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Cinefórum CCCXCI: «Surcos»

La ciudad es el hilo conductor que conecta la historia de lo que ha pasado en el mundo en los últimos siglos: en ella nos fijamos siempre, olvidando en buena medida lo que nos vincula a la tierra y, todavía, nos mantiene vivos. La semana pasada vimos en La Trampa cómo Mr. Night Shyamalan forzaba una vez más nuestra suspensión de la incredulidad para atravesar géneros y explorar las patologías del hombre en mitad de la multitud. Hoy, mantenemos la desconexión siguiendo el rastro de la gran ciudad y al mismo tiempo confrontamos el eclecticismo del director indoestadounidense con el clasicismo José Antonio Nieves Conde. En sus Surcos (1951), los protagonistas también se desenvuelven en a la gran ciudad, a la que llegan en busca de una prosperidad que quizá nunca ofreció el campo español. No ganarán nada en una capital en la que, inevitablemente, se perderán los unos a los otros.

El propio José Antonio Nieves Conde escribe el guion junto a Natividad Zaro, todoterreno del cine español, y el reconocido escritor Gonzalo Torrente Ballester. Su texto y un nutrido y sobrio reparto dan forma a una película que respira como el neorrealismo italiano pero se mueve por la cruda realidad de la España de la posguerra. La del éxodo rural retardado y por tanto furibundo; la inmediatamente anterior al desarrollismo y en la que tantos se hacinaron en corralas, a la espera de que la prosperidad les regalara un pisito en alguna torre del extrarradio.

En el Madrid de la familia Pérez se mezclan así gallinas y hordas de niños descontrolados con el trampolín de la copla, el trabajo en la fábrica y el crimen de baja estofa. La madre de familia trata de mantener a todos en vereda de la única forma que sabe, pero esto ya no es el pueblo. Mientras tanto, su marido se vuelve inútil y sus hijos tratan de ir ajustando sus expectativas. Sin embargo, el nuevo entorno es tan hostil como seductor: de algún modo, el anonimato absoluto de la ciudad promete el éxito; la muchedumbre, una vida distinta. Acaso incluso el desarraigo tiene su propia semilla…

Surcos
Atenea Films

Por una vez, me gustaría referirme a algo que en esta cada vez más larga sucesión de películas no solemos destacar: tras casi 400 películas, en el cinefórum de LaSoga hemos hablado de actuaciones, de dirección, de fotografía, música y guionistas. Sin embargo (y hasta donde me alcanza la memoria) nunca nos hemos referido al cartel de una película: en el de esta cinta, una familia de campesinos avanza por los surcos de la tierra de la Meseta hacia la gran ciudad. Sobre ella, la figura de un gánster se alza imponente sobre los edificios apelotonados y entierra su mano en el suelo, atrayendo hacia su apetito devorador todo lo que vive y sueña alrededor de la capital española. Es una vieja historia y su último capítulo, el que empieza en la guerra, pronto cumplirá un siglo. Es un hambre voraz que no para de crecer. Y José Antonio Nieves Conde supo paladearlo en este clásico coral de nuestro cine.

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