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Papus, un Rasputín de origen gallego en la corte del zar

Burgués acaudalado, oriundo de Galicia, hijo de un químico francés y una mujer española de origen gitano; médico competente, místico bien relacionado y fundador de alguna de las órdenes esotéricas más importantes del siglo XX; santón, antisemita prorruso, consejero del zar antes que Rasputín y profeta de su muerte a manos de magnicidas revolucionarios; muerto, como cualquier otro, por culpa de la Gran Guerra. Protagonista de una existencia intensa de medio siglo, vivida bajo el signo del pseudónimo que él mismo escogió para perseguir la estela de Paracelso: Papus, el Médico.

Pagina de tratado de Papus

La ciencia y el ocultismo, por el mismo camino

Gérard Encausse, más conocido por su pseudónimo Papus, fue un místico, hipnotista y ocultista francés de origen español, nacido en La Coruña en el año 1865 y que llegó a tener una gran relevancia en el mundo de lo oculto de comienzos del siglo XX. Como intelectual que atravesaba asiduamente la gruesa línea que ya entonces separaba la ciencia de la superstición, escribió diversas obras sobre la Cábala, el Tarot y la magia en general. Como ocultista, formó parte de diversos grupúsculos esotéricos y posteriormente fundó algunas de las organizaciones místicas más importantes de su tiempo, ante las que se presentaba, presuntuosamente, con un pseudónimo extraído del Nuctemeron, una obra escrita por Eliphas Lévi, vaca sagrada del ocultismo francés del periodo.

Papus 1Gérard había nacido de la unión de una española de origen gitano y un químico francés que resolvió regresar a París cuando su hijo contaba tan solo cuatro años. Como hombre de ciencia que era, Louis Encausse dispuso que su vástago recibiera una sólida educación en las mejores instituciones de la capital francesa; sin embargo, desde una edad muy temprana Gérard comenzó a interesarse por las ciencias ocultas. Lo que había nacido como un interés acabó convirtiéndose en su gran pasión y, con poco más de veinte años, Papus dedicaba cada vez más tiempo a la sección ocultista de la Biblioteca Nacional de París.

Aunque Encausse trató siempre de establecer un nexo entre su primera instrucción como ocultista y el sanador Anthelme Nizier Philippe (un padrino conveniente, dada la fama que este había adquirido como obrador de milagros), su verdadero mentor pasa por haber sido el Marqués de Alveydre, Joseph Alexandre Saint-Yves, autor de la famosa obra El arqueómetro y auténtico padre espiritual de toda una generación de importantes esotéricos de la que Papus formó parte. Su verdadera llave maestra, no obstante, aquella que le abrió todas las puertas ocultas de París, fue la supuesta obtención de los manuscritos legados por Antoine Fabre d’Olivet (figura emblemática del ocultismo francés, que vivió entre 1762 y 1825 y participó de la Revolución hasta la llegada al poder de Napoleón). Gracias a ello, Papus entró a formar parte de la nobleza esotérica gala y pudo entablar relación con quienes más adelante serían los principales miembros de la Orden Cabalística de la Rosacruz, de la que él mismo llegaría a ser líder.

Papus en una logia martinistaA finales del siglo XIX, Encausse continuó afianzando su posición mediante la publicación de nuevos tratados y poniendo en marcha la edición de las revistas divulgativas Iniciación y El velo de Isis. Finalmente, en 1891, Papus da el paso de fundar lo que acabará convirtiéndose en la Orden de los Martinistas, basándose en dos ritos masónicos por entonces extintos y declarando, nuevamente, estar en posesión de los papeles legados el mismísimo Louis-Claude de Saint-Martin, que dio nombre a la organización. Dos años más tarde fue nombrado también Obispo de la Iglesia Gnóstica de Francia, fundada poco antes por Jules Doinel, en un caso prototípico de acumulación de cargos místicos de gran responsabilidad.

Curiosamente, Gérard Encausse trataba, mientras tanto, de honrar su propio pseudónimo también en el terreno de la medicina convencional. Tenía menos de treinta años cuando consiguió un doctorado cum laude en medicina y abrió una exitosa clínica en la rue du Rodin. Todo parecía irle sobre ruedas a aquel joven, médico en público, ocultista mal disimulado en privado, amigo de personajes influyentes y centro de un frenético mundo repleto de misticismo. Fue entonces cuando, tratando de emular a su admirado Paracelso, comenzó a viajar e interesarse por las distintas tradiciones de la medicina alternativa. Con el paso del tiempo adquirió fama como sanador tanto del cuerpo, como del alma y el espíritu. Al fin y al cabo, había estudiado las técnicas más variopintas y sus conocimientos incluían desde las últimas terapias de la medicina académica, hasta los rituales más secretos. Gozaba de una buena posición social y su estatus entre los místicos del continente era inmejorable. Sin duda, era un perfil que debió de resultar enormemente interesante a un matrimonio real entregado a la superstición en los límites de la vieja Europa.

