El seriéfilo: julio de 2016
Te despiertas sobresaltado, empapado en sudor; son las once de la mañana y el despertador no ha sonado; palideces imaginando la bronca que te va a echar tu jefe cuando vuelvas a llegar tarde a la oficina «por tercera vez en este mes, Gutiérrez». Echas un vistazo por la ventana y un sol abrasador prácticamente calcina tus retinas; sacudes violentamente la cabeza para ordenar tus ideas y… respiras aliviado: hoy es tu primer día de vacaciones, estás a salvo de tu jefe, eres libre y en el horizonte aguardan catorce días, más dos compensatorios, sin ninguna responsabilidad. Abres la ventana y un golpe de calor provocado por una corriente de aire de treinta y dos grados abofetea tu cara; a lo lejos, escuchas risas, gritos y chapoteos varios. Rebañas el sudor de tu frente. Puedes sentir la fresca brisa marina muy cerca. Cada minuto que pasa es un minuto de libertad perdido, así que te preparas y te dispones a disfrutar de lo que habías estado esperando durante todo el último mes en la oficina. Coges una toalla y…
– Maratón de series, narrador.
– Hace calor, mucho calor. Es verano, no me vengas con chorradas, todo el mundo quiere ir a la playa…
– Yo no. Es mi historia: ma-ra-tón de series, narrador.
– Vale, vale, yo digo lo que tú quieras pero para la próxima, te buscas otro narrador… Rebobinemos…
… y te dispones a disfrutar de lo que habías estado esperando durante todo el último mes en la oficina: un ventilador a tope y maratón de series. Pues vamos allá.
Para empezar, una despedida. Se nos va para siempre Hell on Wheels (AMC) tras mantenernos cinco temporadas pegados a la vía del tren, sufriendo con Cullen Bohannon y su obsesión por conectar las dos costas del territorio norteamericano. Un gran western, que destaca al ser tan limitada la oferta de este género, pero sobre todo una gran serie de acción, que cierra de forma muy satisfactoria una aventura que comenzó hace ya seis años, sin dejar ninguna trama secundaria abierta. Para no dejarnos sin el lejano oeste así de golpe, AMC está emitiendo The American West, una especie de documental serializado sobre la historia de EE.UU. tras la guerra de secesión. Personajes como Jesse James, Toro Sentado, Billy el Niño… irán desfilando por nuestras pantallas y nos ayudarán a conocer mejor la consolidación de este extenso y diverso país. Al no tratarse de una serie al uso y presentar un formato más cercano al documental, solo recomendaría su visionado a aquellos que tengan un interés real por ir más allá de los guiones hollywoodienses y conocer la verdadera historia de todos esos nombres que suenan de las pelis de vaqueros. Si ese no es tu rollo, puede resultar bastante aburrido.
Que Netflix es sinónimo de calidad, es algo que ya está fuera de toda duda. Tras cuatro años machacándonos con series de factura sobresaliente, han logrado que ver su logo disipe cualquier duda a la hora de pulsar el botón de play. Este mes no podía ser menos: por fin he podido ver Love (Netflix), serie que se estrenó en febrero con gran éxito y que ya ha sido renovada para una segunda temporada. Yo la clasificaría como comedia no romántica, dejándose ver la mano de Judd Apatow en el resultado final. Está a la altura de la sorprendente Master of None (también Netflix) del año pasado: personajes de andar por casa, situaciones cotidianas que huyen de las casualidades insólitas y humor un poco más grueso de lo que nos tienen acostumbradas las pasteladas romanticonas pero sin llegar a los extremos de Supersalidos (Greg Mottola, 2007) o Superfumados (David Gordon Green, 2008), por utilizar dos ejemplos de la factoría Apatow.
El otro estreno de este mes, que está revolucionando las redes y de la que todo el mundo está hablando (tanto bien como mal, aunque son más los del primer grupo), Stranger Things (de la que podéis leer más aquí mismo), es un homenaje al cine de los años 80. Todos aquellos que hemos crecido con Los Goonies (Richard Donner, 1985), E. T. (Steven Spielberg, 1982), Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977), etc. encontraremos ese componente nostálgico que potencia aún más las virtudes de la serie. Independientemente del papel de esta baza en la serie, la de Stranger Things es una historia de aventuras a la vieja usanza, muy sólida y que entretendrá por igual a niños, jóvenes y adultos. Candidata a una de las mejores series del año, sin duda.
