Ursula K. Le Guin y la libertad
El pasado 19 de noviembre de 2014 Ursula K. Le Guin recibió la Medalla a la Contribución Distinguida a las Letras Americanas. La condecoración, otorgada por la institución de los National Book Awards, supone un enorme reconocimiento a su labor por parte de uno de los premios literarios más importantes de los EE. UU.
Las palabras pronunciadas por la veterana autora californiana durante el acto de entrega del galardón tienen a nuestro juicio un valor innegable en este momento de la historia cultural occidental.
Muchas gracias, Neil. También a los que entregan este hermoso premio les doy las gracias desde el corazón. Mi familia, mi agente y mis editores saben que el hecho de que hoy esté aquí y este premio son tan suyos como míos. Y disfruto al aceptarlo en nombre de, y compartirlo con, todos los autores que fueron excluidos de la literatura durante tanto tiempo: mis camaradas los autores de fantasía y ciencia ficción, los escritores de la imaginación que durante los últimos cincuenta años han visto cómo los hermosos premios acababan en manos de los que suelen llamarse realistas.
Creo que se acercan tiempos difíciles en los que querremos escuchar las voces de autores que puedan ver alternativas a cómo vivimos ahora y puedan ver más allá de nuestra sociedad atenazada por el miedo y obsesionada por la tecnología, y encontrar otra manera de existir y puede que incluso imaginar una base real para la esperanza. Necesitaremos escritores que puedan recordar la libertad. Poetas, visionarios, los realistas de una realidad más grande.
Ahora mismo, creo que necesitamos escritores que conozcan la diferencia entre la producción de un bien comercial y la práctica de un arte. Desarrollar material escrito de acuerdo a las estrategias de venta para conseguir maximizar el beneficio corporativo y los ingresos publicitarios no es lo mismo que una publicación o autoría responsable.
Y, sin embargo, veo cómo los departamentos de ventas ganan el control sobre las editoriales; veo a mis propios editores sumidos en un estúpido pánico hecho de ignorancia y avaricia, cobrando a las bibliotecas públicas por un ebook seis o siete veces más de lo que cobrarían a un cliente normal. Acabamos de ver a un especulador tratando de castigar a un editor por desobediencia y a escritores amenazados por la fatwa corporativa, y nos veo a muchos de nosotros, los creadores que escribimos los libros, que hacemos los libros, aceptándolo. Dejando que los especuladores de mercancías nos vendan como desodorante, y nos digan qué publicar y qué escribir.
Los libros, sabéis, no son solamente mercancía. La búsqueda del beneficio a menudo choca con el objetivo del arte. Vivimos en el capitalismo. Su poder parece ineludible. Del mismo modo lo parecía el derecho divino de los reyes. Cualquier poder humano puede ser resistido y cambiado por los seres humanos. La resistencia y el cambio a menudo empiezan en el arte, y muy a menudo en nuestro arte, el arte de las palabras.
He tenido una larga y buena carrera. En buena compañía. Ahora y aquí, en el final de la misma, no quiero ver cómo la literatura americana se vende al mejor postor como una esclava. Los que vivimos escribiendo y publicando queremos, y debemos demandar, nuestra justa parte de lo recaudado. Pero el nombre de nuestro hermoso premio no se llama beneficio. Su nombre es libertad.
Gracias.
Nota del traductor:
Para ayudar a la comprensión del texto, resulta necesario concretar dos referencias del mismo: el Neil que la autora menciona al inicio del discurso no es otro que Neil Gaiman, encargado de entregar la medalla; posteriormente, cuando Ursula K. Leguin se refiere a un especulador que ha tratado de castigar a un editor, está haciendo referencia al enfrentamiento entre Jeff Bezos, CEO de Amazon, y la casa editorial Hachette.
Traducción: Ismael Rodríguez Gómez
Fuente: transcripción realizada por Parker Higgins y disponible en su página web.
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