de tu ideología y tu condición sexual, para que la sociedad te tomara en serio y te diera su voto. Pero sin duda alguna el homosexual entonces, como ahora, ya era visto en entredicho y se convertía en diana de ataques de esa derecha recalcitrante que aún pervive en España.

Tigres de cristal, la útima novela de Tonny Hill, un escritor catalán, trascurre en la ciudad satélite de San Ildefonso, en Cornellá, un barrio muy parecido a la UVA de Vallecas. Y eso, curiosamente, unido al asunto de la música que comentábamos antes con El Coleta y a cierta afición, digamos friki pero generalizada, al revival, hace pensar también que nos interesa esa época y esos momentos porque nos quedó de alguna manera un hueco, un agujero negro. Nos fijamos en algunas cosas y nos olvidamos todo eso, que además en el cine tuvo mucho éxito.

Sin duda, José Luis Manzano es un icono de esa España de los ochenta, de esa juventud olvidada y relegada. Y sin duda, ese revival es una realidad y va a ir a más, pero también es cierto que con los años una serie de personas bien situadas, guiadas por la fascinación pero también por intereses comerciales y mediáticos, han querido recuperar esa época obteniendo como resultado un barullo desorientador para el que no tuviese referentes reales de aquello.

¿Es un revival que se opone a la glorificación de la Movida?

Es de algún modo su lado oscuro, lo que no nos han contado o no han querido contar. Las consecuencias de la introducción de la droga dura en España como un arma de destrucción masiva y la delincuencia que genera su necesidad de consumo habitual; de la desaparición de varios sectores profesionales en este país y del paro, así como de las frustraciones que genera el día a día de vivir en sociedad.

¿Crees que las drogas fueron introducidas como arma para destruir a una generación o a sectores de la sociedad española?

No lo afirmo categóricamente, pero si estudias y analizas, como han hecho recientemente historiadores e investigadores independientes como por ejemplo Justo Arriola, no es difícil llegar a esta conclusión. Hay mucha información filtrada, mucho testimonio vivo, e igual que sucedió en Estado Unidos y en el occidente de Europa, la oferta y la demanda de heroína es incuestionable y puede considerarse una manera de reprimir las ansias libertarias y aniquilar a una juventud que no tenía futuro porque no había trabajo para todos.

En ese sentido la Movida sería justo lo contrario: la glorificación del consumo de estupefacientes.

Hablas con las personas paradigmáticas de la Movida y no creo que haya nadie que no haya consumido alguna vez droga dura. Lo han hecho todos y lo han manifestado en el momento o con los años, en retrospectiva. Estamos hablando de una serie de artistas protegidos por ayuntamientos socialistas, concretamente en el municipio de Madrid; personas a veces de incuestionable servilismo o en ningún caso problemáticas para el sistema de poder que les da de comer.

Otro tema: ¿qué planes tienes con el libro? ¿Hay alguna posibilidad audiovisual futura?

Lejos de aquí nació como un proyecto cinematográfico; de hecho existen varios guiones para una miniserie de ficción y para una largometraje: para un biopic de José Luis Manzano y Eloy de la Iglesia. Aunque en este país es muy complicado muchas veces referir la verdad probada y contrastada de nuestra historia reciente, porque hay muchas personas implicadas que pueden no tener interés en que se sepan determinadas cosas. En cierto modo, sería un proyecto muy valioso, que despertaría muchas conciencias, pero sería en cualquier caso muy complicado retratarlo en toda su integridad, en todas sus facetas, como puede ser la política, la religión, la sexualidad o la drogadicción.

¿Puedes ser más concreto en lo que crees que no se quiere contar?

Siempre tenemos miedo de mirarnos en el espejo, en el fondo de nosotros mismos, a mirar lo que somos y lo que hemos sido, y una manera de hacer esto sería mediante el estudio de nuestra historia reciente, en la que aún tenemos un pie porque es la que hemos vivido. Y el que controla la cultura en este país no creo que tenga interés en que se difunda la parábola creativa y vital de una persona siempre incómoda como Eloy de la Iglesia y de un joven masacrado y anulado como José Luis Manzano.

Pero hemos visto hace poco, por ejemplo, en prime time televisivo, una serie como Fariña, que partiendo de un libro (secuestrado, es verdad) sacó a la luz nombres, situaciones, casos concretos que afectan a políticos, jueces y fuerzas de seguridad.

Claro, pero siempre es información filtrada y que en cierta forma interesa que se sepa; la va liberando de alguna manera el propio sistema, los gobiernos a través de los medios de comunicación oficiales. Además, como supongo que es el caso de Fariña, para que tu material llegue a más gente debe empezar a difundirse poco a poco.

Pero en el caso concreto que estamos hablando, de los problemas de marginación e integración en el mundo laboral de miles de jóvenes en nuestro país, ¿por qué no se va a querer contar ahora la parte referida a la cultura?

En el caso de Eloy de la Iglesia sus películas son documentos vivos; el sistema no puede evitar que sean vistas una y otra vez y se reediten, o que se escriban libros como el mío, pero no creo que le interese a un medio de masas como la televisión, que tiene que respaldar siempre al cine. Es demasiado subversivo, demasiado cercano a una realidad incómoda a día de hoy. Lo que sí que no puede evitar el sistema es que el espectador que se acerque a estas películas abra los ojos a esa realidad, que se despierte en él una capacidad de análisis crítico con el que llegar a una serie de conclusiones y decisiones que sean un punto de partida para el día de mañana.

Para, como decía Antonio Flores, «levantarse esta mañana con muchas ganas de salir de aquí y luego no encontrar a nadie».

En efecto. Antonio Flores: otro caído, otra víctima como lo fue José Luis Manzano. Por cierto, ambos fueron grandes amigos.

Víctor García Guerrero
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6 comentarios

  1. No entiendo muy bien porque se ilustra esta entrevista con, entre otras, una foto de la película «Puta miseria», de Ventura Pons, que no tiene en absoluto nada que ver con el cine de Eloy de la Iglesia. Supongo que será un error.

  2. Hola:
    A nuestro parecer Puta miseria participa en varios aspectos del cine quinqui, por más que cronológicamente corresponda a los últimos coletazos del género y se proyecte más allá de él.
    ¡Un saludo y gracias por el comentario!

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