Juez Dredd y la pantalla (y III): el juez en la pequeña pantalla, Judge Minty y Judge Dredd: Superfiend
El Juez Dredd está maldito en la gran pantalla. Primero le convirtieron en Stallone y le condenaron a una producción que nada tenía que ver con él. Después, el público decidió que tenía bastante con una decepción y era mejor huir de las salas. ¿Habría una tercera vez? Por suerte sí, aunque no fuese en el cine sino en la pantalla de nuestros ordenadores. Ah, y a veces con dibujos animados por el medio.
En cierto modo, podemos hablar hoy en día de una innegable democratización cultural, por usar un término obviamente vago, para referirnos a la descubierta capacidad de la población general para crear y distribuir sus propios productos culturales. Esto atañe a creaciones que transiten tanto por los medios tradicionales como por la red de redes. Sean obras comerciales o gratuitas como de las que vamos a hablar en este artículo.
Si el Juez Dredd ha tenido mala suerte cuando ha discurrido por la gran pantalla, lo cierto es que puede que encuentre su casa en la pequeña. Dejando de lado a la televisión, estamos hablando por supuesto de nuestro ordenador, donde se refugian los creadores al margen de las grandes productoras, dispuestos a regalarnos su tiempo y su esfuerzo a cambio de nuestra gratitud.
Empezando: de películas fan y propiedades intelectuales
La irrupción de Adi Shankar y su «universo bootleg» en el mundo cultural de internet ha sido uno de los soplos de aire fresco más agradables en mucho tiempo. Para quienes no conozcan a este productor de origen indio diremos, resumidamente, que además de trabajar como productor ejecutivo en cintas como Dredd (Dredd, 2012), El último superviviente (Lone Survivor, 2013) o Caminando entre las tumbas (A Walk Among the Tombstones, 2014), se ha convertido en una sensación de internet a base de producir una serie de cortos que trabajan con franquicias y personajes para los que no tiene ningún tipo de derechos, pero que al mismo tiempo realiza sin ánimo de lucro.
Gran parte del éxito de este concepto se debió a sus dos primeras producciones; The Punisher: Dirty Laundry (2012) y Venom: Truth in Journalism (2013) destacaban por contar con actores con cierto peso dentro de la industria y unos personajes interesantes que habían pasado sin demasiada gloria por el mundo cinematográfico. Recuperar a Thomas Jane para el papel de Frank Castle ya bastaría para aplaudir el primer corto. En el segundo, se agradece cualquier intento de borrar al Veneno de Spider-Man 3 (Spider-Man 3, 2007) de nuestra cabeza.
Pero si Marvel se mostró muy permisiva con estos proyectos y Rebellion tampoco puso ningún problema (que sepamos) a Judge Dredd: Superfiend (2014), lo cierto es que con sus dos últimas producciones ha saltado la liebre y los problemas legales han empezado a producirse. Tal vez pueda culparse aquí al productor de exceso de valentía al atreverse a jugar con propiedades intelectuales como los Power Rangers o James Bond, dos franquicias cuyos poseedores no son precisamente famosos por ser permisivos.
A pesar de que ambos cortos, tanto Power/Rangers (2015) como James Bond: In Service of Nothing (2015), están de nuevo disponibles en la red y los problemas legales parecen haber sido superados, lo cierto es que la respuesta de Saban Entertainment y de la MGM dieron el pistoletazo de salida para poder comentar abiertamente el verdadero interés que tiene el proyecto de Adi Shankar. ¿Hasta qué punto tienen lugar en nuestro actual mundo cultural los proyectos fan?
En principio, todos podremos convenir que mientras no exista un objetivo económico es de justicia que alguien pueda gastar su tiempo y su dinero en realizar una cinta acerca de cualquier motivo, del mismo modo que puede escribir una historia sobre cualquier personaje o grabar en su casa una versión de cualquier canción. La duda viene cuando dicho material es distribuido libremente en la red de redes.
No vamos a fijarnos en cualquier posible tema legal en esta ocasión, sino en la verdadera inocencia de estos productos y en sus efectos reales sobre el mundo cultural. Aunque no exista un interés económico directo (o sea, no se cobre por ver la película), lo cierto es que sí parece existir una ganancia secundaria que surge de la capacidad de llamada que tiene una propiedad intelectual ajena. No parece haber duda de que la posibilidad de que alguien vea tu corto animado va a crecer de manera exponencial si el protagonista es James Bond en lugar de un agente secreto de nombre desconocido para el gran público.
