Seriéfilo: enero de 2023
Comenzamos un nuevo año bajo la alargada sombra de un 2022 que se preveía muy bueno y resultó ser espectacular. De este nuevo curso seriéfilo, en cambio, nadie parece esperar grandes alardes; pero, como hemos ido aprendiendo a lo largo de los años, nunca hay que subestimar al universo catódico. Cuando menos te lo esperas, aparece una obra maestra de la nada. Veremos si 2023 es capaz de igualar o mejorar el pasado reciente. Por suerte y por desgracia, parece que cada año el reto se vuelve más difícil.
Me apetece empezar con un grato reencuentro. Y es que vuelven los cazadores de nazis tras tres años de silencio: Hunters (Prime Video) retoma la acción donde lo dejó, en el ya lejano 2020, con el propósito de poner fin a su viaje por todo lo alto. Esta vez perseguimos una pieza de caza mayor: la cabeza de la hidra, el mismísimo Adolf Hitler. La serie mantiene para ello las señas de identidad de su primera temporada: acción, espionaje y un toque de humor socarrón con cierta estética de cine setentero. Gracias a ello, sigue funcionando: a nivel argumental, se agradecen los fragmentos de historias entrelazadas que arrojan luz sobre el pasado de Meyer, conectando y completando el puzle que fuimos armando en la última temporada. Así, resulta todavía más sencillo disfrutar, una vez más, de la interpretación de Al Pacino. Lo peor del viaje ha sido tener que esperar tantos años para saborear esta secuela: inevitablemente, los personajes hacen referencia a situaciones que tienen muy frescas (en el guion sucedieron tan solo unos meses antes), pero que, en nuestras frágiles cabecitas, ya no son más que un recuerdo lejano. Si se dispone de tiempo suficiente, recomiendo una rápida revisión de los primeros capítulos de la producción para disfrutarla a tope.
Otra serie que regresa Vikings: Valhalla (Netflix), aunque en este caso solo hemos tenido que esperar un año escaso para degustar su segunda temporada. A pesar de que ya está confirmado un tercer round de este nuevo combate nórdico, la serie no se logra deshacer de la pesada mochila de la Vikings original (Prime Video). Desde luego, está muy bien hecha y funciona de forma más que correcta en todos sus apartados; pero cien años de historia ficcionada con respecto a su predecesora no parecen suficientes para hacer olvidar no ya a Ragnar, Lagertha o Floki, sino a los personajes que ofrecieron los últimos coletazos de la primera serie, como Ivar o Ubbe. Aquí, nada sorprende porque todo parece que ya lo hemos visto antes, además con otros personajes más carismáticos. Ese es, quizá, el principal debe de la serie: no consigue desprenderse de su matriz. De hecho, no parece siquiera intentarlo. Si alguien se quedó con ganas de más tribus nórdicas conquistando y saqueando a sangre y fuego, podrá disfrutar con esta serie cual gorrino retozando en el barro; pero quien quiera algo más de lo que ya vi en las seis temporadas y los casi noventa episodios de la serie original, deberá buscar más allá de las fronteras de Kattegat.
Todavía peor ha ido la segunda temporada de La costa de los mosquitos (Apple Tv+). Si la queja principal sobre su primera parte era que se trataba de una continua huida hacia ninguna parte, esta vez la serie se estanca, al igual que sus personajes, al quedarse quieta en un mismo lugar durante toda la temporada. La llegada al poblado de Casa Roja en el que la familia Fox se instala acaba con la pequeña esperanza que quedaba de vivir una auténtica aventura. A pesar de que se desvelan cosas del pasado, de los motivos de la huida (algo que se reclamó en la primera temporada) y planes de futur (en los se vislumbra la que debía ser la meta final de la familia) la serie se sumerge en un letargo cansino, empeñada en resolver problemas puntuales que parecen creados para rellenar minutos. Para más inri, la producción termina con un buen cliffhanger que nunca resolveremos, pues ya ha sido cancelada. Terrible.
Después de este pequeño muestreo que confirma que segundas partes (casi) nunca fueron buenas, demos un repaso a las nuevas incorporaciones del universo seriéfilo. Con suerte, nos llevaremos alguna sorpresa positiva para quitarnos el mal sabor de boca.
