Cinefórum CCCXXIV: «Dies irae»
El año 1943, aquel en que se estrenó Eloísa está debajo de un almendro, fue extraño para la producción cinematográfica: buena parte de los grandes países productores de películas estaban volcados en el esfuerzo bélico. En algunos casos, este dio lugar a una producción propagandística y completamente idiosincrática, como sucedió con el éxito de taquilla en EEUU de Tres días de amor y fe (Stage Door Canteen, 1943, Frank Borzage); en otros, provocó un escape hacia los campos de la comedia o la fantasía, como en la alemana Münchhausen (1943, Josef von Báky). Pero quizás el caso más extraño es el de una película que consiguió hablar del tema de la guerra (y sus circunstancias particulares) de forma indirecta y posiblemente involuntaria: es el caso de la producción danesa Dies irae (Vredens dag, Carl Thedor Dreyer), una historia de brujería y persecución en el siglo XVII.
Cuando se rodó la película, Dinamarca era un protectorado alemán. Estaba supuestamente ocupada (pese a su declaración de neutralidad en 1939) para garantizar su seguridad frente a un eventual ataque franco-británico. Así habían transcurrido ya tres años, en los que el gobierno danés había mantenido una incómoda relación con las autoridades germanas: entre otras cosas, se había negado a aplicar las leyes contra la población judía. Sin embargo, para cuando el film se estrenó en cine (en noviembre de 1943) las circunstancias ya habían cambiado dramáticamente: en agosto se habían celebrado elecciones y los partidos tradicionales democráticos daneses habían obtenido la práctica totalidad de los votos (el partido nacionalsocialista sueco solo había obtenido un 2,1%) y se había iniciado un periodo de huelgas y protestas contra los alemanes. Ese mismo mes, estos habían exigido una serie de medidas draconianas, incluyendo la instauración de la pena de muerte para los saboteadores; ante la negativa del gobierno a aceptar estas exigencias, Alemania había decretado la ley marcial y la disolución del parlamento, acabando completamente con la independencia danesa. En un movimiento realmente arriesgado, la resistencia danesa consiguió evacuar a la mayoría de los judíos daneses, sacándolos del país en cuestión de dos meses y antes de que los alemanes pudieran deportarlos. El mismo director del film, Carl Theodor Dreyer, aprovechó la promoción internacional de su película (aunque no se estrenaría en EEUU hasta 1948) para escapar de su país.
Dreyer negaría siempre que estas circunstancias particulares tuvieran influencia en su película o que, de algún modo, hiciera referencia a la persecución de los judíos en ella. Efectivamente, su film está basado en una obra de teatro estrenada en 1908 (Anne Pedersdotter, de Hans Wiers-Jenssen), que ya quiso adaptar en 1925. A su vez, esta estaba inspirada en un caso real: en 1590, en la ciudad de Bergen (Noruega), una mujer llamada Anne Pederstotter, viuda del clérigo luterano Absalon Pederssøn Beyer, fue quemada en la hoguera, condenada por brujería. La Anne histórica había sido acusada ya en 1575, pero las influencias de su marido le habían garantizado el perdón real; no obstante, este no la libraría de las continuadas sospechas de sus vecinos y, finalmente (y siendo ya viuda), de su segunda acusación, condena y ejecución.
Por otra parte, el argumento de la obra y de la película que la sigue, difiere profundamente de dicha historia real. En esta nos encontramos a una Anne (Lisbeth Movin) significativamente mas joven que su marido (Thorkild Roose), cuya madre, y no ella, fue anteriormente acusada de brujería. Al principio de la película, la anciana Herlofs Marte (Anna Svierkier) es acusada e intenta refugiarse en la casa del matrimonio para escapar de sus perseguidores. Aunque al principio intenta recurrir a la piedad o a la antigua amistad con la madre de Anne para obtener su ayuda, después intenta recurrir al chantaje (con la amenaza de señalarla como su cómplice) para intentar conseguir su propia salvación. Sin embargo, es cuando el hijo del primer matrimonio del reverendo Pederssøn, Martin (Preben Lerdorff Rye), vuelve a la casa familiar cuando el deseo entre la joven esposa y su hijastro provocará el estallido de todas las tensiones y el final dramático. Otro personaje fundamental es la estricta madre del pastor, Sigrid Neiiendam (Merete), que actúa como figura inamovible y estricta oponente de Anne, como representación de las fuerzas represivas de una sociedad; como epítome de la intransigencia, mucho más que el pastor que parece inocente en su pasividad e incapacidad de ver más allá de lo evidente.
Formalmente, la película entronca con los elementos característicos del cine de Dreyer: entre ellos estaría el pictorialismo en encuadres y composiciones, así como cierto estatismo y ritmo parsimonioso en lo narrativo; las tomas son largas y, los movimientos de cámara, parsimoniosos. Dreyer pinta cuadros con el paisaje, pero sobre todo en interiores y con los personajes (que a veces parecen paralizados en mitad de su movimiento), con los personajes vestidos de negro y con sus blanca golas remitiendo directamente a los maestros del arte barroco (aunque lógicamente, la película es en blanco y negro, y no puede acudir al uso que estos hacían del color).
El título, que en castellano significaría el día de la ira, hace referencia a un poema apocalíptico medieval del mismo titulo, que, en forma de manuscrito iluminado, sirve como prólogo y epílogo de la obra y que reaparece cantado en la banda sonora. Un poema de sangre y fuego, cenizas apocalípticas y torturas, de un Dios inflexible y furioso, lejos del misticismo que exalta Dreyer en otras de sus obras. Aquí, el amor, que en otro género y circunstancia podría ser una fuerza liberadora, es incapaz de romper las prisiones que atenazan a sus personajes y, al final, los conduce a la condenación. Anne termina siendo una bruja, aceptando un papel que la llevará a la muerte, porque una bruja es todo lo que la sociedad que le ha tocado vivir, una vez ha roto sus normas, le deja ser. La paranoia y la persecución ha creado su propio monstruo y se congratula de destruirlo.
El misterio de la realidad de las fuerzas oscuras, si realmente las brujas cuentan con poderes y existe una verdadera causa sobrenatural en los acontecimientos, queda sin una resolución clara y es, en el fondo, secundario. No importa si realmente son fuerzas mágicas o psicológicas lo que conduce a las muertes que salpican la trama, o si realmente los personajes creen en la magia. Lo importante es describir un escenario represivo en que esas fuerzas pueden igualmente manifestarse de forma dramática.
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