También podría defenderse que el aprovechamiento de esas propiedades intelectuales puede, en ocasiones, hacer daño a sus propietarios, al vincularlas con unos productos que pueden diferir en gran medida de lo que estos quieren ofrecer al mercado cultural. Sin embargo, aquí también podría esgrimirse el irrefutable hecho de que los realizadores aficionados les están haciendo en muchas ocasiones un estudio de mercado gratuito y les pueden dar, incluso, ideas que luego podrán incorporar en sus propias producciones.
Pero tal vez el mayor problema que existe con estas obras es precisamente el que los dueños de los derechos no quieren admitir en ningún momento y que, además, logra que los films de aficionados les resulten tremendamente beneficiosos: la erradicación de la competencia cultural.
Para entendernos, ante la situación de que un autor determinado tenga una idea genial para una historia que incluya a los Power Rangers de por medio, lo más interesante para Saban Entertainment es que siga adelante con ella y realice un corto que luego regale en la red. El motivo es claro: si no llegase a realizar el corto por los problemas legales, aparentemente Saban Entertainment no pierde nada, pero a la hora de la verdad se ha desvanecido una publicidad gratuita que siempre viene bien. Además, tampoco tendrán material que fagocitar. Lo importante para la empresa es que no se lance a crear su propia y novedosa propiedad intelectual, adaptando su historia a la misma. Si esto último llegara a pasar, siempre podría darse el caso de que el público prefiriese esos nuevos personajes a los que son propiedad de Saban Entertainment.
Por lo tanto estos productos fan, de los que Judge Dredd: Superfiend es un buen ejemplo, no sirven más que para perpetuar a las grandes compañías y sus personajes en la cima de la pirámide de la industria cultural. Jóvenes creadores están dispuestos a regalar su trabajo a una empresa con la que no tienen ninguna relación a cambio de unos miles de visitas extras y la intangible promesa de que la industria cinematográfica llame a sus puertas.
Pero independientemente del resultado final, debemos pensar en la cantidad de grandes personajes y grandes historias que se perderán por el camino mientras nuevos narradores se ven atados a utilizar personajes populares preexistentes para que les prestemos algo de atención. Luego, por supuesto, nos quejaremos de que solamente hay secuelas y remakes. También pediremos que haya más creatividad en el mundo del entretenimiento, siempre que nos sigan dando nuestra ración de productos culturales ya conocidos. Los experimentos siempre es mejor que los haga otro.
Judge Minty, la acción real venida de Inglaterra
El primer fan film del que vamos a hablar es una producción británica que muestra la capacidad que se tiene en estos casos para investigar en la historia de un personaje, en sus relatos menos conocidos. Lejos de lanzarse a la piscina adaptando una gran saga, el director Steven Sterlacchini se remite a un personaje menor como el Juez Minty y a la única historia en la que este participó, The Long Walk, para tener la libertad necesaria para trabajar sin estar constreñido por el canon.
The Long Walk es, de todos modos, una historia muy importante en la historia de Juez Dredd. En ella se nos cuenta por primera vez cómo los jueces, cuando son demasiado mayores y no se ven capacitados para seguir con su misión ni pretenden entrenar a los reclutas, se pueden retirar a la tierra maldita y tratar de llevar allí la ley. Una idea muy poderosa que incluso llegó a aparecer en la película Juez Dredd (Judge Dredd, 1995) de Stallone.
Partiendo de esa base, el corto se centra en la primera experiencia del Juez Minty en la tierra maldita. Su encuentro con un grupo de mutantes y la lucha contra estos es el centro de una narración que destaca por no complicarse en exceso y tener en la sencillez su mejor arma. A pesar de los problemas existentes en las escenas de acción, seguramente debidos en gran parte a la falta de presupuesto, lo cierto es que la cinta tiene un acabado más que notable y, lo que es más importante, una fidelidad visual al cómic inusitada.
Y es que es curioso que tras dos experiencias en la gran pantalla tenga que venir una película realizada por fans y ser la que consiga reproducir de manera más lograda la estética del cómic. Sin renunciar al águila en el hombro, al mono que cubre todo el cuerpo o al voluminoso casco, el equipo de Judge Minty (2013) consigue que los jueces resulten creíbles y funcionen en pantalla. También los pandilleros de la tierra maldita y su ambiente están notablemente conseguidos, mucho más que una Megacity Uno digitalmente reproducida y que no engaña a nadie.
Judge Minty es un producto de fans para fans, anecdótico en su trama, pero cuyo verdadero objetivo parece ser demostrar que se puede reproducir el mundo del cómic en la pantalla. En ese aspecto es sobresaliente y muestra que la creatividad es la mejor arma que puede esgrimir un equipo de cineastas. Sus realizadores se han embarcado ahora en el proyecto de realizar un nuevo corto fan, en esta ocasión de otro cómic de 2000 AD como sería Strontium Dog. Sin duda, merecerá la pena verlo.
