NELINTRE
Arte y LetrasCine y TV

The World is yours: el gran Gatsby, Tony Montana y Don Draper (o la destrucción de un mito)

La figura del ave Fénix que aspira a alcanzar lo imposible es una de las mitologías de las que más beben muchas de las películas y libros que nos rodean. Si el ave Fénix muere pulverizado al llegar a la órbita solar, lo mismo acontece con los siguientes personajes que se analizarán en este artículo. ¿Qué tienen en común Tony Montana, el gran Gatsby y Don Draper? Que todos ellos anhelaron escapar de su entorno social y jugar a ser dioses. Aunque ninguno resurge de sus cenizas.

Si retrocedemos aún más en el tiempo, el Lazarillo de Tormes es, quizá, uno de los primeros personajes que ambicionaron romper la pirámide estamental tan férrea del siglo XVI, que tomaba como referencia el ámbito medieval, y crecer socialmente. Aunque esto le valiera toda una cornamenta de parte de su mujer.

El gran Gatsby: bye, bye, miss American pie

Si optamos por un orden cronológico, me detendré primero en la figura del gran Gatsby, cuyo auténtico nombre es James Gatz. La novela fue escrita en 1925 de la mano del estadounidense F. Scott Fitzgerald. En ella el lector puede ser testigo de la rutina de fiestas desenfrenadas y derroche por los cuatro costados que se vivía en aquellos felices años 20, antes de que se produjera el famoso crack del 29.

La historia es narrada a través de la voz de Nick Carraway, que empieza a vivir cerca de una multimillonaria mansión en donde parece que siempre se celebre el fin de año, situada en la ficticia West Egg, Long Island. Invitado por su vecino, accede a asistir a una de aquellas colosales fiestas y es allí donde conoce al misterioso Jay Gatsby. Pocos datos se tienen de él y los chismes rodean la figura del millonario.

La cercanía entre ambos personajes da lugar a que Gatsby le confiese a Nick su verdad, su origen. El castillo de naipes que se ha construido el multimillonario es acompañado de una biografía que, a simple vista, parece intachable: «Te juro por Dios que voy a decir la verdad […] Soy hijo de una familia rica del Mediano Oeste, actualmente extinguida. Nací en América, pero me educaron en Oxford, porque durante varias generaciones mis antepasados se han educado allí […]. Heredé mucho dinero».

El sueño americano, esa american pie a la que le canta Don Malean, se destruye paulatinamente en las manos de James Gatz. Como afirma Nick más tarde, cuando la verdad se descubre como un pastel de manzana: «La verdad es que Jay Gatsby […] nació de su platónica concepción de sí mismo. Era hijo de Dios, frase que si algo significa, es justamente eso […] se inventó al tipo de Jay Gatsby, que solo un muchacho de diecisiete años podía inventar, y fue fiel hasta el fin a esta peregrina concepción».

El personaje creado por Gatz responde a un sueño muy concreto que germina en la mente del protagonista desde hace años: la conquista de la muchacha dorada, Daisy, una joven de buena familia a la que conoció cuando él era un simple soldado sin una moneda en el bolsillo. Aspirar a casarse con ella y a proporcionarle un hogar acomodado es lo que impulsa a Gatsby a construirse una pantagruélica mansión cerca de la casa de la muchacha y a aderezar su mundo con una biografía magnífica.

La obsesión le empuja incluso a creer que la historia con Daisy dura cinco años y que desde que se conocieron nunca ha amado a otro que no fuera él. La negación del pasado de la chica es lo que más le perturba. Casada con un hombre, Tom Buchanan, que la engaña y con quien tuvo una hija que, más bien, parece un juguete al que no se le hace el mínimo caso, Daisy coquetea con Gatsby para, finalmente, decidir huir con su marido de esa ciudad.

La crisis de los personajes, el miedo a la soledad de todos ellos, es lo que les vincula. Gatsby aspira a retener a Daisy, Tom no quiere que ni esta ni su amante Myrtle le abandonen, y Nick Carraway resume el pánico de los personajes en el siguiente texto, totalmente acertado: «Treinta años… Promesa de una década de soledad, una lista cada vez más reducida de amigos solteros, una cartera cada vez más delgada, indicios de calvicie…».

Alrededor del personaje pululan individuos que se niegan a crecer, que viven intensamente la noche y la fiesta, que beben hasta caer rendidos y son infieles, buscando precisamente algo que los llene. La riqueza, el champán, el maquillaje y los exquisitos trajes ocultan un miedo aterrador a la soledad y una especie de síndrome de Peter Pan. El propio Gatsby es un niño grande que fabricó un cuento de hadas, soñando con lo imposible, para acabar asesinado en su piscina, solo. Al funeral únicamente acuden su padre, un hombre humilde y anciano, Nick Carraway y un invitado de grandes gafas que en una ocasión había asistido a una de sus fiestas.

