Kate Raworth: «No salimos nada bien en nuestro selfie económico y ya no vale el Photoshop»
Existe un cierto convencimiento en algunos ámbitos del pensamiento económico de que la economía no funciona. Que genera dinero, sí; capital, evidentemente. Valor para grandes compañías e inversores, sin duda. Pero no para todos, o para la mayoría, que ven pasar el tren de la prosperidad, tal vez por la pantalla de su teléfono móvil, con la esperanza casi vana de que quizá un día haga parada en su estación vital, por lo demás condenada a la precariedad. Kate Raworth, investigadora asociada en el Instituto de Cambio Medioambiental de la Universidad de Oxford, pertenece a esa corriente de académicos que creen urgente revisar la manera en la que concebimos la economía, sus fines y sus medios. Parte del hecho, tal vez cuestionable por parte de los teóricos con mando en plaza, de que la economía tiene como objetivo la prosperidad general y que, en vista de los resultados de concentración de riqueza y aumento de la desigualdad, no está cumpliendo con ese plan.
Su propuesta de revisión de la economía clásica es también visual: propone un donut en lugar de una línea, una rosquilla en la que se incluye el planeta y los seres que la habitan, en lugar de un gráfico en el fondo abstracto que representa un crecimiento infinito y, según ella, imposible. Doghnuts Economics se titula en España Economía Rosquilla (Paidós) por razones de copyright.
¿Qué se gana viendo la economía como un donut?
Creo que necesitamos una nueva imagen en nuestras mentes de lo que es una economía de éxito. En el siglo XXI, lo que siempre escuchamos de políticos y medios es la idea de que el progreso es esa línea siempre en ascenso de crecimiento. Necesitamos cambiar eso. Creo que el progreso se parece, por estúpido que suene, más a una rosquilla que a una línea. Así que imagina una galleta con un agujero en el medio. En ese agujero hay un lugar donde a la gente no le llega para conseguir las cosas esenciales de la vida. Donde la gente no tiene suficiente comida, sanidad, educación o vivienda. Y lo que queremos es sacar a todo la gente del mundo fuera de ese agujero. Pero no podemos rebasar los límites de ese círculo tampoco porque, en ese caso, ponemos demasiada presión en nuestro extraordinario y único planeta. Ahora mismo estamos dándole patadas a ese equilibrio y estamos provocando una debacle climática. Lo vemos en los océanos, en el agujero de la capa de ozono. La prosperidad, el bienestar para todos, tiene que ver con satisfacer las necesidades de todos dentro de los medios del planeta. Se trata de vivir dentro del donut, que nadie se quede en el agujero, pero sin rebasar los bordes.
¿Y es práctico?
Necesitamos repensar lo que es el bienestar humano y de qué depende. En la economía del siglo XX, la premisa fundamental era satisfacer la demanda a través del mercado. Como si el mercado fuese toda la economía. Creo que eso es una falsa premisa, por eso necesitamos repensar nuestro bienestar, en un profundo nivel práctico. Porque depende profundamente de un clima estable, de suelos fértiles, de océanos sanos, de una capa de ozono protegida. Necesitamos empezar a imaginar cómo podemos crear economías que de verdad protejan este equilibrio ecológico al tiempo que satisfacen las necesidades de la gente. Convertir eso en políticas donde ponemos en práctica medidas que protegen el medio ambiente, que protegen la capa de ozono, o evitan el cambio climático. El gobierno de Suecia ha sacado recientemente una ley que dice que para 2045 no habrá emisiones de carbono en el país. Podemos definir ahora el uso de plásticos, cómo será la utilización del diesel y de los coches de gasolina en ciudades y en todo el país. Diseñar ahora nuestro consumo de combustibles fósiles. Estas son las transiciones que necesitamos hacer.
Debemos revisar la imagen, perfecto, pero ¿serviría para un gobierno como el de España para saber lo que debe aumentar las pensiones?
