Siguiendo la estela de Náufragos (Alfred Hitchcock, 1944), película que trascurre en su totalidad en un mismo escenario y con el genial William Bendix como secundario, nos acercamos a Brigada 21 (Detective Story, 1951), adaptación cinematográfica que William Wyler realizó de la obra de teatro de Broadway del mismo título escrita por Sidney Kingsley.
Un carismático Kirk Douglas interpreta al temperamental detective Jim McLeod, hombre de métodos expeditivos y convicciones férreas. En el día a día de su comisaría neoyorkina las cosas son blancas o negras para él. El bien y el mal. La autoridad y el crimen. Sin embargo, su parcial perspectiva vital y profesional se verá en entredicho cuando la investigación de un caso destape oscuros secretos del pasado de su esposa (Eleanor Parker). Será entonces cuando su monolítica moralidad se tambalee.
La concepción teatral original de la historia se deja ver en su coralidad y en su consecuente desarrollo de personajes, además de en el hecho de que todo el film discurra en el escenario único de una comisaria. William acierta al trasladar ese espíritu a la gran pantalla. El ritmo es constante, entrando y saliendo de plano policías y delincuentes, y siendo las réplicas entre personajes fluidas y brillantes.
La trama principal, la que nos cuenta el acoso del detective McCleond a un criminal y las consecuencias personales que estos actos le conllevan, así como las tramas secundarias, aquellas que protagonizan la retahíla de deslumbrantes secundarios que pululan por la comisaría (desde una señora que asegura que sus vecinos están construyendo una bomba, hasta el procesamiento de dos ladrones, pasando por una inofensiva cleptómana o un joven despistado que roba por amor), se entretejen magistralmente con el telón de fondo de llamadas, interrogatorios y demás formalismos rutinarios de la vida diaria de un policía. No es difícil ver aquí un precedente lejano de ese realismo policiaco que en literatura populizarían autores como George Pelecanos y en televisión series como Homicidio o Canción triste de Hill Street.
Pero, por encima de todo, Brigada 21 expone a los espectadores de mediados de siglo pasado un procedimiento policial áspero y a todas luces fallido, mientras saca a colación la necesidad de renovar este sistema e invita al debate acerca de la reinserción del criminal, la flexibilización de la moralidad y la necesidad de redención.
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