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Cinefórum CCLIX: «De tal padre, tal hijo»

La paternidad sirve como hilo conductor de este cinefórum, partiendo de la búlgara Bashtata (The Father) y llegando a una película japonesa que aborda un aspecto diferente de la relación entre padres e hijos.

El director Hirokazu Koreeda, o Kore-eda, llamó la atención del público internacional con su primer film de ficción (antes había tenido una carrera en la televisión nipona dirigiendo documentales), Maborosi, que ganó una Osella de Oro en el Festival de Venecia de 1995 por su fotografía. Una melancólica historia de familias rotas y recompuestas, que gira en torno a una muerte quizás accidental, posiblemente un suicidio, que marca a quienes quedan atrás. Desde entonces, Koreeda ha sido un niño mimado de los críticos y los festivales, que en general han alabado su estilo parsimonioso estableciendo paralelismos, posiblemente prematuros, con los grandes del cine japonés, especialmente con Yasujirō Ozu.

Quizás, su film más conocido sea Dare mo Shiranai (2004), basada en un caso real que conmocionó a la sociedad japonesa: el abandono de niños en Sugamo (un distrito del barrio de Toshima, en Tokio) en 1987 y 1988: una mujer abandonó a  sus cuatro hijos, de hasta 14 años de edad, en un apartamento de la ciudad. Aunque la película ficciona lo sucedido, lo hace con un estilo cuasi documental y poco intrusivo, hilvanando viñetas y detalles de la vida de los niños, manteniendo un relato que aspira a convertirse en un narrador al margen de todo, como si se tratase de un espectador desinteresado.

Aquí, en De tal padre, tal hijo (Soshite chichi ni naru, 2013), el director utiliza herramientas similares para contar una historia que también gira en torno a los deberes y los papeles de padres e hijos. La película ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes y también el Premio del Público en el de San Sebastián del año 2013. La fotografía, cuya aparente naturalidad oculta solo en parte una cuidada planificación y estructura, destaca en el plano técnico, acompañada de una banda sonora mínima y melancólica, con un uso muy interesante del sonido ambiente y la naturaleza.

Un matrimonio acomodado, formado por el exitoso arquitecto Ryota Nonomiya (Masaharu Fukuyama) y su esposa Midori (Machiko Ono), llevan a su único hijo, de seis  años, Keita (Keita Ninomiya) a una entrevista para entrar en un selecto colegio de primaria. Pasamos las tardes en casa de los Nonomiya, conocemos el trabajo de Ryota y observamos las lecciones de piano de Keita, en un retrato de una cotidianidad particular y algo asfixiante en sus exigencias.

Sin embargo, la ruptura se produce con una llamada que informa a los padres que, debido a un error, su hijo no es en realidad su hijo: dos bebés fueron intercambiados y su retoño biológico ha sido criado por otra familia, los  más humildes Saiki, con el nombre de Ryusei (Shôgen Hwang). Esa otra familia se perfila como un contrapunto a los Nonomiya, familia más numerosa, tumultuosa y pobre; en particular, el padre, Yudai (Lily Franky) se dibuja como una contrafigura de Ryota.

Casi sin dudarlo, como si fuera la única respuesta posible, ambas familias deciden intercambiar a los niños; devolverlos con su familia biológica y pretender que nada ha sucedido. Evidentemente, tal solución no funciona. Los lazos familiares no se construyen y reconstruyen al gusto.

Pese a los momentos de decisiones y los eventos externos que se suceden, la película gira sobre todo en torno al conflicto interior de estos personajes; especialmente de Ryota, que se dibuja al principio como una figura distante y desagradable. Solo a lo largo del metraje vamos vislumbrando unas grietas en su personaje, en su papel social y familiar, que permiten intuir unas emociones demasiado reprimidas y controladas.

De tal padre tal hijoLa historia, que podría devenir en universal, establece quizás una barrera de entrada por las peculiaridades de la sociedad y la crianza japonesa; también del personaje principal, que quizás hace incomprensible algunos de los argumentos y giros. La competitividad desde la más tierna infancia, los roles tradicionales de género (el papel de la madre parece secundario en todo momento), la cortesía que se puede confundir con indiferencia, hacen que algunos de los personajes resulten demasiado distantes y provoquen por momentos incredulidad. Solo la naturalidad de los actores infantiles, su incomprensión ante las normas y cambios impuestos por los mayores, así como su capacidad de adaptarse, parecen romper esa distancia y dinamitar esas barreras.

Película sobre la familia y el drama cotidiano, sobre los papeles que interpretamos y las decisiones que pueden cambiar una vida sin nuestro control. Película que toca temas muy poderosos, pero quizás sin profundizar en ninguno de ellos.

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