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Los auténticos Indiana Jones: Hiram Bingham III

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Seguimos nuestra búsqueda del auténtico Indiana Jones fijándonos en un personaje que muy a menudo aparece mencionado como inspiración real del personaje. Hablamos de Hiram Bingham III (1875-1956), que justifica su candidatura, sobre todo, por su papel en el redescubrimiento para el mundo de Machu Picchu, allá por 1911. Por supuesto, el (re)descubrimiento no era tal para los habitantes de la región, y diversas fuentes más o menos oscuras hablaban de ruinas en esa zona. Incluso, ya en 1902, el peruano Agustín Lizárraga Ruiz había llevado a cabo su propio descubrimiento cuando buscaba nuevas tierras para el cultivo. Pero a nivel mediático, y especialmente en el mundo anglosajón, el mérito recayó sin duda en Bingham y la visión romántica de su expedición (ayudada por la publicidad de instituciones como la Universidad de Yale y la Sociedad Geográfica). Pero, ¿quién era este individuo de curioso nombre bíblico[1]? Y ¿qué tiene que ver con Indiana Jones?

Hiram Bingham III nació en Honolulu (Hawái), en 1875. Descendiente de dos generaciones de misioneros protestantes en el territorio, sus abuelos Hiram Bingham y Sybyl Moseley llegaron a las islas en torno a 1820, pero siguieron manteniendo estrechos contactos con su nativa Nueva Inglaterra. Así, tanto nuestro protagonista como su padre fueron enviados a estudiar, llegado el momento, a las prestigiosas instituciones educativas de la costa este.

El tercer Hiram (¿podemos permitirnos llamarlo Junior?) dejó el Pacífico siendo un adolescente y en 1894 se graduó en Yale, pero no siguió el camino religioso marcado por sus antepasados. Su trayectoria sería puramente académica: obtuvo un segundo título por la universidad de Berkley (en California) en 1900, donde se especializó en historia de América Latina y, más tarde, se doctoró en Harvard en 1905. También en 1900, contrajo matrimonio con Alfreda Mitchell (1874-1967), heredera del fundador de la joyería Tiffany’s, en lo que supuso su puerta de entrada a los círculos sociales más respetables y una seguridad económica que no había tenido garantizada hasta el momento.

En 1906 viajó por primera vez a Suramérica, experiencia que narró en el que sería también el primero de sus libros, Journal of an Expedition across Venezuela and Colombia (1909). De vuelta a los EEUU consigue, en 1907, una plaza de profesor de Historia latinoamericana en la misma Universidad de Yale. Este era un puesto prácticamente nuevo, creado para él, siendo uno de los pioneros de un campo que, hasta el momento, había tenido muy poco interés para el mundo académico norteamericano.

De nuevo nos encontramos con un investigador que no es exactamente un arqueólogo y que es un poco, demasiado mayor para ser coetáneo de Indy; a cambio, se mueve en un mundo académico similar al imaginario Marshall College de las películas (situado en Connecticut). Tampoco su vida hasta este momento tiene grandes similitudes con la más azarosa y caótica del personaje ficticio, siguiendo un camino bastante ordenado de ascenso académico y social por medio del matrimonio.

En 1908-1909, como parte de sus responsabilidades académicas, viajó al primer Congreso científico Pan-Americano en Santiago de Chile. Alargó aquel viaje para realizar varias pequeñas expediciones por diversos territorios, incluyendo partes de Argentina, Bolivia, Perú y Brasil. Menciona entre otros aspectos haber visitado las minas del Potosí, Tihuanaco[2] o la antigua capital inca de Cuzco. Pero también visita por primera vez un yacimiento inca. Se trata de las ruinas de Choquequirao, yacimiento en el sur de Perú con similitudes estructurales y arquitectónicas a Machu Picchu, de tal forma que incluso algunos lo llaman la «hermana sagrada» de aquel. Aquella visita del norteamericano marcó el inicio un periodo de excavaciones y mayor conocimiento internacional.