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Precediendo a Rasputín

Encausse visitó Rusia en tres ocasiones, siempre para ponerse al servicio de Nicolás II y la zarina Alejandra en calidad de médico y ocultista. Los servicios requeridos por los Romanov exigían de alguien en cuya persona confluyesen ambas dimensiones. En su segunda visita, la más célebre, Papus contactó en plena revolución de octubre de 1905 con el espíritu de Alejandro III, que profetizó la caída de Nicolás II bajo el empuje bolchevique. Tras el trance, el místico de origen coruñés animó al zar afirmando que, mientras él estuviera vivo, podría contener los efectos de la terrible predicción que acababa de realizar.

Nicolas II con su familiaPuede que el suceso no fuera más que una treta de Papus destinada a aprovechar la bisoñez de los zares para conseguir su protección, pero lo cierto es que Encausse demostraría siempre una genuina preocupación por sus benefactores rusos. Durante varios años, Encausse mantuvo correspondencia con ellos, dejando constancia de la preocupación que sentía por la creciente importancia que estaba adquiriendo en la política rusa la figura con la que tantas veces se le ha comparado, el ínclito Grigori Yefímovich Rasputín. El buen gobierno, opinaba Papus, tenía poco que ver con el esoterismo.

De sus primeras visitas a Rusia, Encausse obtuvo también la posible paternidad del famosísimo texto antisemita de Los protocolos de los sabios de Sión. Ya en 1901, Papus había colaborado con un periodista, Jean Carrère, en la elaboración de una serie de artículos que mantenían la existencia de un complot judío que pretendía alterar la buena salud de las relaciones entre Francia y el Imperio de los zares. Con el paso del tiempo, la autoría de estos textos y su notoria rusofilia fueron motivos más que suficientes para incluirle en la extensa lista de posibles creadores del texto antisemita más importante de la Historia Contemporánea. Curiosamente, a pesar de que siempre dejó traslucir un odio a los judíos muy propio de la época que le tocó vivir, Papus prefirió las fuentes esotéricas de matriz semítica frente a los poderosos textos del misticismo oriental, excesivamente alejados para su gusto de la filosofía judeocristiana.

Papus solo volvió una vez más a Rusia. Fue en 1911, el año que equidistó de la primera tentativa revolucionaria de los marxistas rusos y la sublevación que finalmente alumbraría el nacimiento de la URSS. A lo largo de la segunda década del siglo XX, continuó ejerciendo como médico, publicando textos esotéricos y acumulando cargos en diversas organizaciones ocultistas. Especial consideración merece su relación con Theodor Reuss, un místico y socialista utópico anglo-germano, amigo del mismísmo Aleister Crowley (si es que Aleister Crowley podía tener amigos), que colaboró con Papus para establecer la O.T.O británica (Ordo Templi Orientis) en tierras galas. Encausse, cómo no, devolvió el gesto viajando poco después a las islas para dar su apoyo a la nueva Iglesia Gnóstica Católica de la Ordo Templi Orientis. Un par de años más tarde, además, acabó siendo también elegido Hierofante del Rito Antiguo y Primitivo de Memphis y Mizraim, una corriente masónica que logró aunar las diversas escisiones que habían surgido del rito Rosacruz y fue creada, a finales del siglo XIX, por un tal Giuseppe Garibaldi. Baste esta breve relación de los cargos ejecutivos místicos de Papus, si no como catálogo completo de sus responsabilidades, sí como una muestra de la red clientelar que movía por entonces (y quién sabe si todavía hoy) los engranajes del ocultismo europeo.

Papus - IlustracionPapus, ya lo hemos dicho, fue, ante todo, un hombre popular, plenamente integrado en los círculos esotéricos y la alta sociedad de la vida civil. Y fueron muchos los franceses que, como él, atendieron en 1914 la llamada de la patria para acudir a librar la Gran Guerra. Encausse, como todos los hombres con su formación y casi todos los de su clase social, fue afortunado y recibió un destino en el cuerpo médico, alejado del frente de batalla. Sin embargo, las corrientes telúricas no le fueron propicias (su destino estaba, en ese caso, sellado) o quizá, simplemente, el estrés y las duras condiciones del conflicto le hicieron sensible a los bacilos. Sea como fuere, lo cierto es que Gérard Encausse, Papus, contrajo tuberculosis y murió en octubre de 1916 a la edad de cincuenta y un años.

Ciento cuarenta y un días después, fue fusilado, a muchos kilómetros de distancia, el último zar de la dinastía Romanov. La coincidencia no es demasiado espectacular, pero alcanzó para que Papus encontrase un pequeño hueco en el magnífico El péndulo de Foucault de Umberto Eco. Ahora, su nombre oscila, para toda la eternidad, junto al resto de los grandes místicos de la historia.

Víctor Muiña Fano
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4 comentarios

  1. No me creo nada mucho antisemitismo y mucho miércoles pero siempre por hablar mal de gente que no puede defenderse y no están para defenderse siempre defendiendo a los judíos pero yo no soy antijudio pero Algo pasa si tantos ahí no es normal no?

  2. Vasta ya de hacer publicidad A personajes antisemiticos que lo único que hacéis es distraer la verdad mintiendo y haciendo parecer que hay antijudiiss sin valorar las verdades históricas. Los judíos todos no, pero los que se dedicaban a la usura en Europa crearon muchas prácticas denunciables y son culpables de las crisis económica s que vivimos por su culpas

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