El origen de Judge Dredd: Superfiend
Judge Dredd: Superfiend coge su nombre de Young Death: Boyhood of a Superfiend, una de las sagas más importantes de la historia de ese gran villano que es el Juez Muerte. Pero a pesar de lo que uno pudiese esperar, no se trata de una adaptación del cómic. Existen algunos detalles idénticos, sobre todo el empleo del padre de Sidney o la resolución de la subtrama del mismo, pero también otros que simplemente se incorporan de manera independiente. Por supuesto, también hay mucho inventado.
La estructura del cómic es, en el fondo, la misma que muchos conocemos gracias a la novela de Entrevista con el vampiro. El Juez Muerte decide que ha llegado la hora de narrar su historia a un periodista para que este pueda transmitírsela a los habitantes de Megacity Uno y estos puedan darse cuenta, al fin, de la razón que tenía Juez Muerte y cómo ellos estaban equivocados. Que sepan, al fin, que el único pecado es la vida y el único castigo justo es la muerte.
La entrevista del supervillano se ve interrumpida por la investigación de la muerte del mismo periodista. La historia no es una de misterio, sino de descubrimiento, así que realmente no importa que sepamos desde el principio el fin que espera a Brian Skuter. Lo único trascendente es tratar de descubrir qué puede haber creado un supervillano como el Juez Muerte, que en un primer vistazo no parece más que un personaje plano con una frase, por muy buena que sea esta.
Por supuesto, John Wagner es fiel a su propia naturaleza y nos regala una historia con algunos momentos excesivos y algunos atajos narrativos realmente notables, pero la fuerza de sus conceptos acaba venciendo. La presencia de Pete Doherty al dibujo también ayuda, un autor menor por su escasa producción pero capaz de conseguir imágenes muy poderosas. Su Juez Muerte es particularmente acertado, a pesar de que los rostros humanos a veces se le atraganten.
El resultado final, pues, no es una obra maestra pero sí un buen cómic y, sobre todo, un gran concepto bien ejecutado. El Juez Muerte terminaría convertido en una suerte de parodia de sí mismo, pero aquí todavía es un villano en toda regla que consigue resultarnos aterrador a pesar de su demencial visión del mundo. Pese a que el humor negro esté siempre presente, para Wagner lo que estamos viendo es aberrante, nos está introduciendo en el cerebro de alguien trastornado y es de esperar que nuestras risas siempre sean nerviosas. Al conseguir eso podemos perdonarle algunos clichés y los ocasionales saltos narrativos.
Pero, pese a que el cómic cuenta con una estructura clara y fuerte… ¿hasta qué punto es cinematográfica? Los hermanos Junquera debieron pensar que tampoco demasiado, cuando se pusieron manos a la obra.
Gestando un nuevo Juez Dredd
Judge Dredd: Superfiend es, en realidad, la segunda producción de Luis Pelayo Junquera que emplea un personaje ajeno. Su anterior obra en esta línea fue el corto Do Not Fall in New York City (2012), protagonizado por El Castigador y que bien podría haber sido fruto del universo bootleg de Adi Shankar, aunque por aquel entonces no supieran nada uno del otro. También es la primera en la que colabora su hermano Enol Junquera y que, por lo tanto, incorpora elementos de animación 3D.
Lo primero que se debe destacar al hablar de la película es que, a diferencia de lo que uno podría pensar, no tiene nada que ver con Dredd. Debido a la relación de Adi Shankar con ambas cintas, muchos pensaron que este Judge Dredd: Superfiend iba a ser una continuación de la cinta de Alex Garland. La realidad es que por momentos no podría situarse más lejos de ella, creando su propia continuidad sin relación con anteriores incursiones del Juez Dredd en la pantalla.
En Superfiend nos encontramos con un Juez Dredd que no hemos conocido antes y que está muy cerca de lo que podríamos considerar como la visión más clásica del mismo. Sin embargo, no es el protagonista de la cinta, dejando ese lugar para el Juez Muerte y convirtiéndose en un secundario del film que lleva su nombre. Tal vez por eso pueda mantenerse más cerca de su esencia en las páginas del cómic. Al evitar situarse en el centro de la acción, no necesitamos que se nos justifiquen sus actos y el personaje puede estar más libre para mostrar los tics que le hicieron famoso.
Mientras tanto, el Juez Muerte se coloca en el centro del escenario y se convierte en la estrella principal. Ayudado por un genial trabajo de doblaje (es imposible imaginarse al personaje con una voz diferente a la de Marc Graue), se erige como el gran logro del mediometraje. A pesar de que los más puristas puedan ver con malos ojos que se traslade su origen hasta la misma dimensión que habita el Juez Dredd, no puede negarse que es un cambio casi necesario. Después de todo, el público de la cinta que no sea un habitual del cómic puede tener bastante con verse inmerso en Megacity Uno y no estar preparado para enfrentarse a universos paralelos ni semejantes.
