La leyenda de Matthias Sindelar: muchas preguntas y pocas respuestas
Sobre Sindelar se ha escrito mucho, pero no de todo. Prácticamente solo es posible encontrar pequeñas variaciones, que añaden u omiten algo de información, de una misma historia: Matthias Sindelar era el mejor jugador austriaco de fútbol de la historia, pero desafió al mismísimo Adolf Hitler y pagó el atrevimiento con su vida. Su valentía se convirtió desde entonces en un mito y su leyenda se unió a la de otros deportistas que protagonizaron episodios similares y alumbraron un subgénero de la ficción bélica: el construido por los atletas que se mantuvieron firmes frente al totalitarismo, ofreciendo un ejemplo de dignidad. Pero la realidad es que sabemos muy poco de estos relatos. Sabemos muy poco, porque no hay voluntad de hacer las preguntas adecuadas.
¿Por qué un futbolista desafió a los nazis?
3 de abril de 1938, estadio del Prater de Viena. Las selecciones de fútbol de Austria y Alemania disputan frente a varios altos dignatarios del Partido Nazi un encuentro amistoso celebrado para festejar el anschluss, la anexión por parte del Tercer Reich de todos los territorios austriacos, que sería refrendado por la población local en las urnas tan solo una semana después. Transcurren los primeros minutos del primer tiempo y las autoridades se remueven incómodas en el palco por culpa del evidente dominio de la selección austriaca, que ha saltado al campo con una camiseta que luce los colores de la bandera nacional en lugar de con su tradicional uniforme (camiseta blanca y pantalones negros). Además, un tal Matthias Sindelar, al que la afición local apoda el Mozart del fútbol, se ha plantado ya en varias ocasiones frente al guardameta alemán y se ha mostrado exageradamente desafortunado frente a la portería rival. Para colmo de males, Sindelar es de ascendencia judía.
Minuto 65 de partido. El hombre de papel (su otro mote, referido a su capacidad para colarse entre las defensas rivales) se desmarca, recibe en profundidad y marca un gol que desata la locura entre la afición austriaca. ¿Acaba Sindelar de ignorar una orden directa que le obligaba a perder aquel encuentro? Puede que sí, aunque lo cierto es que acaba de marcar el 2 – 0. Antes que él anotó un gol su compañero Karl Sesta, que no pasaría a la historia porque luego jugó con la selección alemana que representó al Tercer Reich en el mundial y murió en 1974. En cualquier caso, no existe ninguna evidencia irrefutable de que los jugadores austriacos recibieran alguna consigna de su gobierno. El partido debía servir como despedida de la selección austriaca, cuyos jugadores se integrarían a partir de entonces en el equipo alemán, y dada la calidad de jugadores como el propio Sindelar es posible que los locales recibieran la sugerencia de no emplearse en exceso. Pero también existe la opción de que no recibieran ninguna presión en absoluto y los propios jugadores austriacos, que habían experimentado en sus carnes lo que la coacción política podía conseguir en el mundial de Italia 1934, quisieran humillar a sus rivales. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que, tras marcar el 2 – 0, Sindelar corrió hacia la banda y, cerca del palco, celebró su gol bailando de forma extraña frente a las autoridades que presidían el partido.
¿Por qué Matthias Sindelar decidió arriesgar su pellejo de semejante modo? Nadie, en su sano juicio, decidiría reírse públicamente del Partido Nazi que conocemos. Ni siquiera un deportista incapaz de soportar la humillación de dejarse perder que no resista la tentación de vencer al nazismo aunque fuese sobre un campo de fútbol. Y es que, probablemente, eso no fue lo que ocurrió. Quizá sería más acertado aventurar que Sindelar se dio el gusto de demostrar su superioridad sobre los jugadores alemanes y que lo hizo, además, frente a la atenta mirada de varios dirigentes de un partido que ya había aprobado las Leyes de Nuremberg y comenzaba a predicar la segregación del pueblo judío. Pero ese partido, el Nacionalsocialista de 1938, no eran aún lo que llegaría a ser: una máquina despiadada frente a la que Sindelar, lejos de poder abusar de los alemanes, no habría podido siquiera saltar al terreno de juego.
