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Arte y Letras

Antonio Hernández Palacios: Épica y corazón, el derrotado triunfante.

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Si algo hace falta en el panorama español del cómic es, sin duda, una mayor abundancia de trabajos que coloquen nuestra producción en el lugar que merece dentro de la historia del noveno arte y nos permitan conocerla de la manera adecuada. Es cierto que se está avanzando bastante en esa área en los últimos tiempos, pero eso no debe hacer que olvidemos que la mera reedición de material no es suficiente para contrarrestar años de olvido y menosprecio.

Entroncando con esa necesaria puesta en valor ya hemos hablado anteriormente de noticias tan positivas como la reedición de Bogey, a la que se unen otras como las de Hombre, Torpedo 1936, Historias de Taberna Galáctica o, yendo al tema que nos ocupa hoy, el Manos Kelly o El Cid de Antonio Hernández Palacios. Todo esto permite al lector actual tener acceso a un material del que los aficionados hemos estado huérfanos durante mucho tiempo, pero no es condición suficiente para poder erigir el relato de nuestra tradición en el mundo del cómic; para eso hace falta que se construya un edificio crítico e histórico que interprete los aportes patrios en esta disciplina.

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Graphicomics, grandes maestros y olvidados genios

El objetivo de la nueva colección Graphicomics / Grandes maestros, vendría a ser el de presentar un estudio de los grandes artistas del mundo del cómic basándose en tres pilares: el autor, su obra y su arte. A pesar de que su formato pueda engañar a algún lector despistado, lo que se encuentra dentro de las páginas de Antonio Hernández Palacios: épica y corazón, es un estudio concienzudo de la obra del dibujante y guionista madrileño con el que se busca desentrañar los secretos de una carrera que le colocó por méritos propios en el primer nivel europeo.

antonio-hernandez-palaciosLa elección de Palacios no se antoja precisamente casual. Para quien no conozca a Graphiclassic, junto con Ponent Mon los encargados de esta nueva aventura, se trata de una propuesta editorial diferente que ha concretado una sucesión de revistas dedicadas al mundo del cómic llamadas CHC Cómics, Historietas y Tebeos, así como cuidados tomos que tratan de Moby Dick, La isla del tesoro y Julio Verne. Una idea diferente que no busca tanto el gran éxito de público, como la ejecución de un nuevo cuerpo crítico en torno a figuras y obras pertenecientes a la cultura popular con un fuerte componente gráfico en su análisis.

Entre los participantes en esta locura, y sobre todo en este tomo dedicado a Antonio Hernández Palacios, destaca la presencia de figuras tan destacadas de nuestro panorama cultural como Luis Alberto de Cuenca o de personajes tan trascendentes del cómic patrio como Ernesto Santolaya o Antonio Casado. A su lado, la mayor parte del material viene firmado por las plumas de Carlos Uriondo, Luis Conde Martín o José E. Martínez. Todos ellos construyen una visión poliédrica de un artista único, al que se acercan siempre desde una admiración que se intuye completamente sincera y que entronca con los estudios más tradicionales de la obra de diferentes artistas.

mac-coyAntes de centrarnos en la figura concreta de Palacios y en el contenido de este primer tomo, merece la pena pararse de nuevo para aplaudir la iniciativa de Graphicomics y desearle la mayor de las fortunas. Han tenido que pasar muchos años y todo tipo de sucesos en la industria española del cómic, para que finalmente podamos imaginarnos un panorama en el que nuestras obras y autores más importantes puedan ser conocidos por la mayor parte de los lectores, así como valorados en su justa medida. Ahora tal vez sea el momento de que nuestro pasado reciba el apoyo de nuevos lectores para que así podamos ir construyendo un nuevo futuro en el que germinen aún mejores frutos.

Se suele decir que es necesario conocer la historia para no estar condenados a repetirla, y en pocos medios podría aplicarse ese dicho con más fortuna que en el de la historieta. A día de hoy, los autores españoles siguen sin apenas vías de entrada en el imaginario colectivo, sin maneras de atraer al común de los lectores. Desde luego, el problema no se va a solucionar solamente mediante reediciones y algunos estudios especializados, pero estos bien podrían ser los primeros pasos para que las grandes editoriales españolas apostaran en el futuro por tratar de encontrar a nuestras nuevas figuras. Soñar es gratis, ya lo sé.