Nunca habría pensado que un revival de los ochenta con Sylvestre Stallone, Sly para los amigos, de vuelta en un papel protagonista como gánster honrado y partiendo la pana en la perdida ciudad de Tulsa, pudiese ser mínimamente interesante. Pero hay que reconocer que Tulsa King (Paramount+) es terriblemente entretenida: este producto logra reverdecer laureles de otras épocas, con un Stallone recauchutado que interpreta a un septuagenario excapo de la mafia que, tras veinticinco años en la trena, se estampa contra una realidad que ha cambiado mucho desde la última vez que pisó la calle. El manido choque generacional, funciona; el típico rollo de malote bueno con más principios que la policía, toda ella corrupta, funciona; la fábula del galán chapado a la antigua que se liga chicas treinta años más jóvenes, también. Así que aquí estoy, con ganas de que llegue la segunda temporada de una serie que, por el tufillo a naftalina que desprendía en sus primeros compases, no debería haber tocado ni con un palo.
Que la vida real supera a la ficción es algo que deberíamos tener siempre presente y que vuelve a recordarnos la miniserie Bienvenidos a Chippendales (Hulu), la absorbente historia del nacimiento, auge y caída del primer local de striptease masculino creado en California por el empresario indio Steve Banerjee, que también llegó a tener un espectáculo que giró por todos los EEUU y Europa. Por si la historia del club y los peculiares personajes que le dieron forma no resultase suficientemente atractiva, cuando la trama empresarial se convierte en una historia de crimen real nuestra cabeza corre el riesgo de implosionar. Con un elenco actoral muy solvente, con Kumail Nanjiani (Dinesh en la Silicon Valley de HBO) y Murray Bartlett (Frank en The Last of Us, también de HBO) a la cabeza y muy bien flanqueados por la veterana Juliette Lewis y Annaleigh Ashford, la serie logra transmitir la sordidez y decadencia del negocio del sexo, despojándolo de todo el glamur que aparenta tener cuando los bailarines están sobre el escenario. Y lo más inquietante es que todo ocurrió de verdad.
Pero, tras la sobredosis de realidad, nada mejor que una aventura de fantasía, brujería y espada. ¿O quizá no es tan buena idea? Willow (Disney +) lleva hasta el extremo el espíritu original de la película de 1988: con una historia trillada y con un tono infantil y juvenil; continuos chascarrillos que pretenden ser graciosos; personajes que no se toman en serio a sí mismos e interpretaciones más bien justitas… está claro que, o entras en el juego, o no hay por dónde coger el asunto. El problema es que, treinta y cuatro años después del estreno de la película, es difícil que esos ingredientes vuelvan a calar. Ni los jóvenes de hoy son como los de antes, ni la chavalada que vio en su momento la película ve la serie con los ojos de un niño. Además, no aparece Madmartigan y Warwick Davis nunca ha sido buen actor.
Para no hacer más sangre de la debida, me gustaría acabar con la comedia seriéfila de rigor. Por suerte, tenemos una buena candidata a comedia del año gracias a Extraordinary (Disney +), una serie gamberra que no duda de tirar de humor grueso para contarnos la historia de una joven que, en un mundo donde todos desarrollan algún poder al cumplir la mayoría de edad (desde volar a super fuerza, pasando por cagar cualquier objeto que se pueda imaginar a modo de fotocopiadora 3D), tiene veintibastantes primaveras y sigue sin florecer. Humor absurdo potenciado con superpoderes igualmente absurdos, que dan mucho juego en esta comedia juvenil, original y fresca.
Poco mas que añadir en este mes inaugural del nuevo año. 2023 ha arrancado con un buen puñado de series que demuestran que la maquinaria seriéfila se está volviendo a poner en marcha en busca de la serie perfecta. Y puede que no esté tan lejos de llegar, ya que los primeros episodios de The Last of Us (HBO) prometen y mucho. Pero eso ya es otra historia y habrá tiempo de contarla el mes que viene. Nos volveremos a ver muy pronto por aquí… porque febrero, ya lo saben, es más bien cortito.