Parece que este viaje despertó, o avivó, en el autor un interés por otras expediciones similares, pero no necesariamente por las regiones andinas. Intentó organizar nuevos viajes a México, Ecuador o el Amazonas, sin conseguir financiación. Sin embargo, en 1911 sí consiguió montar la primera Yale Peruvian Expedition, reuniendo el mecenazgo privado de varios de sus excompañeros de facultad y otros inversores privados. La decisión del lugar y objetivo de esta expedición tuvo que ver también con circunstancias más o menos azarosas, entre ellas la apertura de nuevas rutas y caminos abiertos para el comercio de caucho (del que ya hablamos en una entrada anterior de esta serie).

El 24 de julio de 1911, guiado por el campesino local Melchor Arteaga y un sargento de la Guardia Civil del Perú llamado Carrasco, se internó en las montañas. Allí, tras horas de marcha, encontraron una cabaña donde fueron recibidos por las familias de dos campesinos, Melquíades Richarte y Anacleto Álvarez, que habían reaprovechado algunas de las terrazas de factura incaica para cultivar ellos mismos. Allí les confirmaron la existencia de unas extensas ruinas y mandaron al hijo pequeño de Richarte, Pablo, que llevase al norteamericano hasta ellas.

La ciudad, que a 2440 metros de altitud parece surgir entre la vegetación y las rocas como alguna formación natural imposible, es en realidad un imponente logro de la ingeniería. Pero nada de eso era evidente a primera vista y algunas pistas, anotaciones en sus diarios y cartas, parecen indicar que él mismo no quedó tan impresionado por Machu Pichhu en un primer momento como podríamos pensar. Los diarios de la expedición apenas mencionan el momento y, sin embargo, semanas y meses después Machu Picchu se convirtió en el punto fundamental de todo su viaje.

A primera vista, una característica curiosa de la prosa de Bingham es que, al contrario que otros muchos de sus contemporáneos y antecesores, nuestro protagonista no parece tan obsesionado por la búsqueda de fortuna y gloria. O no al menos de la gloria que aguarda en forma de tesoro. Tampoco es tan dado a exageraciones y, por ejemplo, en su descripción de Choquequirao en A través de Sudamérica: relato de un viaje desde Buenos Aires a Lima por la vía de Potosí (1911), desecha las leyendas en torno a su nombre, traducido como «cuna de oro», y lo califica de forma realista como una fortaleza, impresionante por su inexpugnabilidad, pero nada más. Sin embargo, estas declaraciones, y otras que hace recalcando que «por supuesto, no vamos con ninguna idea de buscar tesoro enterrados»; «si encontramos cualquier cosa en este sentido, sería propiedad del gobierno peruano», contrasta con los problemas y disputas reales en torno a los objetos descubiertos y sacados del país, que no se resolverían con un acuerdo de devolución hasta casi un siglo después, en 2010.

La gloria, sin embargo, no tardaría tanto en llegar. En 1912 consiguió el mecenazgo d National Geographic, que lanzó un número especial, al año siguiente, en el que no solo identificaba Machu Picchu como las «ruinas de la antigua capital inca», sino que le atribuía una antigüedad de 2000 años. En él, el mismo Bingham escribía enfáticamente que «podría resultar ser la mayor y más importante ruina descubierta en Sudamérica desde la conquista española» y se culminaba todo, además, con un triple póster desplegable de la ciudad. Aunque en realidad en esas expediciones llegó a localizar yacimientos con una importancia histórica mayor, incluyendo la auténtica Vilcabamba, el valor icónico de Machu Picchu y de su figura como descubridor se convirtió en una sensación mundial.

