Es inevitable acordarse de que Sidney Lumet tenía ochenta y tres años cuando rodó su última película. Quizá porque su carrera siempre estuvo marcada por la irregularidad, combinando obras memorables (Doce hombres sin piedad, Serpico, Network (Un mundo implacable), Punto límite…) con productos olvidables (Gloria, En estado crítico…), tiene algo de belleza poética que su despedida cinematográfica fuese un ejercicio de contención y sobriedad fílmica tan notable.
Todo en Antes de que el diablo sepa que has muerto rezuma inquietud e incomodidad: la escueta pero perturbadora partitura musical de Cartel Burwell, la dirección fría y diseccional de Lumet, y una historia que se desarrolla ante nosotros como un desconcertante y angustioso rompecabezas al que tenemos que ir dando forma. Andy y Hank son dos hermanos de familia acomodada que, por razones diversas, se ven envueltos en problemas económicos y deciden solucionarlos con el que en apariencia es el atraco perfecto: asaltar la joyería de sus padres. Pero, evidentemente, el asunto no será tan bonito como en un principio pueda parecer.
Uno de los grandes aciertos del guion es el de fragmentar la trama con flashbacks; así, a través de saltos en el tiempo y de juegos con el punto de vista narrativo, vamos completando una historia que, al ser narrada de esta manera, evita una sensación de déjà vu que de otro modo la lastraría. Porque ese descenso (in)voluntario hacia los infiernos de quien coquetea con la vida criminal y acaba quemado hasta las cejas, ya lo habíamos visto antes (posiblemente Fargo de los hermanos Coen sea su mejor exponente), pero gracias a su original enfoque, Lumet (y Kelly Masterson, el guionista) consiguen mantener intacto nuestro interés durante casi todo el metraje. El ritmo narrativo que insufla Lumet a la película parece adquirir vida propia, acelerándose y ralentizándose de acuerdo a los propios acontecimientos del relato, para acabar en un in crescendo quizá demasiado enrevesado.
El peso interpretativo recae en la pareja formada por Ethan Hawke y Philip Seymour Hoffman. El primero borda como nadie su papel de hermano pardillo y el segundo muestra una vez más la talla de gigante de un actor que lamentablemente engrosó pocos años después la nefasta lista de intérpretes prematuramente fallecidos. Especial mención requiere el personaje de Seymour Hoffman, hombre en apariencia de éxito pero atrapado en el vacío auto-destructor de la heroína, y que visualizado hoy parece una oscura advertencia del destino real del actor. Marisa Tomei se muestra convincente como esposa de Andy y objeto del deseo de su hermano Hank, pero su gris sensualidad no puede hacer remontar un papel demasiado desdibujado. No sucede lo mismo con Albert Finney que, como el padre de la familia, pasa de un segundo plano inicial a un protagonismo absoluto en la segunda parte del film, rescatando la película del estancamiento en el que cae en su parte media.
Antes de que el diablo sepa que has muerto es un thriller notable con el pulso vigoroso de una joven promesa del cine, pero con la categoría técnica y narrativa de un maestro. El broche de oro perfecto para la filmografía de una figura mayúscula del celuloide.
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