Cinefórum CCLIV: «Sangre sabia»
Brad Dourif sirve como conexión entre Ragitme y la película de esta semana en nuestro cinefórum. El norteramericano ha tenido una carrera larga y prolífica, en la que sobre todo ha servido como actor secundario o como villano; no obstante, en Sangre sabia (Wise Blood, John Huston, 1979) nos encontramos con uno de sus pocos papeles protagonistas.
Hacer un rápido repaso sus papeles más reconocibles se hace necesario, porque su particular rostro e interpretación nerviosa han aparecido innumerables veces en la pequeña y la gran pantalla, desde su premiada interpretación como Billy Bibbit en Alguien voló sobre el nido del cuco (One Flew Over the Cuckoo’s Nest, Milos Forman, 1975) hasta el presente. Así, podemos mencionar su peculiar doblete, en 1988, cuando interpretó al racista ayudante del Sheriff en Arde Mississippi (Mississippi Burning, Alan Parker, 1988) e inició su larga asociación con el doblaje del malvado Chucky de Muñeco diabólico (Child’s Play, Tom Holland, 1988), a quien también ha dado voz, recientemente, en una serie de televisión. Otros recordarán su aparición en la trilogía de El señor de los anillos de Peter Jackson, como Grima Lengua de serpiente, o su icónico papel como el asesino en serie Luther Lee Boggs en un episodio de Expediente-X (Beyond the Sea, temporada 1, episodio 13).
Podemos apreciar que, a menudo, le ha tocado interpretar no solo al villano, si no a personajes marcados por un desequilibrio mental o una inestabilidad emocional que parece ser capaz de trasmitir, simplemente, con un cambio en la mirada o una tensión en el rostro. Quizás, pues, es evidente que el Hazel Motes que interpreta en esta película no es un personaje sano ni equilibrado.
Sangre sabia es una adaptación de la novela del mismo título de la escritora norteamericana Flannery O’Connor, publicada originalmente en 1952. Mientras que en la novela Hazel Motes, el personaje principal, era un veterano de la Segunda Guerra Mundial, la película adopta una actitud casi atemporal con su peculiar ambientación, en una ciudad sureña sin nombre (aunque encarnada en la realidad en las calles de Macon, Georgia) y poblada por personajes desquiciados y desquiciantes, confusos y alucinados, en un submundo extraño que parece correr paralelo al mundo real y cuerdo, pero sin superponerse.
John Huston, ya con 73 años, dirige una película extraña en su larga y brillante filmografía anterior, iniciada en los ya lejanos años 40 con el clásico El halcón maltés (The Malterse Falcon, 1941) y que en sus últimos años parece volverse más experimental, realizando algunas otras adaptaciones literarias sorprendentemente modernas en forma y enfoque. Es el caso de Bajo el volcán (Under the Volcano, 1984) o su última obra Dublineses (Los muertos) (The Dead, 1987). Lejos de una aproximación clasicista, Huston se deja llevar por su peculiar material, sin concesiones narrativas o formales a lo convencional.
Para ello, la fe y las figuras tan norteamericanas del predicador carismático y su reverso oscuro, juegan un papel fundamental. Dicho reverso queda encarnado en el falso ciego interpretado por Harry Dean Stanton, otro mítico secundario, y su hija (Amy Wright); también le dan forma el abuelo de Motes, que aparece en flashbacks interpretado por el mismo John Huston. Curiosamente, tanto Huston, el director, como O’Connor, la novelista, fueron educados como católicos, pero la iconografía utilizada bebe muy directamente de las denominaciones protestantes como la metodista, baptista y pentecostal, que predominan en ese Gótico sureño, de carpas, milagreros y oscuros predicadores.
Así, Motes, no solo sin fe si no fundamentalmente furioso ante un Dios indiferente, se convierte contra su voluntad en el más peculiar de los predicadores; en el fundador (y casi único miembro) de la Iglesia sin Cristo, mientras pontifica en contra de la idea de pecado y por tanto de la necesidad de salvación, vagando por las calles. Incluso su único seguidor es un no más cuerdo joven (Dan Shor), obsesionado con una momia exhibida en un museo y con los monos del zoo, pareciendo genuinamente incapaz de captar el mensaje de Motes. Una caricatura de la religión y de las peculiares formas de la misma adoptadas en el sur de los Estados Unidos, con cierta tendencia a lo grotesco y a lo simplemente raro, que mezcla temas muy serios con la farsa descarnada.
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