Sí se deja lugar, sin embargo, para la presencia de las brujas, que de hecho ganan importancia con respecto al material original, convertidas aquí en una suerte de madres todopoderosas. Es una pena que se pierda la participación de los otros jueces oscuros en la trama, pero uno no puede tenerlo todo. Habrá que esperar a otra ocasión para poder ver en pantalla el siniestro ritual que se nos pinta en Young Death: Boyhood of a Superfiend.
Tal vez más discutible sea la necesidad de incorporar en la trama al personaje de Rico, el hermano de Dredd que ya se estrenó en las pantallas en la Juez Dredd de Stallone. De acuerdo que debió considerarse la manera más sencilla de poder incluir en la trama a Vienna, que no en vano es su hija, pero su inclusión no resulta tan orgánica como uno querría.
Sí lo es, sin embargo, la importancia dada a Vienna. Judge Dredd: Superfiend no podría existir sin esta niña que se convierte en la catalizadora de la trama. Vienna es una niña sin una verdadera figura paterna que está dispuesta a aceptar a todo aquel que aparente preocuparse por ella. Su verdadero padre, el Juez Muerte, Juez Dredd… todos los personajes adultos a su alrededor se convierten en algún momento en su padre, para después abandonarla.
Ahí está, sin duda, el elemento clave del mediometraje: la paternidad. Sidney, que será posteriormente conocido como Juez Muerte, es un personaje fagocitado por la maldad de su propio padre, que alimentó su naturaleza maligna. Ante Vienna, el Juez Muerte no puede ver otra cosa que una oportunidad de emular a su progenitor, de conseguir su propio retoño al que educar en su propia y retorcida moral. Y la desgracia es que ni Rico ni Dredd serán capaces de evitar que Vienna termine desamparada. Tal vez eso signifiquen las brujas en esta ocasión: la cruda realidad que espera a aquellos que no han recibido las necesarias nociones morales en la infancia.
A pesar de la evidente relación con su género, de la aparentemente clara correspondencia padre-madre, no creo que la lectura de la figura de las brujas deba entenderse de manera estricta como la de una malvada maternidad frente a la redentora figura paterna. En el cómic original, el propio Juez Muerte asesinaba a su madre y a su hermana (figuras tristemente ausentes en la pantalla) antes de encontrarse con las brujas. Estas no ocupan su lugar, sino que son las encargadas de facilitar la conversión del Juez Sidney en el Juez Muerte. Esa misma misión parece estar presente en Judge Dredd: Superfiend, con el añadido de que en esta ocasión parece que no son unas figuras tan pasivas como en el original, esperando ser encontradas en las entrañas de una Megacity Uno alternativa, sino que buscan de manera activa a sus víctimas.
Para los hermanos Junquera el mal se encuentra a la vuelta de la esquina, vigilándonos pacientemente y aprovechando cualquier momento de debilidad para saltar sobre nosotros.
Y ahora… ¿qué?
Judge Dredd: Superfiend puede ser entendida, pues, como uno de aquellos viejos What if… de Marvel, o los más famosos Otros mundos de DC, una historia alternativa que nos plantea una visión personal y propia de un personaje ya conocido. No pretende ser en ningún momento una versión definitiva del Juez Dredd, solamente la exploración de un aspecto de su historia bajo la mirada de un autor concreto.
Ahí radica el éxito de la propuesta, en que los hermanos Junquera nunca claudican a favor del material original. Si estuviésemos hablando de una producción oficial, de una parte intrínseca de la historia del Juez Dredd, esa libertad podría volverse en su contra, pero si aceptamos que lo que estamos viendo no es más que su propia lectura del personaje, podremos disfrutar de la historia como se merece.
Y es que a diferencia de Judge Minty, no estamos ante una obra de amor por el cómic. Los hermanos Junquera pueden apreciar al Juez Dredd, pero desde luego no están atados por el material original. Su objetivo último es darnos una visión personal y traernos su propia historia, no reproducir lo que han leído y tratar de ser fieles a la creación de otra persona.
Tal vez ahí haya estado el gran cambio de los últimos tiempos en el mundo de las producciones cinematográficas para fans, en la aparición de creadores que aprovechan ese nicho para contar sus propias historias. ¿Hasta qué punto cumplen estas creaciones el objetivo que se les supone? ¿Son a fin de cuentas un intento de aprovechar un mercado ya creado para mostrar las capacidades artísticas en búsqueda de otro tipo de encargos? Las respuestas no son sencillas. Lo único que podemos esperar es que nos traigan más obras tan disfrutables de manera independiente como Judge Dredd: Superfiend.
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