Y, sin embargo, tras las expediciones de 1915-1916, Bingham se alejó completamente de la vida del arqueólogo de campo. En 1916 se alistó en la Guardia nacional y luego sirvió en el servicio aéreo (el antecedente de la Fuerza aérea norteamericana) como oficial e instructor. Podríamos considerarlo otra conexión con Indy, ya que este también tuvo un breve periodo como observador aéreo en la Gran Guerra (aunque él lo hizo en en la Escuadrilla Lafayette, dependiente del ejército francés[3]).

Después, se dedicó sobre todo a la política, como miembro del partido republicano. Tras ocupar el puesto de Vicegobernador de Connecticut en 1922, fue elegido gobernador en 1924, pero ocupó el puesto únicamente un día antes de abandonarlo para sentarse en el senado de los EEUU tras el suicidio de su antecesor. Sirvió como Senador hasta 1933, cuando perdió la reelección frente al candidato demócrata, en medio de la Gran Depresión[4]. Poco después también se divorció de su esposa, casándose solo tres meses después con la que había sido, hasta entonces, su amante, Suzanne Carroll Hill.

Alejado de la vida política, Bingham se dedicó a los negocios y, como algo más cercano a nuestro interés, a lo largo de los años siguió escribiendo y promocionando su «descubrimiento», en sucesivas versiones añadiendo capas de romance y aventura a la historia. Así, en 1922 aparece La tierra de los incas (Inca Land) y en 1930 en Machu Picchu, ciudadela de los incas (Machu Picchu, Citadel of the Incas). Por último, la obra publicada en 1948 con el título, ya de por sí romántico, de La ciudad perdida de los incas (Lost City of the Incas) se convertiría en un bestseller masivo y reverdecería su fama. Antes de morir en 1956, en había regresado en el 48 a los Andes  y a la ciudad que había mostrado al mundo, esta vez junto a su esposa y para un documental.

¿La conexión con Indiana Jones? Pues, como podemos ver, bastante leve. Nada que vaya mucho más allá de cierta asociación visual entre las primeras escenas de En busca del arca perdida. Se puede mencionar la influencia indirecta, ya que sin duda la historia de Hiram Bingham y el éxito de esta última versión de su aventura, influyen en el guion de El secreto de los Incas (Secrets of the Incas, 1954, Jerry Hopper), película donde sin duda el personaje de Harry Steele, interpretado por Charlton Heston, sirve como prototipo, incluso en la forma de vestir, de nuestro arqueólogo aventurero favorito. Curiosamente, más allá de alguna mención pasajera y al contrario que otros muchos de los personajes que hemos repasado, no hay ninguna referencia directa a Bingham en ninguna de las novelas, cómics y otros materiales derivados.

Así, Hiram Bingham se une a la cohorte de personajes que conforman el concepto de arqueólogo aventurero del que Indiana Jones deriva sus elementos, pero no es, en mi opinión, una de las influencias más directas. Nuestra búsqueda, pues, continúa.


[1] Hiram es el nombre del rey de Tiro, mencionado varias veces en los libros históricos en relación con los reyes David y Salomón. Supuestamente, en la leyenda o alegoría masónica, Hiram Abif es el nombre del arquitecto del Templo de Salomón, asesinado por tres rufianes y cuya muerte es recreada en los ritos de iniciación. Sabemos que nuestro personaje sería de adulto miembro de la logia Hiram n1 (precisamente) en Connecticut

[2] Tihuanaco o Tiwanaku es un yacimiento del altiplano boliviano que fue objeto del interés de los arqueólogos nazis durante los años 30, especialmente de Edmund Kiss y su fijación con la teoría del  Welteislehre (o Teoría del Hielo mundial) de Hanns Hörbiger. Aún hoy las ruinas son muy queridas por los amigos del misterio para sustentar las teorías más peregrinas.

[3] Narrado en una película para televisión: El joven Indiana Jones y el ataque de los hombres halcón (The Adventures of Young Indiana Jones: Attack of the Hawkmen, 1995, Ben Burtt).

[4] Aunque en 1929 estuvo a punto de ser recusado y expulsado por un escándalo relacionado con el cabildeo.

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