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Antonio Hernández Palacios, el eterno derrotado que acabó triunfando

La trayectoria de Palacios es una de esas que cuesta colocar en su justo lugar dentro del cómic internacional, dadas las contradicciones existentes entre su trascendencia global y su incapacidad para finalizar los proyectos que deberían sellar su lugar en la historia del medio. Así, tanto El Cid como sus series de la Guerra Civil, tanto su Manos Kelly como Garín, Los cantos de Maldolor o La paga del soldado, todos ellos se convirtieron en proyectos inconclusos tras un recorrido mayor o menor que nos impide poder señalar una obra definitiva en el catálogo del artista.

portada-integral-el-cidFruto de esa aparente mala fortuna para cerrar los proyectos, es que a día de hoy tengamos como su gran obra en popularidad Mac Coy, uno de los mejores cómics del oeste de la industria francobelga pero, también, realizado bajo guiones ajenos. Su verdadero oeste americano sería, posiblemente, el narrado por Manos Kelly, pero mientras el hispano-irlandés se quedó en cuatro tomos, el antiguo oficial de caballería contaría con veintiuno publicados durante otros tantos años.

Pero si alguna obra se ha convertido con el paso de los años en el símbolo viviente de la promesa incumplida de Palacios, esa ha sido su monumental intento de narrarnos las andanzas y vivencias de Rodrigo Díaz de Vivar. Su El Cid debía convertirse, por méritos propios, en uno de los monumentos a nuestro cómic, pero los problemas editoriales intrínsecos a nuestra industria lo convirtieron en su lugar en un mito de cuatro tomos que nos habla de lo que pudo ser tanto como de lo que fue. Ahondando en la figura heroica más netamente hispana de la literatura, a menos que le demos consideración de héroe al bueno de Alonso Quijano, su obra buscaba trascender épocas y estilos construyendo una narración atemporal que entroncase con la tradición literaria y artística sin estar atada a ninguna referencia concreta.

primera-pagina-de-garinPorque Antonio Hernández Palacios fue, sobre todo, un verso libre que parece surgir ante nuestros ojos totalmente formado. Su estilo minucioso, en ocasiones rozando el barroquismo, y su color y su narración clara se unen para configurar unas obras que parecen situarse en un mundo propio y no requerir de apoyos ni conocimientos previos. Cierto es que, en ocasiones, como en la historia corta Garín, puede verse un mayor acercamiento al estilo habitual más allá de los Pirineos, pero solamente son ataques temporales que pronto cesan para devolvernos a ese autor único que parece tratar de convertir cada viñeta en una ilustración independiente, cada detalle en una pequeña obra independiente que podríamos aislar de su contexto y disfrutar por sí misma.

Antonio Hernández Palacios consiguió, por lo tanto, aquello que todo autor debería buscar: crear su propio estilo y su propio camino. Dentro de sus derrotas fue construyendo la mayor de sus victorias, la de erigirse como un punto de referencia de la historieta española y europea desarrollándose bajo sus propias reglas y sin tener que adoptar estilos ajenos. Puede que a algunos lectores sus páginas les resulten excesivamente abigarradas o que el exceso de detalle en algunos momentos les saque de la narración, pero eso son minucias frente al disfrute que se de leer a un autor para el que la historieta era una cuestión casi moral; para el que cada viñeta era tan importante como el resto y cada rostro una oportunidad para regalarnos un estudio de personaje.

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La necesidad de la reivindicación en nuestros tiempos

Hace poco que Gigamesh decidió inaugurar una nueva serie de libros dedicados al estudio de diferentes autores de ciencia ficción de la mano del volumen . En su momento comenté la necesidad de este tipo de acercamientos que permitan que los autores de la cultura popular logren entrar dentro de la alta cultura y ser reivindicados en su justa medida. Algo semejante ocurre con este Antonio Hernández Palacios: épica y corazón.

portada-antonio-hernandez-palacios-epica-y-corazonA día de hoy, no sabemos con qué autor de cómic decidirán sorprendernos Graphiclassic y Ponent Mon en la siguiente entrega, ni siquiera cuándo se producirá esta, pero dará igual cuánto tengamos que esperar si el resultado es tan satisfactorio y la figura elegida tan interesante como Palacios. Desde luego, si este primer tomo es muestra de lo que nos espera, podemos pensar que es posible que tengamos, al fin, una serie de obras que vayan dando a nuestra tradición en el noveno arte su justo valor y puedan conseguir que las nuevas generaciones de aficionados conozcan mejor el pasado del cómic español.

Hasta que llegue esa nueva entrega, lo mejor que podría pasar es que aquellos que se acerquen con la mente abierta a este tomo terminen paseando por el oeste junto a Manos Kelly o viajando a nuestra Edad Media con El Cid, obras que por fortuna podrán encontrar en su librería especializada y cuyo conocimiento pueda servir para cimentar una industria futura. Lo sé, soñar sigue siendo gratis.

Ismael Rodríguez Gómez
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