Todos y cada uno de los países deben comenzar una discusión nacional para reimaginar lo que es la prosperidad. Sea España o el Reino Unido, de donde yo vengo. Casi todos los países con altos niveles de renta buscan satisfacer las necesidades de todos sus habitantes, pero al tiempo que causan un enorme impacto en el medio ambiente del planeta. Eso está socavando al medio ambiente y las perspectivas para los países con menos renta. Desde luego es una discusión muy difícil porque desafía el modelo económico que hemos estado siguiendo durante casi setenta años. La idea de que si seguimos creciendo tendremos los recursos suficientes para satisfacer las necesidades de la gente. Eso no es suficiente. Lo sabemos de sobra ahora. Sabemos perfectamente que estamos agotando el mundo del que dependemos. Varios partidos políticos, gobiernos y empresas me han dicho en muchos países diferentes que quieren profundizar en este enfoque porque reconocen que tienen un problema con, por ejemplo, la financiación de las pensiones futuras. O con la descarbonización de las economías. Básicamente, con la persecución de un crecimiento sin fin. Muchos políticos saben que existe una paradoja en el corazón del viejo modelo económico que hemos seguido. ¿Dónde encontramos uno nuevo? Tenemos que poner sobre la mesa una visión positiva y empezar una nueva discusión económica para poder avanzar.
¿Salimos bien en el selfie económico de la actualidad o necesitamos Photoshop?
No salimos nada bien en el selfie ahora mismo. En absoluto. Y no deberíamos simplemente pasarle Photoshop. Esa no es la solución. Cuando miramos a nuestro selfie vemos, por todo el mundo, miles y miles de millones de personas a las que todavía les falta cubrir sus necesidades más básicas. No tienen comida suficiente, no tienen acceso a un aseo decente, no tienen acceso a la electricidad, o a una vivienda segura, a la igualdad de género y a la participación política. Y sin embargo hemos rebasado nuestra presión sobre el planeta en términos de cambio climático, pérdida de biodiversidad; hemos convertido demasiadas tierras para uso humano y usamos demasiados fertilizantes. Así que las cosas están muy desequilibradas en los dos extremos del donut. Este no es el momento de ponerle un filtro al selfie. Debemos cambiar profundamente el modelo económico porque creo que esta es la imagen que los hijos de nuestros hijos van a ver en el futuro. Y nos van a decir: visteis la fotografía completa, fuisteis la primera generación que contemplasteis la imagen completa y comprendisteis la interdependencia de la humanidad y el planeta. Pero ¿qué hicisteis para mejorar este autorretrato? Nada, solo algo superficial. Por eso tenemos que cavar profundamente y realmente transformar nuestras economías desde dentro.
Después de la crisis financiera parecía que el sistema económico podía cambiar. El entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, llegó a hablar de «refundar el capitalismo». Pero nada de eso ha sucedido. ¿Usted cree que es posible reformar el capitalismo?
Me cuido mucho de utilizar palabras como capitalismo, socialismo, liberalismo… porque están demasiado cargadas ideológicamente. Cuando las usamos, diferentes personas piensan diferentes cosas. ¿Pensamos que la economía capitalista está basada en mercados? ¿Es un sistema en el que los medios de producción están separados de la fuerza de trabajo? ¿Es una economía en la que el dinero crea el dinero o lo presta como capital? Yo lo que quiero es ir más allá de simplemente proteger al capitalismo y reformarlo. Quiero ir a los fundamentos y fijarnos en el diseño no solo del mercado y del Estado, sino también del papel del mercado de la vivienda o la creación de bienes. Hay cosas que no encajan en la noción estándar del capitalismo y sin embargo ahí están. Por ejemplo, el cotrabajo, la producción de bienes digitales, el trabajo colaborativo en comunidades abiertas. La economía digital está transformando la apariencia de la economía. Así que intento poner de lado las grandes palabras del siglo XX, las que dominaron el debate entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.
Fijémonos de nuevo en las dinámicas de la economía. Hoy en día tenemos economías que son profundamente divisoras. Los retornos del crecimiento económico están yendo cada vez más hacia el un uno por ciento cuyos bolsillos ya están llenos. Y son economías profundamente degenerativas, que agotan el mundo vivo del que dependemos. Necesitamos transformar ese diseño para hacer que nuestras economías sean distributivas para que el valor se reparta de forma equitativa. Hemos de ampliar las fuentes de la creación de riqueza de modo que la propiedad sea compartida por más gente. Y que sea regenerativa, que sea compatible con los ciclos del mundo vivo. Ahora, si alguien quiere llamar a eso capitalismo, socialismo, eco lo que sea, esa nueva palabra vamos a tener que inventarla. Es mejor eso que mantenernos presos de viejos modelos porque eso nos frena a la hora de hacernos las grandes preguntas que debemos cuestionarnos ahora.