Existe, además, otra prueba que demuestra que aquella celebración que sirve de punto de inicio de la leyenda no significó la sentencia de muerte de Matthias Sindelar: la selección alemana trató por todos los medios de contar con su participación en el mundial que se celebraría en Francia pocos meses después. Incluso para Hitler, un triunfo tan importante como el de la selección nacional en el mundial, bien merecía la participación de un descendiente de judíos si este era efectivamente el mejor jugador del equipo. Sindelar, desde luego lo era, y tal y como cuentan la leyenda y también la historia, hizo lo imposible por evitar representar a la Alemania nazi. Su gol, aquel día en el Prater, su celebración y también su insistencia en su negativa a jugar para la esvástica, han sido inevitablemente relacionadas con el hallazgo de su cadáver en enero 1939.
¿Cómo murió Matthias Sindelar?
Después de su último partido con Austria, Sindelar y muchos de sus compañeros recibieron fuertes presiones para incorporarse a la disciplina del equipo alemán. Parece claro que el futbolista vienés no quiso hacerlo y alegó como excusa que una vieja lesión le impedía jugar a fútbol con normalidad. Paralelamente, la Gestapo iba introduciendo sus tentáculos en Austria y elaboró una serie de informes en los que Sindelar era señalado como una personalidad pública poco entusiasta con respecto a la anexión alemana. Las semanas fueron pasando y finalmente el combinado alemán compareció sin la estrella austriaca al Mundial. La selección que representaba al Tercer Reich dejó una impresión muy pobre en tierras francesas y quedó rápidamente eliminada, algo difícilmente justificable desde el discurso de la superioridad aria.
Tan solo medio año después, los austriacos conocieron la triste noticia: el que todavía es considerado en el país centroeuropeo como el mejor futbolista de su historia, había aparecido muerto en su casa. Su cadáver apareció junto al de su pareja, Camilla Castagnola, una joven judía de origen italiano. La causa de la muerte fue, oficialmente, la inhalación del monóxido de carbono provocada por un escape de gas. Rápidamente, la tragedia quedó ligada en el imaginario colectivo a las reticencias de Sindelar a abandonar su país y jugar con la selección alemana y, por supuesto, también a la celebración de aquel gol que el Mozart del fútbol había anotado contra la selección germana tras el anschluss. Quizás, después de todo, finalmente había pagado muy caro su enfrentamiento público con los nazis.
En muy poco tiempo, la teoría del asesinato perpetrado por los nazis dio paso a otra que también encajaba a la perfección con el mito del deportista de la resistencia. Puede que Sindelar y su novia, agobiados por la creciente presión que soportaban los judíos y ante las dificultades que implicaba escapar de Viena, decidieran quitarse la vida. Esta es la teoría que mantiene un documental producido en el año 2000 por la BBC, en el que se argumenta que las autoridades locales silenciaron el asunto para poder organizar un funeral de Estado, algo impensable en caso de conocerse el suicidio de Sindelar. Tanto este escenario como el del asesinato son perfectamente posibles y es lógico que se hayan valorado y puesto en relación con la situación personal y deportiva del magnífico futbolista austriaco. Nadie ha dedicado demasiado tiempo a considerar la posibilidad de que un simple accidente, un olvido o un prosaico fallo mecánico pudieran acabar con la vida de una persona que, aun con una muerte ordinaria, habría plantado cara al régimen nazi.
Probablemente nunca sabremos si Matthias Sindelar asumió algún riesgo al marcar un gol contra la selección alemana aquel 3 de abril de 1938; pero, como mínimo, sabemos que, si lo hizo, fue con la complicidad de al menos uno de sus compañeros, cuyo nombre no ha quedado inscrito en las páginas de la historia. Parece que existen claras evidencias de que tras aquel encuentro Sindelar dio largas a las autoridades nazis y se significó como opositor al régimen al rechazar a la selección alemana y confraternizar con la comunidad judía, pero a día de hoy resulta imposible saber cuál fue la causa última de su muerte. Existen razones bastante sólidas que permiten desconfiar de la versión oficial del accidente doméstico, pero es muy difícil que tras más de siete décadas sin encontrar un documento que demuestre otra hipótesis llegue a probarse su suicidio o un asesinato político.
Lo único de lo que podemos estar plenamente seguros es de que, para la historia, no es suficiente con la resistencia y el digno ejemplo de un jugador de fútbol. La eternidad necesita de la leyenda y esta de los misterios. Y si son demasiado profundos como para que un nudo no se pueda deshacer hasta llegar al desenlace deseado, ya saben: no dejen que la realidad les estropee una buena historia.
- Cinefórum CCCXCVI: «Más allá de los dos minutos infinitos» - 27 noviembre, 2024
- Entrevistas de LaSoga: Eduardo Bayón - 19 noviembre, 2024
- «The Man Who Came Down the Attic Stairs» - 28 octubre, 2024