La semana pasada contemplábamos atónitos la reivindicativa y profética película de Spike Lee, Haz lo que debas, mientras la actualidad desbordaba una vez más nuestros dispositivos electrónicos. Y es que, aunque el volumen de noticias e información que nos llega es apabullante, no resulta difícil darse cuenta de cómo las raíces de los problemas enquistados y de las miserias humanas son más sencillas y primitivas de lo que pudiera parecer. Mas una cosa es apreciarlo y otra muy distinta plasmarlo con maestría en una novela y una película como La jauría humana.
Arthur Penn dirige esta obra maestra protagonizada por Marlon Brando, Angie Dickinson, Robert Redford, Jane Fonda y un elenco envidiable de personajes secundarios, donde podemos encontrar al también legendario Robert Duvall. Lillian Hellman adaptó el guion, partiendo de la novela homónima de Horton Foote, y John Barry puso música a esta producción cuyo rodaje, que sin duda contaba con unos ingredientes excepcionales, fue complicado debido a las múltiples diferencias entre Penn, Hellman y el importante productor Sam Spiegel.
La jauría humana narra varias historias entrelazadas: por un lado, la huída de un recluso (Robert Redford) que, aunque lo intenta, no puede escapar de un destino que le atrae irremediablemente a la fatalidad; por otro, el día a día en el pueblo natal del propio preso, que sacudido cual avispero ante la noticia de su huida, empieza a calentarse como una olla a presión mientras su sheriff (Marlon Brando), intenta controlar sin éxito la situación.
Mientras el calor agudiza la ya de por sí sofocante y claustrofóbica atmósfera, viejos resentimientos afloran. Pero Penn va más allá y dibuja con finura quirúrgica un caleidoscopio social de la sociedad rural norteamericana de los años sesenta: una sociedad imbuida de un racismo endémico, a caballo entre decimonónicas costumbres y las nuevas mentalidades, donde la realización del sueño americano no deja de constituirse como un espejismo que hace aflorar un manantial de clientelismo, envidias y flagrantes desigualdades económicas.
La jauría humana es una película totalmente vigente, ya no solo por las problemáticas sociales que plantea, sino por ese oscuro retrato de la naturaleza humana en el que el individuo se ve diluido y sobrepasado por la masa, con sus ruidos y sus ladridos.
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