Pero no nos engañemos, amigos: estamos en verano y no podían faltar las típicas series veraniegas de relleno. Empezando por Dead of Summer (Freeform), que nos viene al pelo para diferenciar un tributo bien hecho como la citada Stranger Things de un refrito cargado de clichés sin sentido y que destroza la nostalgia ochentera. Esta es la típica tópica serie de adolescentes que pasan sus vacaciones en un campamento de verano en el que empiezan a suceder cosas extrañas. Desapariciones, visiones, rituales satánicos… el único gancho de la serie es contar con una de las protagonistas de Perdidos (ABC), Elizabeth Mitchell. Caso distinto es el de Braindead (CBS), comedia ligera con crítica política que no se toma a sí misma muy en serio y que cumple perfectamente con su misión veraniega: simplemente, entretener. A destacar, los kilométricos títulos de cada capítulo y la original forma de resumir lo ocurrido en anteriores episodios, recurriendo a un cantautor.
American Gothic (CBS), por otra parte, es una serie que aspiraba a más, pero se quedó a medio camino en todo. El título mola mucho, pero la historia es bastante descafeinada: básicamente es un Cluedo en el que hay que adivinar quién es el asesino, pero, al igual que ocurre en el juego de mesa, la identidad del culpable es totalmente aleatoria. Tengo la impresión de que ni los guionistas han decidido todavía a qué personaje le van a cargar el muerto. Todos los hermanos son tan sospechosos, que se nota que todo es impostado y forzado.
Momento ahora para una pequeña confesión: a veces tengo la manía de seguir viendo series, aunque se haya anunciado su cancelación a mitad de temporada. Más que nada porque tengo la esperanza de que, al avisar con tanto tiempo de antelación (las audiencias no perdonan), quizá los guionistas y productores preparen un buen final para que todos aquellos sufridores que no nos hemos bajado del carro tengamos una pequeña última satisfacción. Sigo esperando: en el caso de Containment (The CW), al estar basada en una producción belga ya finalizada, el final es aceptable. Trata sobre el brote en Atalanta de una epidemia sin cura conocida, lo que hace que las autoridades se vean obligadas a aislar parte de la ciudad para que esta no se propague. En mi opinión, y mira que me gustan estos temas apocalípticos de muerte y destrucción, está bien cancelada: no es que fuera muy mala, pero tampoco transmitía gran cosa. Hunters (SyFy), por su parte, al no estar basada en ninguna serie extranjera acaba mal, fatal, como si a la siguiente semana fueran a emitir otro capítulo. Y claro, me indigno. Si ya lo sé, que la culpa es mía por seguir viendo series tan malas… pero no lo puedo evitar. En fin, a ver si de esta aprendo.
Ya sabéis, amados lectores, que también en el mundo seriéfilo la ciencia-ficción es utilizada para ejercer una crítica velada (o no tanto) a situaciones, realidades o diversos problemas de nuestro tiempo. En esta línea, la producción australo-neozelandesa-americana Cleverman (Sundance TV), prescinde de cualquier sutileza para denunciar el racismo y la marginación a la que están sometidos los indígenas. Nos plantea un futuro en el que una especie muy anterior a nosotros, los peludos, más fuertes y longevos, pero inferiores en número, son relegados a los suburbios, desterrados de sus tierras y humillados y despreciados por los humanos. Interesante serie de seis capítulos (renovada por una segunda temporada recientemente), que mantiene una trama secundaria algo forzada, pero tiene buen material para divertir y hacernos reflexionar.
Finalmente, como el mes pasado, para combatir el calor asfixiante que estamos padeciendo he vuelto a mirar a tierras nórdicas, esta vez a Finlandia, donde en 2014 se emitió Tellus (YLE), miniserie policiaca que sigue los pasos de un grupo eco-terrorista, poniendo sobre la mesa las distintas actitudes del colectivo ecologista frente a la contaminación y continua degradación del planeta: desde aquellos que optan por tratar de reducir su huella de carbono de forma individual, pasando por quienes abogan por la protesta y la lucha pacífica, hasta llegar, claro, a quienes apoyan la violencia, como mal necesario, en aras de un bien mayor. Tiene un par de agujeros de guion bastante importantes que hacen que la historia pierda un poco de fuelle, pero aun así es entretenida y siempre viene bien para recordar que, en materia ambiental, aún estamos a años luz de los países nórdicos.
Y ahora sí, os dejo que vayáis a tomar un poco el aire a la playa, pero sin pasarse… No os olvidéis de la crema, que luego, a finales de agosto, volvéis quemados y así no hay quien se encuentre a gusto, sentadito en el sofá, disfrutando de una buena serie. ¡Aloha!