El gobierno de España dice que no puede aumentar las pensiones al ritmo de la inflación porque no hay dinero suficiente y porque eso dispararía el déficit. La economía crece, o sea que hay más dinero. Esto pasa en toda Europa. ¿Dónde está el dinero? ¿A dónde va el dinero de los trabajadores que antes tenían sueldos más dignos de lo que tienen ahora?
No conozco suficientemente bien el panorama de las pensiones en España, pero si hay una regla sobre el déficit es interesante saber las cosas para las que la hay y para las que no. Muchas economías han impuestos reglas sobre el máximo déficit presupuestario permitido al gobierno. Pero, ¿dónde está la regla para las máximas emisiones de carbono? Creamos reglas para unas cosas, normalmente para el dinero y cuánto puede gastar el gobierno, y sin embargo no las establecemos para cómo estamos agotando nuestros planeta. Para mí esto es una invitación a mirar de nuevo a las reglas más profundas que nos estamos imponiendo. Qué es lo que más nos importa. Qué es lo que más debemos controlar en la economía.
Hoy en día tenemos una política económica, también en el Reino Unido, según la cual el Gobierno dice que no hay más dinero, o que estamos limitando el gasto para bajar el déficit público. Pero esto es una regla autoimpuesta que podemos cuestionar. Lo que no es una regla autoimpuesta es cuánto carbono podemos emitir a la atmósfera.
Para pagar las pensiones los gobiernos siguen persiguiendo el crecimiento y así es como se quedan estructuralmente atrapados en esa idea del crecimiento sin fin del PIB. Porque prácticamente todos los gobiernos intentan financiar las pensiones futuras con la promesa del crecimiento futuro. Al mismo tiempo, no obstante, no hay desacoplamiento de este crecimiento con respecto al impacto sobre el planeta. Creo que tenemos que parar y darnos la vuelta. No puedo responder a la pregunta inmediata de cómo financiar las pensiones en España, pero es un ejemplo muy fuerte que nos empuja a reflexionar sobre dónde ponemos las reglas, qué prohibimos, qué permitimos. Y básicamente de lo que se trata hoy es de ejercer un control ajustado del presupuesto, austeridad, pagar las cuentas de hoy con el bienestar a largo plazo, no invirtiendo en cuidado de la infancia, en sanidad, y cosas que a la larga sí que ahorrarían un montón de dinero. Tenemos que revertir las preguntas y tener una discusión mucho más amplia sobre qué tipo de normas deberíamos estar imponiendo, cómo vamos a diseñar nuestras economías para que sean saludables.
En su libro recuerda la cita de Samuelson: «No me importa quién escribe las leyes de una nación, o redacta sus tratados más avanzados, mientras yo pueda escribir sus manuales de economía. La influencia inicial es la privilegiada, ya que incide en la tabla rasa del principiante en su estado más impresionable». Hoy los gobiernos que han intentado, siquiera tímidamente, cambiar esas preguntas han sido aplastados por quienes tienen el poder y lo escriben siguiendo los diseños clásicos. En Europa, recientemente, ocurrió en Grecia con Syriza. ¿Qué propone usted hacer?
La mayor parte de los políticos que están en el poder, sea en la UE o en EEUU, de hecho, en todo el mundo, han estudiado con libros de texto que nacieron de la economía de Samuelson. Básicamente se basan en lo que se conoce como economía neoclásica que pone al mercado en primer lugar y al gobierno simplemente como un poder, como mucho, corrector. Es una estructura mental muy poderosa. Y Samuelson tenía toda la razón al decir que el poder reside en escribir los libros de texto de economía. A los hechos me remito. Se han convertido en la norma y dominan las conversaciones en los parlamentos, en debates, en los medios, en las aulas… Necesitamos transformar la educación de los estudiantes de economía para darle a la próxima generación una oportunidad mucho mejor de transformar nuestras economías y dirigir de verdad el mundo del siglo XXI. Porque cuando un partido político intenta plantear, como ocurrió con Syriza, una visión diferente de la economía, cuando todo el mundo alrededor está usando la visión mainstream, resulta muy difícil entenderse. O simplemente hablar. Y yo no defiendo exactamente lo mismo que Syriza, pero sí que abogo por una visión diferente de la economía, y el mainstream te mira con perplejidad porque están tan acostumbrados a la narrativa convencional que los profesores encuentran extrañísimo que tú estés intentando empezar desde un lugar diferente con diagramas diferentes. Pero a menos que nosotros abramos este debate, entonces las visiones alternativas de la economía no tendrán la más mínima oportunidad de hacerse un hueco. Si no tenemos una historia diferente que contar, con diferentes imágenes y una manera fundamental de comprender lo que es la economía, y para qué es y cómo luce el éxito, entonces no podremos separarnos de este camino neoliberal en el que estamos atrapados.
