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Satélites que tapan el cielo – 27 de junio

El mundo estuvo a punto de apagarse esta primavera y apenas unas decenas de personas se dieron cuenta. Sucedió a 600 kilómetros de la Tierra, en el espacio. El satélite ruso Cosmos 2221 pasó a una decena de metros de TIMED, un satélite estadounidense. Cosmos iba zombi, después de treinta y dos años girando, y nadie podría haber evitado el choque. De impactar se habrían producido, millones de partículas hipersónicas que podrían haber chocado con la Estación Espacial Internacional. Y aún peor: producir una reacción en cadena de destrucción de otros satélites que podría haber dejado a la humanidad a oscuras. «Realmente nos asustó», dicen en la NASA: hay demasiados satélites girando sobre la Tierra.

En la órbita baja de la Tierra gravitan diez mil satélites. Hace cuatro años eran cuatro veces menos. Hoy cuatrocientos mil esperan su lanzamiento para los próximos años y puede no haber sitio para todos. Pero el espacio no tiene dueño, y a la competencia entre naciones pujantes como China se suman los cazadores de fortuna que también aspiran a su parte del universo. Elon Musk quiere poner en órbita cuarenta y dos mil satélites. Su empresa, SpaceX, ya tiene seis mil de su red de internet Starlink, y de esos, la mitad ya le están dando ingresos porque la banda ancha no es gratis: 139 dólares al mes en Australia, por ejemplo. La aparente beneficencia de Musk con Ucrania (donde sus satélites dan el wifi a los drones de Kiev) también la pagan las democracias en guerra.

La privatización del espacio en Occidente es parte de la privatización de la guerra. SpaceX tiene también un programa militar. Se llama StarShield, Escudo Estelar, y prevé que varios miles de satélites ofrezcan una red propia al ejército de Estados Unidos. El contingente espacial estaría bajo control exclusivo del Pentágono para ampliar sus capacidades de vigilancia y reconocimiento. China y Rusia ven el proyecto como una amenaza y el Kremlin considera que las redes de SpaceX pueden ser objetivos militares legítimos. Pekín está respondiendo con su propio plan de internet vía satélite en órbita. La red se llama Guowang: Red Nacional. Aquí no hay capital privado. Las guerras de la globalización también son de civilización.

Los millonarios aspiran a la eternidad espacial y a una fortuna sideral. Elon Musk con SpaceX; Jeff Bezos con Kuiper, su constelación de tres mil doscientos treinta y seis satélites. En el modelo estadounidense, es el dinero el que empuja las naves hacia la conquista del universo. La serie de Apple Por toda la humanidad registra la evolución de una carrera espacial de países a una competición con campeones privados. Luego los guionistas no saben qué hacer con la nostalgia, la geopolítica y la dictadura del capital. Cuarón lo resuelve con sencillez en Gravity: Sandra Bullock busca la salvación con una nave china basada en un modelo soviético de los años sesenta. La doctora Stone convive con sus fantasmas en el silencio del espacio, donde nadie nos oirá gritar.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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