«Cinco lobitos», «100 días con la Tata» y las etiquetas
Una playa sin levante, zona de tumbonas. Suena una canción en un altavoz superando todos los niveles de cordialidad, de fondo el temazo es una de esas canciones que nunca dedicarás a tu hija. En ese momento te preguntas si esa gente vota y si su voto vale lo mismo que el tuyo. Suena pretencioso y, aprovechando la coyuntura, políticamente incorrecto. Pero nada interrumpe tu lectura y tus carcajadas. Tu dosis de felicidad semanal se sustenta en los artículos de Fran Lebowitz. Vuelves a su libro Un día cualquiera en Nueva York y lees: las personas, aún con el actual índice de inflación (mejor dicho, sobre todo con el actual índice de inflación), las puedes comprar por docenas…
Y es que somos yonquis de las generalidades, los títulos y las etiquetas. Habría que reivindicar el papel de los que no cuentan con título, de los que supuestamente no son nada, cuando en realidad lo son todo. Este artículo no trata de acomplejados, tampoco de gente que se excusa. Trata de personas que llevan el peso de nuevas etiquetas y las que, injustamente, no ostentan las que merecen. Culpamos a los devaneos de la vida o a las circunstancias…
No sabemos si el Platón influencer compraría seguidores. Tampoco sabemos si la vida nos tratará como algunos tratan a las dependientas de Zara, con esa mezquindad, intentando dar el cambiazo despegando el precio de una etiqueta para pegarlo en otra, así la camisa sale más barata…
Cinco lobitos y las nuevas etiquetas
En la ópera prima Cinco lobitos hay otros personajes, pero destacan madre e hija. El personaje de Amaia (Laia Costa), sostiene el peso de la etiqueta de ser madre primeriza mientras la suya, Begoña, (Susi Sánchez en estado puro), se titula en dejar espacio y serlo menos.
Amaia vuelve a casa de sus padres con su bebé mientras su pareja, que trabaja en el mundo del espectáculo, está de gira. Una vez allí quizá se ponga en los zapatos de su progenitora, y para hacerlo, puede que tenga que repetir sus mismos rituales, levantándose al amanecer, quedándose pensativa, frente a la ventana, al amparo del silencio de un café… Su personaje tiene que descubrir qué hay detrás del exceso de retranca de la mujer que la crio. Retranca, cesión y vueltas a los orígenes. También tiene que asimilar su perfil maternal en ciernes.
Esta película coincidió, en la vida real con la propia maternidad de la actriz. Las actuaciones de Laia Costa siempre tienen algo que te retiene y te envuelve.
Otras visiones y otros discursos
En el cine español se premia la visión de la maternidad como reconstrucción, ya ocurrió en el Festival de Málaga, en 2019, con Los días que vendrán. Película que se rodó mostrando la realidad de dos futuros padres, los actores David Verdaguer y María Rodríguez. No es fácil olvidar las imágenes de ese parto real y la memorable escena acompañada con la música de María Arnal.
Pero a propósito de la maternidad faltan otros discursos. Falta la voz de las que no son. La sensación es que se necesita un espacio, en el cine, para las personas que no son y lo son todo a la vez. Esas mujeres que luchan por ser madres y no llegan a conseguirlo. Que no cumplen los requisitos de adopción, se someten a tediosos vaivenes de tratamientos hormonales o tienen que decantarse entre ser madre y desterrar la posibilidad de que una enfermedad se reproduzca.
La tiranía del azar y la genética. Ellas que, con sacrificio, son madres antes de materializarlo, madres aunque en este momento no puedan serlo. La vida a veces es injusta. No solo no tendrán opción de desviar esas miradas condescendientes, además no tendrán el horario que se merecen en su trabajo porque no cuentan con la etiqueta oportuna, serán mujeres de segunda. Qué equivocada está esta sociedad y cuántos guiones sobre esas otras mujeres se precisan.
En estos últimos años puede citarse la película La adopción por esa visión atípica. Relata la agonía por la que pasa una pareja para poder prohijar. Escenas con espacios minúsculos y el propio idioma contribuyen a materializar la desazón. La película de Daniela Féjerman también da para debatir sobre otras cuestiones…
100 días con la Tata
Y como ya hemos entendido este juego y comprendido que lo que priman son los sentimientos: no eres lo que la vida te ha dejado ser, eres lo que sientes. Siempre hay una manera de canalizarlo, como el agua que en ocasiones sigue su curso y vuelve al antiguo cauce del río, aunque hayan construido sobre él.
Hay un dogmatismo instaurado: las relaciones más significativas solo pueden darse con nuestros familiares directos. Los títulos genéticos a modo de marquesado que, emocionalmente, hacen vivir a otros de las rentas. Pero aquí llega Miguel Ángel Muñoz para demostrarnos que no sirve de nada categorizar y nos presenta a un familiar lejano, a la hermana de su bisabuela: Luisa Cantero.
100 días con la Tata es un documental que narra el periplo de un rodaje que se quedó estancado y dio pie a la filmación de la convivencia de ambos en la vida real. Con este alarde de ternura, a medio camino entre la generosidad y el homenaje, el director nos acerca al vínculo que tiene con alguien que no ostenta la etiqueta de. Él define su relación como la historia de amor más perfecta que ha tenido en su vida. Luisa Cantero no necesita el carné de abuela para querer, quiere sin más.
La propuesta no es un discurso edulcorado, es un discurso sin complejos y sin pretensiones. Es un compendio de ternura, humor y miedos. Tanta veneración es la que siente su tata por él que se muestra en la puesta en escena, con esos posters de UPA Dance de La Vale o la Super Pop que presiden su salón. Es lo que tiene ser incondicional…
Estas dos películas nos sirven para huir de las generalidades. Reconocer a los que asimilan su nuevo papel y dar el lugar que se merecen a aquellos que no cuentan con títulos o etiquetas. Ahora sí nos despedimos. Suenan violines y de fondo se intuye, o puede verse, alguna que otra palmera.
Os deseo feliz verano y precaución estival. Hay que recordar que las películas de miedo no comienzan en junio en una casa abandonada… comienzan en julio en una playa abarrotada cuando alguien enciende un altavoz y termina con tu siesta…
Aquí os dejo la playlist con algunos temas veraniegos y un poco de sabor a Cachitos, para que el improvisado DJ cambie de tercio.
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