También cita una protesta interesante, la que hicieron un grupo de alumnos de Gregory Mankiw, el autor del manual de economía más usado del mundo, en una de sus clases en Harvard. Muchos estudiantes se levantan porque quieren otro tipo de enseñanza, otros enfoques. Pero otro grupo aplaude. ¿Qué lectura hace usted de esto? ¿Hay base en los estudiantes para pensar que se puede enseñar y ensayar una Economía diferente?
Bueno, lo primero que quiero decir es que no soy profesora en la facultad de Económicas. Doy clases en Oxford, pero en Medio Ambiente. Luego, yendo al vídeo. Es muy fuerte. Ves a estudiantes que se levantan, que protestan, y otros que aplauden. Eso es fantástico porque eso es el principio de una discusión acerca de lo que estamos a favor o en contra. Ahí es cuando podemos empezar a tener diferentes visiones y pensar críticamente. Lo que están pidiendo los estudiantes es pluralismo en su educación. Están pidiendo que se les enseñen diferentes visiones de la economía de manera que sean considerados como individuos en los que se puede confiar y que pueden tener sus propias opiniones acerca de qué teorías creen, o cuáles son más prácticas. El movimiento estudiantil que se está dando ahora creo que es increíblemente valioso. Está pasando en todo el mundo. Empezó durante la crisis financiera, hace una década. Algunos estudiantes de aquella época decían: «bueno, estudiaba economía mientras el sistema financiero se estaba desmoronando a mi alrededor y mis amigos me pedían que les explicase lo que estaba pasando. Yo les respondía que no tenía ni la más remota idea porque en mi modelo macroeconómico no hay sistema financiero. No hay riego de dinero. O sea, ¿cómo demonios se supone que voy a comprender yo todo esto?». Y se sintieron ridículos. No podían empezar a comprender, se dieron cuenta del vacío entre las teorías que les estaban enseñando y la realidad de la economía. Eso es lo que les llevó a protestar contra la economía mainstream y luego a decir: «bueno, ¿qué tal si intentamos comprender el mundo que nos rodea? ¿Qué tal si empezamos a comprender una vida de más calidad y la justicia social?». Eso no está en el centro de nuestros programas de estudios. Así que empezaron un movimiento por el pluralismo. Y gracias a Internet se encontraron unos a otros en todo el planeta, crearon un mundo que llaman We think in Economics, que existe en ochenta países. Creo que eso es increíblemente importante.
Es una profunda ironía que la gente joven que quiere ayudar a cambiar el mundo, y que por eso decide estudiar economía, luego llegue a la universidad (después de gastar un montón de tiempo y dinero) y lo primero de lo que se dan cuenta es de que tienen que unirse para reescribir el programa que se supone que tienen que estudiar, porque sus concepciones no encajan para el futuro que ellos saben que está viniendo. Esos estudios no les va a dotar de las habilidades que ellos saben que van a necesitar. Así que es fascinante que la disciplina, sin quererlo tal vez, haya conseguido crear esta rebelión en el interior del cuerpo estudiantil. Esto muestra además lo amplia que es la presión por una reforma de la economía. Incluso muchas compañías dicen ya que los estudiantes recién formados no están preparados para ejercer en el mundo real porque se han centrado en modelos abstractos, lo que no se aplica exactamente al mundo de los negocios. Así que los estudiantes se han encontrado con el apoyo de muchas empresas progresistas del otro lado que sí quieren una transformación de los estudios.
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