Tony Montana y el gran Gatsby: la soledad de un gigante

El final de Gatsby, su cadáver en la más absoluta soledad de su gigantesca mansión, conecta con el final de Tony Montana en la aclamada Scarface: el precio del poder, película dirigida por Brian de Palma en 1983 y protagonizada por un espectacular Al Pacino, en la que interpreta a Tony, un tipo de origen extremadamente humilde, un cubano cuya madre se dedica a limpiar escaleras para vivir honradamente. Su aspiración de tocar el sol le impulsa a rodearse de tipos poco recomendables, a traficar con drogas y a dar el golpe que le ayudará a establecerse en Estados Unidos: es contratado junto con su amigo Manny por el capo Frank López para llevar a cabo el asesinato de Emilio Rebenga. Poco a poco, asciende en la pirámide social y arrebata el poder al padre, a su maestro instructor, López. Acomplejado por sus orígenes de clase baja, tachado como un simple paleto cubano, Tony Montana acaba asesinando al jefe (le ordena a Manny que apriete el gatillo), rey derrocado de su trono, y toma a Elvira, la esposa de este, como mujer.

Tony es un antihéroe al que se le reproduce en cientos de carteles rodeado de dólares, un personaje de la cultura popular torpemente imitado por muchos en sus selfies, pues ninguno llegará jamás a lucir como Al Pacino. Escenas como aquella donde fuma un cigarro en su vasto jacuzzi mientras escupe todo tipo de frases destructivas a Elvira, con el pecho peludo de Tony emergiendo de la espuma, causan en el espectador una especie de asco que obliga a rechazar al personaje. Misógino, ambicioso y, sobre todo, un personaje totalmente acomplejado por su pasado y que, desde el balcón más alto de su mansión, será asesinado por cientos de balas de sus enemigos.

The world is yours, frase en letras de neón que la cámara recoge justo después de observar el cadáver ensangrentado de Tony Montana flotando en la piscina. Como el gran Gatsby, que deseaba que el mundo fuera suyo, para terminar su vida asesinado en la piscina, Tony Montana también palpa su sueño pero su caída cierra el ciclo.

Don Draper: el Peter Pan de la coca-cola

Por último, el más reciente de los personajes que he citado es Don Draper, interpretado por el atractivo Jon Hamm, cuya figura empapela todas las paredes de metro vestido con un traje de Emidio Tucci. Poco se sabe de este personaje, sin embargo; como acontece con Gatsby, Draper ha querido construir una biografía para alcanzar más fácilmente ese sueño americano.

En realidad, su auténtico nombre es Richard Whitman, hijo de una prostituta y de un granjero alcohólico. Fue voluntario en la guerra de Corea. Cuando muere su oficial, llamado Don Draper, Richard se apropia de la identidad de este y comienza una nueva vida. Se sitúa en Nueva York con su nuevo nombre y convence a un borracho Sterling para que le contrate en su compañía de publicidad. Para perfeccionar aún más esta vida de sueño americano, se casa con una modelo rubia, ideal de ama de casa y perfecta mujer florero, Betty.

La crisis del personaje le acompaña a lo largo de las siete temporadas de la serie. Un hombre exitoso, con una guapa mujer y dos niños que no se siente satisfecho con nada ni con nadie. Como el niño caprichoso que quiere abarcarlo todo, Draper tiene continuas aventuras con las muchas mujeres que llegan a su vida. Se divorcia de Betty y se casa con Megan, para acabar separándose y marcharse a vivir a una comuna, alejándose de la empresa de publicidad donde empezó.

El final es ambiguo: en plena meditación, Don no puede impedir idear un anuncio que le viene a la cabeza como un torrente: el de Hilltop de Coca-Cola, grabado en 1971 y que derrocha optimismo. Un grupo de jóvenes de todas las nacionalidades cantan con la archifamosa botella de cristal en sus manos, en medio de un verde prado. ¿Qué puede significar este final? Los directivos de la serie han sido ambiguos, pero no puedo evitar interpretar en esto que Don, al fin y al cabo, no pertenecía a ese mundo de comuna hippy, sino al mundo del sueño americano, del consumismo, al mundo de la Coca-Cola. Probablemente volverá a esa vida inestable sin satisfacciones que le empuja a seguir buscando algo que no halla.

La caída de Don Draper, la destrucción que observamos en el personaje y que es realizada paulatinamente en la serie, se refleja en los propios créditos iniciales donde un hombre trajeado se lanza en picado desde un gigantesco rascacielos. Los tres personajes, en fin, están ligados fuertemente: están solos pero tienen miedo a la soledad, huyen de su pasado y se rodean de una riqueza material efímera que no les satisface. Persiguen ese sueño americano que los llevará a la destrucción: The world is yours?

Publicaciones relacionadas

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba