Seriéfilo: mayo de 2023
Ya asoma la patita a la vuelta de la esquina el siempre bienvenido verano; sin embargo, un mes más (están siendo demasiadas en los últimos tiempos) nos encontramos ante una nueva concentración de despedidas. Nada menos que cuatro series de esas que elevaron el listón de calidad seriéfilo durante los últimos años se van para no volver. Al contrario que el calor, que ya sabemos que viene para quedarse.
El primer adiós es el de una gran serie que pasó bastante desapercibida a lo largo de las seis temporadas que se ha mantenido en antena. Por suerte, su perfil bajo nunca provocó rumores de cancelación y la serie termina donde sus creadores planearon desde un primer momento. Y es que Snowfall (HBO Max) nació a la sombra del boom de las narcoseries que se desencadenó tras el estreno de Narcos (Netflix) y la adictiva historia del auge y caída del más famoso traficante de drogas, Pablo Escobar. Snowfall mostraba lo que ocurría al otro lado de la frontera, cómo se distribuía esa droga en los Estados Unidos; cómo la epidemia del crack diezmó comunidades enteras y, sobre todo todo, cómo la CIA se convirtió en un actor principal en este juego, introduciendo la cocaína en California para financiar la Contra nicaragüense en los años 80.
Aunque en sus primeras temporadas tiene referencias a personajes y situaciones aparecidas en la serie de Netflix, estas son tangenciales, pues los creadores de Snowfall, entre los que se encuentra John Singleton, buscan, por un lado, denunciar las actuaciones gubernamentales contra su propio pueblo; por otro, centrarse en cómo los juegos de poder afectaron a la comunidad negra, mayoritariamente pobre, de Los Ángeles. Así, junto al encumbramiento y posterior caída a los infiernos, como mandan los cánones, del joven traficante Franklin Saint, veremos una crítica al racismo imperante en las instituciones: mientras los muertos no fuesen blancos, se invisibilizaron todos los problemas del Estado relacionados con las drogas.
La temporada final de la serie no defrauda y plantea una guerra total a dos, tres e incluso en ocasiones a cuatro bandas, donde nadie se fía de nadie y la traición por unas migajas de poder y dinero está a la orden del día. Frenética la mayor parte del tiempo, cruel y despiadada siempre, Snowfall muestra los instintos más bajos de todos los protagonistas, otrora socios, y también amigos y familia.
Pero vamos a bajar pulsaciones intercalando tanta tensión con una comedia: otra serie que nos abandona para siempre es la siempre buen rollista Ted Lasso (Apple Tv+) con su, por desgracia, peor temporada. En su despedida, la producción sigue dejando muestras de su característico humor entrañable, pero aun así el resultado es es bastante más flojo que en las dos apabullantemente perfectas temporadas anteriores.
Duplicar la duración de los capítulos no le ha sentado bien a la serie, más que nada porque no parece realmente una necesidad de la trama: la mayoría de los capítulos podrían recortarse fácilmente sin que nos perdiéramos nada importante. Lógicamente, la chispa de la serie sigue presente y mantiene momentos y escenas magníficas, pero todo lo bueno se diluye entre tanto metraje, convirtiéndose en una especie de comedia homeopática. O peor, traspasando la barrera de lo empalagoso, con una excesiva concatenación de situaciones sentimentaloides de guante blanco.
Lógicamente, esto no emborrona el legado de Ted Lasso, que se mantendrá por derecho propio como una de las mejores comedias de los últimos años. Ojalá hubiese echado el cierre siendo fiel a su formato inicial, con el que recuperó un tipo de humor que parecía reñido con la calidad e ingenio y con el que nos cautivó a todos.
La tercera en discordia tiene un tipo de humor un poco más negro y sí que ha mantenido sus señas de identidad hasta el final. Barry (HBO Max) también surgió a la sombra de otra serie, en este caso Killing Eve (HBO Max), que pasaba por ser más glamourosa y lograba mantener todos los focos puestos sobre Jodie Comer y Sandra Oh. Pero el asesino a sueldo que quería ser actor tenía un plan y mantuvo su ritmo, sin prisa pero sin pausa; también el tono, sobrio, sucinto; y sobre todo el humor, negro y surrealista, y la duración de los capítulos. Treinta minutos, como el primer día. Y así fue creciendo y acaparando cada vez más focos y, cuando el resto se iban desvaneciendo, Barry perduró. Y así hasta hoy, por fin reconocida como la gran serie que siempre ha sido, con aquellos mismos focos posados sobre Bill Hader, que hace un soberbio papel protagonista y encandilados con el personaje de NoHo Hank, ese gran dandy, gay, y líder de una banda de chechenos que operan en Los Ángeles. Se les echará mucho de menos a todos.
La última despedida la protagoniza otra comedia, esta más clásica, tras cinco temporadas de una factura impecable. La maravillosa Sra. Maisel (Prime Video) nos trasladó a los años 60 de la mano de una joven divorciada, con dos hijos pequeños, y que quiere triunfar en la comedia: Un mundo dominado por los hombres. Con el aroma de las comedias propias de aquella década, con diálogos ingeniosos, rápidos y chispeantes; con situaciones absurdamente divertidas y una producción brillante, el homenaje a los pioneros monologuistas brilla por sí solo.
Al igual que ocurría con Ted Lasso, puede que nos encontremos ante la temporada más floja de la serie, con una historia compuesta con viejos retales que aportan más bien poco, conflictos sin recorrido y la ausencia de grandes escenas cómicas corales a las que nos acostumbramos en anteriores temporadas. Funciona como temporada nostálgica, para bajar la persiana y amarrar algunos flecos sueltos, pero, a nivel argumental, sobra mucho y destaca poco. Los saltos temporales solo funcionan en uno o dos capítulos y, a cambio, rompen el ritmo en el resto de temporada, siendo en su mayor parte irrelevantes. Se echa en falta mayor presencia del secundario errático Lenny Bruce, fugaz en sus apariciones a lo largo de toda la serie, pero vital en el desarrollo del personaje de Midge Maisel como cómica. Relegado a una total intrascendencia en la temporada final, sus apariciones parecen pegotes de última hora con los que solucionar su olvido.
A pesar de sus defectos, la temporada va de menos a más y, finalmente, deja buen sabor de boca. En cualquier caso, nada impedirá que, cuando dentro de unos años se recuerde el nombre de la Señora Maisel, se haga con una sonrisa en los labios.
Pero que tanta despedida no os cause tristeza, porque la rueda sigue girando y no dejan de aparecer nuevas series con las que cubrir los huecos que van quedando en las portadas del streaming. Este mes hemos conocido una nueva serie que ha venido para quedarse, no solo por su calidad, sino también por un final de temporada tremendamente abrupto y que nos ha dejado con ganas de mucho más. Obviando ese pequeño detalle, que me da mucha rabia, La diplomática (Netflix) sigue la estela de las series políticas que tanto éxito están teniendo últimamente y nos pone en la piel de la nueva embajadora de los EEUU en Reino Unido, intentando evitar un conflicto armado con… Rusia. Todo muy actual, vamos. Keri Russell está excelsa como la embajadora Kate Wyler y se nota que disfruta el papel. Todos los tejemanejes de las altas esferas, así como los protocolos diplomáticos, están muy bien reflejados y resultan interesantes a la par que entretenidos. En esta serie siempre están pasando cosas, todas las situaciones son urgentes y todas pueden desencadenar una guerra nuclear si no se manejan bien, con lo que se logra mantener la tensión en todo momento.
Siguiendo (y acabando con la política), querría recomendar una miniserie sobre el ya muy manido caso del Watergate. Una de esas con las que se vuelve a demostrar que la realidad supera a la ficción: Los fontaneros de la Casa Blanca (HBO Max) cuenta la historia desde el prisma de los agentes de inteligencia más patanes que puedan existir y que, intentando asegurar la reelección del presidente Nixon, provocaron su dimisión por las chapuzas que envolvieron sus escuchas ilegales de las oficinas del Partido Demócrata en el edificio Watergate. La serie está planteada como un drama con dos versos libres como son los protagonistas, E. Howard Hunt y G. Gordon Liddy, interpretados de forma realmente magistral por Woody Harrelson y Justin Theroux. Ambos son, sin pretenderlo, el alivio cómico de la serie, por sus excentricidades e idas de olla. Solamente sus interpretaciones y la de Lena Heady, en un papel más sobrio en el que lidia con la imbecilidad de sus compañeros, la serie merece mucho la pena.
Con esta historia esperpénticamente hilarante me despido hasta el próximo mes, que ya tengo ganas de que llegue porque, por culpa de tanta despedida, se me han quedado cosas en la nevera. Género fresco, perfecto para el veranito que ya va asomando. Mientras tanto, voy preparando la piscina hinchable en mi cueva. ¡Hasta la vista!